Pertinaz e impía

Suspendido el concierto de Bob Dylan en Huesca
Suspendido el concierto de Bob Dylan en Huesca
Javier Navarro

El entorno era el propio de un concierto de un artista de ochenta y dos años. Predominaba la gente talluda, salpicada aquí y allá de juventud y de familias, como la mía, que habían acudido con menores.

Agotadas muy pronto las entradas menos caras, las que quedaron disponibles costaban unos 200 euros. Por eso, algunas personas acudieron a las puertas del recinto husmeando las localidades no tan prohibitivas que las deserciones de última hora hubieran dejado libres. Entre dichos seres implorantes destacaba una quinceañera taciturna, de cuyo cuello colgaba un cartón que decía "pago 90 por una entrada".

Al ver el desconsuelo de la chica, suponiéndola convencida de que ya no tendría otra ocasión para ver a su octogenario ídolo, en la que iba a ser su primera y única vez, me entró el arrebato de decidir que, puesto que a lo largo de cuatro décadas yo sí había gozado de muchos conciertos del mito, el mejor destino que podía darle a mi privilegiada entrada era regalársela.

Además, pensé que semejante ‘beau geste’ sería para mi hijo, que también estaba de estreno dylaniano, el mejor ejemplo de generosidad que su pobre padre, enfermo de Dylan, podía darle. "¡Qué hermoso mutis, para despedirme del maestro!", exclamé, ante la mirada henchida de orgullo de mi mujer. "¡Disfrutad por mí!", añadí, alejándome sin mirar atrás.

Aclaración: Sirva este arrebato imaginario para soslayar que aquel concierto en la plaza de toros de Huesca, alfombrada de césped artificial, un oxímoron presto a embalsar cuanto lloviera, se canceló por una tormenta de verano pertinaz e impía.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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