Por
  • Luisa Miñana

La discapacidad, materia oscura

La discapacidad, materia oscura
La discapacidad, materia oscura
Pixabay

El territorio de la vida en discapacidad sigue siendo un agujero negro (no es el único) en el entramado de nuestras estructuras sociales y materia oscura para la mayoría de los ciudadanos. La cuestión que agrava esta invisibilidad es que parece ser un hecho evidente solo para quienes, precisamente, se encuentran en el lado de lo que casi nunca se piensa, aunque se nombre.

La socióloga y antropóloga, Andrea García-Santesmases, presentó hace pocas semanas en la librería La Pantera Rossa su ensayo ‘El cuerpo deseado. La conversación pendiente entre feminismo y anticapacitismo’. En menor o mayor medida todos los asistentes al acto éramos conocedores de las realidades de la diversidad funcional y estábamos, creo yo, alineados con los nada convencionales ni cómodos planteamientos de la autora, que vienen a cuestionar la mayoría de las fórmulas, ecpáticas y muy asépticas, con que la sociedad suele dar por zanjados sus acercamientos hacia los colectivos de la discapacidad. Un libro de referencia.

La vida de las personas con discapacidad sigue siendo desconocida para la mayor parte de las personas, a pesar de que todos podemos ser discapacitados

La fractura se ejemplificó pocos días después, en los primeros de la pasada campaña electoral, durante un encuentro entre la comunidad ligada a la Fundación Los Pueyos y los entonces candidatos a la corporación del municipio de Villamayor de Gállego, donde radica la entidad, dedicada a la atención de la discapacidad. La convocatoria fue lanzada desde la gerencia de la fundación, con los objetivos de explicar los diferentes problemas que, como colectivo de personas diversamente funcionales, deben sortear día a día (logísticos, urbanísticos, en el transporte, y otros aspectos que lastran la integración en la vida cotidiana de la localidad), trasladar algunas peticiones concretas al respecto y también escuchar las propuestas de los candidatos. Respondieron y asistieron tres de las cuatro formaciones políticas con candidatura municipal: CHA, PSOE y PP. Vox no respondió ni se personó.

Puse mucha atención a la sorpresa, que mal disimulaban los representantes políticos tras al menos su voluntad de escuchar, ante algunas de las argumentadas peticiones explicitadas por propia voz de las personas neurodiversas presentes en el encuentro. Y también, entre otras muchas cosas que merecerán sin duda más artículos, anoté el desaprovechamiento por parte del municipio de los centros especiales de empleo de la fundación, que prestan servicios de hostelería, jardinería, imprenta, lavandería o mantenimiento. Subsanarlo sería algo que sin duda facilitaría mucho que las vidas cotidianas paralelas se convirtieran en una vida compartida.

Nos faltan empatía, paciencia e imaginación para buscar una verdadera inclusión

La localidad zaragozana tiene una población de casi 3.000 habitantes. 71 de ellos son los residentes empadronados en la residencia, dentro de las instalaciones de Los Pueyos. Además, 160 trabajadores de los centros especiales de empleo y de la Fundación en general desarrollan diariamente su actividad en Villamayor, a los que también se suman los usuarios del centro de día y ocupacional y los alumnos del colegio de educación especial, hasta alcanzar una comunidad de unas 300 personas, que equivalen al 10% de los pobladores de la villa. Esta importante proporción podría hacer creer en un alto conocimiento e implicación del conjunto de la localidad con las problemáticas de la discapacidad, algo que resultaría incluso lógico, puesto que se trata de un municipio pequeño, donde el contacto personal siempre parece más fácil y por lo mismo claramente provechosas para todos las formas de convivencia inclusiva. Sin embargo, a tenor de lo expresado en aquel encuentro por los hoy ya cargos electos, resulta evidente que no es así. Y por ello me parece un ejemplo paradigmático de esa materia oscura que la vida en discapacidad es para la sociedad en general. Como si esa vida diversa fuera siempre, en palabras de García-Santesmases, "una vida que no es nuestra", aunque todos seamos potenciales discapacitados. La tendencia a la estandarización según rentabilidad de la sociedad nos priva de la empatía, la paciencia y la imaginación precisas para hallar modos de incorporar propuestas diferentes.

Hay muchos más agujeros negros en nuestro tejido social, pero la onda expansiva del de la discapacidad alcanza mucha más distancia y consecuencias de cuanto se suele conocer.

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