Sin gloria alguna
Dista mucho de ser su mejor trabajo, pero –como siempre– regala escenas de e hipnótica belleza. Me refiero al ‘Silvio y los otros’, la extensísima película en la que Paolo Sorrentino retrató la decadencia del que fuera paradójicamente conocido como ‘il Cavaliere’.
En 24 horas se constituirán los ayuntamientos de toda España y en estos momentos aún se discute si tal o cual concejal debería tomar el acta de posesión dado que tiene un pasado repletito de corruptelas o si es buena o mala idea que un tipo condenado por maltrato se convierta en representante público. En la Italia de Berlusconi la mala praxis no se premiaba pero, desde luego, salía gratis. Viendo el historial del Parlamento italiano se comprueba cómo los diputados inmersos en polémicas y escándalos tienen más posibilidades de salir reelegidos que los que protagonizan un paso limpio por las instituciones. ¿Es una mera cuestión de popularidad? ¿Acaso los votantes identifican sus trampas con el poder? ¿Existe una desmemoria o una ceguera generalizada?
Sabido es que estos males se contagian rápido, si bien en España tampoco andamos cortos de episodios poco edificantes como –véase– la dimisión en bloque de la ejecutiva murciana de Vox hace tres años al comprobar que "esto de la política requiere mucho trabajo". De momento, ningún político español le ha dicho a Obama está "muy bien bronceado" ni ha prometido orgías y desenfreno a la selección de fútbol –como sí hizo Berlusconi–, pero de otras frivolidades y barbaridades al estilo ‘il Cavaliere’ hay por estos lares algún aprendiz más que aventajado.
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