Zaragoza ha sido noticia nacional esta semana por los datos de población que el Ayuntamiento ha remitido al Instituto Nacional de Estadística. Según las últimas cifras de empadronados, la capital aragonesa arrebata a Sevilla la cuarta posición entre las ciudades españolas con más habitantes. 

Es interesante cómo la prensa andaluza ha contado la información. Con muchas reservas. Los titulares dicen que Zaragoza asegura tener 880 vecinos más que la capital hispalense, y que estos datos están a la espera de confirmación definitiva del INE.

El ayuntamiento de Sevilla sugiere que el aragonés calcula los habitantes de forma poco realista, y recuerda que su área metropolitana está mucho más poblada. Y como el asunto toca la autoestima, la oposición culpa al alcalde Espadas, que opta a su reelección tras el 28/M, le culpa de la bajada del padrón "por la parálisis urbanística y el deterioro de la vida en los barrios". En Zaragoza, por fortuna, el asunto no ha entrado en campaña. Pero la conquista de ese cuarto puesto es, sin duda, una buena noticia. Lejanos los tiempos en los que se criticaba la macrocefalia de Zaragoza, se entiende que el crecimiento de población es un síntoma de vitalidad, que se traduce, además, en beneficios. El censo determina el número de concejales pero también es clave para recibir financiación.

Los datos constatan, no obstante, el problema de fondo de la sociedad española y de la aragonesa en este caso concreto. La capital crece gracias a la inmigración, pero el invierno demográfico avanza. 

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