Agricultura y sequía

Cereal en secano fresco en Lechago (Teruel), que comienza a amarillear por la falta de agua.
Cereal en secano fresco en Lechago (Teruel), que comienza a amarillear por la falta de agua.
J. M. R.

Las sequías no son nada nuevo, ni en España ni, mucho menos, en Aragón. Precisamente la reivindicación de un buen aprovechamiento del agua ha sido el nervio de la política y hasta de la identidad aragonesas desde hace más de cien años. 

Aragón ha luchado con tesón para poner en regadío una buena parte de su suelo, y para conseguir que se hiciesen las obras hidráulicas necesarias para abastecer esos riegos. Necesarios para que el sustento de los agricultores, la vida de los pueblos y la alimentación de todos no quedasen por completo al albur de los caprichos meteorológicos. Hoy España es una potencia agrícola de primer orden, y en nuestra Comunidad el sector agroalimentario es uno de los pilares fundamentales que sostienen su economía. No solo aporta rentas para el medio rural y pone la comida en nuestras mesas, sino que genera riqueza para el país a través de unas valiosas exportaciones sin las cuales sería muy difícil que los españoles pudiésemos pagar todos los bienes que compramos en el exterior, desde el petróleo y el gas hasta los ordenadores o las vacunas contra la covid. Las sequías no son nada nuevo, decía, pero esta es diferente. No solo ni quizás principalmente por su intensidad –hemos conocido otras muy duras y muy largas–, sino porque se produce en un contexto, el del cambio climático, en el que debemos esperar que la escasez de agua sea en el futuro más acuciante y las lluvias más irregulares. Hay que prepararse para ello. Ahorrando y gestionando mejor el agua, desde luego. Pero también, parece de sentido común, creando los sistemas de almacenamiento que sean necesarios.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Víctor Orcástegui)

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