Desmesura o sobriedad

Calos III y Camilia en carroza tras ser coronados reyes del Reino Unido.
Calos III y Camilia en carroza tras ser coronados reyes del Reino Unido.
Reuters

Los desmesurados fastos de la coronación de Carlos como rey de Gran Bretaña e Irlanda del Norte subrayan, por mero contraste, la austeridad y la mesura de la monarquía española. Los británicos, desde luego, han tirado la casa por la ventana con un ceremonial que dicen que ha costado más de cien millones de euros, y parecen pocos según el despliegue de oros y oropeles que se vio allí. 

Se supone que se trataba de reforzar la imagen del rey en el imaginario colectivo mostrando un fabuloso esplendor que rompiera radicalmente con la realidad cotidiana. No sé si saldría o no reforzada la imagen de Carlos ante su pueblo, pero desde luego no faltaron ni el boato ni la ostentación, casi más propios de un cuento de hadas o de una representación operística que de un acto político de una nación democrática del siglo XXI. Y con detalles tan exagerados y anacrónicos como recorrer Londres en carroza y salir al balcón de palacio con las coronas sobre la cabeza. La corona, como símbolo y metáfora que es de la institución, es preferible no vestirla nunca. Creo que en España somos demasiado cicateros con las solemnidades de nuestra monarquía. Pero en el Reino Unido se pasan con la pompa hasta desbordar los límites del buen gusto. Ni don Juan Carlos ni don Felipe tuvieron una ceremonia de coronación, y tal vez sí debería haberla para Leonor cuando, dentro de muchos años, toque; aunque sin excesos. En todo caso, puestos a elegir, prefiero la sobriedad de nuestra jura de la Constitución ante las Cortes que la trasnochada grandilocuencia que hemos podido ver el pasado fin de semana entre Buckingham y Westminster.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Víctor Orcástegui)

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