Podemos y el enemigo

Maru Díaz y Fernando Rivarés se lamentan de los resultados electorales en la sede de Podemos
Maru Díaz y Fernando Rivarés se lamentan de los resultados electorales en la sede de Podemos
Rubén Losada

La debacle electoral de Podemos en Aragón y en el resto de España ha hecho reaccionar a sus cabecillas en una suerte de teorías donde la culpa la ha tenido el resto: el fascismo, el relato, el centro; en definitiva, el votante. Porque en Podemos se ha hablado de autocrítica pero a futuro, tras las profundas reflexiones. 

Se hará autocrítica, se pensará, se asumirán responsabilidades. En la debacle son como en el origen: una promesa. Sin embargo, lo que no se ha calibrado en el entorno dirigente podemita es toda esa otra parte que nos ha llevado hasta aquí; la que no es fascismo, ni ‘lawfare’, ni ataque mediático: la que son ellos. Sus decisiones, su falta de autocrítica, la soberbia y, en último término, la conversión del partido en un chiringuito en propiedad.

Podemos limpió en buena medida los peores vicios del sistema democrático nacido del franquismo; aportó exigencias en materia de transparencia, recortes de gastos superfluos y fracturó el turnismo político. Rompió moldes, y lo hizo a base de reflexiones fácilmente maleables para malinterpretarse que crearon una masa de votantes exigentes y reflexivos que se reconciliaron con una política que les parecía imposible. La limitación de mandatos; las promesas de renovación constante de los miembros que dirigirían el partido; la importancia clave de una verdadera democracia interna, por mucho que esta mantuviera un modelo vertical de gobernanza… Un producto político de y para dar respuestas a los problemas de una mayoría social, erigido sobre unos pilares de la moral tan racionales y populares, como elevados. Pero todo eso se derrumbó, seguramente mucho antes de lo que esperaban incluso los más pesimistas. La depuración de listas y organigramas internos, la cronificación en los cargos, el desinterés por la implantación territorial, o el excesivo interés en el caso de Maru Díaz por Zaragoza capital y el mundo universitario antes que por el conjunto del territorio y sus perfiles de votantes, han sido grandes valedores de una debacle salpimentada por errores como la ley del ‘solo sí es sí’ o la falseada ley del aborto, que no garantiza (como se vendió) abortar en todo hospital público. Errores sin autocrítica para votantes exigentes que conocen a los enemigos de su ideología, y que no esperaban encontrarlos dentro de su partido.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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