Por
  • Juan Antonio Frago

Propiedades femeninas en la historia del español

Los desarrollos tecnológicos relacionados con la lingüística y la inteligencia artificial consagrarán el llamado ‘lenguaje inclusivo'.
Los desarrollos tecnológicos relacionados con la lingüística y la inteligencia artificial consagrarán el llamado ‘lenguaje inclusivo'.
Krisis'23

En su reciente ‘Añoranza de Fernando Lázaro’ criticaba Guillermo Fatás "la pretensión de que los hablantes de español utilicen en todo el mundo un nuevo concepto del género epiceno, que se aplica al ser femenino y al masculino de forma indistinta", y sus palabras sugieren la imposibilidad de que tamaña pretensión pueda triunfar.

Pero en este asunto afloran inquietantes noticias, como la de F. García Romanillos (Vozpópuli, 17.04.23), a propósito del proyecto Nueva Economía de la Lengua y la Inteligencia Artificial, con temor del articulista de que el ambicioso proceso "va a tener un efecto colateral para los hispanohablantes: la consagración cibernética del lenguaje inclusivo, de las formas de expresión propias del pensamiento identitario, opuestas a la claridad y fluidez comunicativa"; si así fuera, buen pan estaríamos amasando. Se hallan asimismo previstos multimillonarios proyectos "que conformarán el Valle de la Lengua, en La Rioja".

Un topónimo creado ad hoc, con la subyacente idea de que el castellano tuvo su origen en esta región, falsa creencia que se ha extendido mucho por intereses ajenos a la lingüística y por encogimiento de hombros de no pocos filólogos, y hasta de académicos: las ‘Glosas Emilianenses’ sin duda constituyen piezas culturales de primer orden, pero en ellas no se dan los primeros testimonios romances y los que ofrecen son de tipo lingüístico navarro. Mi planteamiento (1997) con entusiasmo lo aprobó Lázaro Carreter en carta de 1998, de la que, por algo de pudor, solo extraigo este fragmento: "creo que es un trabajo fundamental; no hacía falta más que ver lo que estaba pasando por los ojos, pero usted lo ha visto".

La falta de correspondencia del neutro con el sexo natural, junto a otros factores, causó su pérdida como género funcional en latín, en duradero desarrollo, cuando neutros pasaron a tomarse como masculinos (así los étimos de ‘baño’, ‘cielo’ o ‘vino’), tendencia ya vista en Plauto y Petronio, o en las inscripciones vulgares, mientras plurales neutros terminados en ‘a’ se asimilaban a los femeninos (‘leña’, ‘seña’); en ‘nurus’ y ‘socrus’ el contraste entre el plano de la expresión y el del contenido llevó a su adecuación formal, como ‘nora’ y ‘socera’ (‘nuera’, ‘suegra’). Las lenguas romances siguen la herencia latina, pero con variantes, pues ‘hiel’, ‘leche’, ‘miel’ y ‘sal’ son voces femeninas en castellano y catalán, masculinas en italiano, francés y portugués. El aragonés tendió a diferenciar el género en los invariables (‘dolienta’, ‘grisa’, ‘simpla’), y en la ‘Crónica de los reyes otomanos’ (1567), de Mosé Almosnino, descendiente de judíos jacetanos y oscenses, es conocido este fenómeno (‘enormas’, ‘evidentas’). En cambio, el español de Aragón mantiene un derivado de neutro, ‘mal señal’ (Gracián, Goya); ‘dar un señal’ aún en hablas rurales.

Existe el peligro de que ciertos desarrollos tecnológicos relacionados con la lingüística y la inteligencia artificial contribuyan a consagrar el llamado ‘lenguaje inclusivo’, con formas opuestas a la claridad y fluidez comunicativa

En todas esas lenguas el posesivo se antepone al nombre en masculino o en femenino (p. ej. ‘mon père’ / ‘ma mère’); la singularidad española consiste en que el determinante tenga una sola forma y que sea femenina (‘mi padre’ / ‘mi madre’), previas evoluciones de los correspondientes posesivos latinos. En el siglo XIII existen textos con las formas etimológicas conservadas, y un Berceo con gran avance de la simplificación femenina, aunque con testimonios de la duplicidad formal, que irá perdiendo terreno en la lengua escrita. El ‘Cancionero’ de Juan del Encina (1496) solo tiene el posesivo femenino: ‘floreció tanto mi mal, / sin medida, / que hizo secar mi vida’, con alguna solución anticuada en expresión exclamativa, ‘¡míe fe, si quisieres, vamos!’ Porque el triunfo total del cambio lingüístico suele ser cosa de siglos; en villancico del mismo poeta, ‘Ojos garços ha la niña, / quién gelos namoraría’, aún está ‘ha’ por ‘tiene’ y ‘gelos’ por ‘se los’, y hasta el siglo XVI no se hizo general la composición pronominal ‘nosotros’, que documento en 1204 cerca de Zaragoza. Apuntaba bien el juicio de Guillermo Fatás, pues el vuelco lingüístico que se propugna depende del uso de todo el mundo hispánico, "el uso, que es árbitro, ley y norma del habla" (Horacio).  

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión