El respaldo juvenil a los extremos políticos

Preparativos para la distribución de urnas con vistas a las elecciones del 28 de mayo.
Preparativos para la distribución de urnas con vistas a las elecciones del 28 de mayo.
Quique García / Efe

No resulta demasiado sorprendente comprobar que entre los jóvenes de 18 a 24 años la proporción de personas que piensan votar a partidos situados en los extremos del espectro político parlamentario es muy superior que la del conjunto de los electores, más del doble, y aún mucho mayor que entre los mayores de 65 años. 

Así lo muestran los datos socio-electorales de la consultora A+M para Aragón, como publicó HERALDO el día 13; pero en realidad me parece que lo hubiéramos adivinado sin necesidad de encuestas. En definitiva, se trata de una plasmación de ese conocido apotegma que dice que lo natural es ser revolucionario en la juventud para dejar de serlo en la madurez.

Lo que sí puede ser más llamativo para algunos es que ese radicalismo juvenil se distribuye a partes casi iguales entre la extrema izquierda y la extrema derecha, pues si Podemos e Izquierda Unida suman alrededor del 22% de la intención de voto de los jóvenes, Vox se lleva algo más del 19%. Hay aquí un aspecto significativo, tal vez, ya que en otros tiempos se daba por sentado que el inconformismo era patrimonio de la izquierda, mientras que hoy en día se descubre que ese rechazo más o menos radical de lo establecido puede manifestarse tanto en actitudes izquierdistas como derechistas. Este cambio, que se percibe no solo en Aragón y en España sino en la política europea en general y también en la estadounidense, me parece que se ha convertido, guste o no, en una de las corrientes que conforman la actual dinámica electoral.

En todo caso, tampoco hay que perder de vista que los partidos clásicos que sustentan el sistema constitucional, el PSOE y el PP, no carecen de respaldo entre la juventud, puesto que sumarían el 50% de la intención de voto. De manera que caracterizar sin más a este grupo de edad como extremista no tendría sentido. Y, por otra parte, me parece que la revolución, como idea y como palabra, ha desaparecido casi por completo del lenguaje y del imaginario políticos del mundo de hoy, salvo en unos pocos falansterios más distópicos que utópicos, como Cuba o Venezuela. Las ideas y propuestas de Vox, hacia un lado, o las de Izquierda Unida hacia el otro pueden ser radicales, pero una y otra formación aceptan que la única vía para llegar al poder es ganar unas elecciones, o entrar en una coalición que sume votos suficientes en el parlamento. Las vías revolucionarias, afortunadamente, y con la triste excepción de algunos nacionalismos fanatizados, quedan descartadas.

Volviendo a las encuestas, parece que en estas elecciones va a darse una cierta paradoja. Los votos de los aragoneses pueden dispersarse más que nunca, con hasta nueve partidos con posibilidades de obtener escaños en las Cortes. Pero al mismo tiempo, buena parte de esos votos va a volver a concentrarse en el moderantismo que representan el PSOE y el PP, cuya suma de votos pasaría del 51,6% en 2019 al 63,3% el próximo domingo. En este aspecto, da la impresión de que los resultados del 28-M van a recibir más aplausos de parte de los mayores que de los jóvenes.

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