Inteligencias en campaña

Estamos poniéndoles el adjetivo inteligente a demasiados cachivaches.
Estamos poniéndoles el adjetivo inteligente a demasiados cachivaches.
HERALDO

Dicen que lo de la inteligencia artificial avanza a toda pastilla. Pero a mí lo que me parece es que va muy retrasado.

 Por ejemplo, ¿cuándo podremos pedirle a Alexa, a Siri, a Chat GPT, a Bautista, o como quiera que se llame nuestro asistente digital, que nos haga la declaración de la renta? «Maña (o maño), hazme la renta». Y que en un instante la inteligencia artificial saque impresa una copia y diga: «Mira a ver si te parece bien». «Si la has hecho tú que eres superlista -le diría yo-, bien estará». Que la mande y que al rato te diga: «Víctor, acaba de decirme mi colega de la Agencia Tributaria que ya te han ingresado la devolución». ¡Eso es inteligencia y no parir una versión de ‘La canción del pirata’ al estilo de André Breton, que para estropear un poema vale cualquiera! O que le pidas que te busque cita en el Instituto Nacional de la Seguridad Social para mirar como llevas lo de jubilarte y que al minuto la IA te diga, «¿qué prefieres, este jueves a las 12 o el lunes que viene a las 10.30?»; «el lunes me va bien»; «pues ya estás citado». ¡Eso es inteligencia también! Bueno no, eso sería un milagro.

Ahora nos dicen que en Zaragoza vamos a tener una Ciudad Deportiva Inteligente, y yo me pongo a soñar. Para mí, en una ciudad deportiva inteligente saldría a la pista un androide -inteligente, claro; y sostenible, por supuesto-, echaría a correr los 5.000 metros lisos y, mientras él corriera, yo en la grada iría quemando grasas y soltando calorías. Y al final, el androide, a la ducha, y yo habría perdido cinco o seis kilos. ¡Genial, a que sí! Pero va a ser que no.

En fin, hablando un poco más en serio, o un poco menos en broma, me parece que nos estamos pasando con lo de aplicar el adjetivo ‘inteligente’ a cualquier cosa. Ya nos han anunciado autobuses inteligentes, carreteras inteligentes, casas inteligentes y qué sé yo cuántos artificios inteligentes más. ¡Si hasta hay calcetines inteligentes! Además de las bombas, esas que no falten. Pero a la hora de la verdad, a pesar de tanta inteligencia en teoría a nuestro servicio, las seguimos pasando canutas para hacer la declaración o para conseguir cita en una oficina pública, y no te digo para que nos vea un especialista del Salud. Así que me parece que el elector medio, que tampoco es tonto y tiene el culo pelado de tantas elecciones, cuando oye esas cosas desconecta, o le da la risa floja: «¡Ya están con la tabarra!».

Como le da la risa cuando ve al mismísimo presidente del Gobierno anunciar, como la gran cosa, que dejará que los jubilados vayan barato al cine. Un solo día a la semana, eso sí, que no hay que abusar. ¡Tremendo! Pasar por todo un Despacho Oval, nada menos, para volverse con eso tiene delito. Lo que necesitamos no son ni cuentos chinos ni ideicas, sino una Administración eficaz, que nos haga la vida más fácil. Y para eso hacen falta inteligencias de carne y hueso, administradores y políticos que utilicen su materia gris, que para eso la tienen. Aunque a veces no les luzca. Y menos en campaña.

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