Por
  • Javier Lacruz

Populismo

Silvio Berlusconi, en una imagen de 2012. Former Italian prime minister Silvio Berlusconi dies
Silvio Berlusconi, en una imagen de 2012.
GUIDO MONTANI

Silvio Berlusconi inventó el populismo. Este personaje, a modo de un Julio César doblado de Leonardo da Vinci, abrió la espita del populismo: de la política casposa y macarra. Su maquinaria bélico-mediática de triturar ideas transformó la vida de los ciudadanos devolviéndolos a las esencias: pan y circo. 

Silvio destrozó la política a la vieja usanza y la convirtió en un juego de eslóganes. De cartas marcadas, de juego trilero. Que sigue. Silvio fundó un partido-empresa con el nombre de Forza Italia, haciendo suyo el grito de la selección nacional de fútbol. Silvio, disfrazado de ‘Camicie Nere’ con corbata de lujo y envuelto en la bandera del nacionalismo ultramontano, se convirtió en el proxeneta moral de Italia. Puro matonismo.

Silvio Berlusconi inventó el populismo. E hizo de la política un entretenimiento. Ese ciego mensaje de pancarta que dice: "Por mis cojones". Vulgar, chulo, faltón, machista. Embaucador y macarra. Era su caldo de cultivo. El escándalo fue su lecho de Procusto, con la razón siempre acomodada a su deseo. Silvio era el rey de las fiestas bunga-bunga, de las carnalidades neumáticas y explosivas. En sus cócteles siempre había dinero, drogas y ‘velinas’, botox y antojos. Compró a políticos, jueces y mafiosos. Y se ciscó en las leyes, sin escrúpulos. Incluso anticipó al papanatas de Trump. Y fue el camarada de Putin. Vaya trío. Su empresa de publicidad lo catapultó hacia el estrellato. Y ya se sabe: un bocazas nunca falla a su público. Ni muerto. Qué pena. Qué asco.

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