Curas en los pueblos

La iglesia de Andorra, en el centro del casco antiguo.
La iglesia de Andorra, en el centro del casco antiguo.
Laura Uranga

En Semana Santa muchas personas, en Aragón y en toda España, regresan a sus lugares de origen para la celebración de esos días y para reencontrarse con familiares y amigos. Son días en que los curas que desarrollan su ministerio en el mundo rural tienen que multiplicarse, para llevar a cabo las celebraciones en varias parroquias en la misma jornada.

Sus feligreses son conscientes del sacrificio que supone la dispersión de los pueblos y la despoblación, que exigen a un sacerdote atender varias localidades. No se puede hacer presente con mucha frecuencia, pero allí están en las celebraciones gozosas –bautismos, bodas y fiestas de los pueblos– y en las tristes de los entierros. Eso por no hablar de la importante tarea en la conservación del patrimonio artístico, en iglesias y ermitas.

Los pueblos agradecidos no olvidan a personas singulares que los han acompañado a lo largo de los años. Ese agradecimiento llegó, por ejemplo, al cura José María Cabrero que, con los 70 años superados, atendía a más de 20 pueblos del Somontano y del Sobrarbe. Fue un dinamizador religioso, social y cultural. Le dedicaron una plaza en Radiquero y se mostraba satisfecho de que "en los tiempos en que vivimos se reconozca la labor del sacerdote". Añadía que muchas veces, en estos pueblos tan pequeños, "somos los únicos que estamos viviendo presentes con los vecinos para que no se sientan tan solos".

También Magallón rindió homenaje, con la figura de un nuevo gigante, al que fue su cura durante 18 años, Jacinto Sanz, fallecido de un infarto mientras conducía. "Jacinto ha sido un gigante –decía el alcalde– y como tal va a tener este reconocimiento, para que se sepa que hubo un cura que se volcó en la vida social, cultural, deportiva y pastoral, y que dejó un legado importante". En la actualidad, sacerdotes venidos de otros países atienden muchas parroquias rurales. Son colombianos, polacos y de otras procedencias. Todos ellos merecen nuestra gratitud. Hace unos días, HERALDO hablaba del párroco de Andorra, el colombiano David Julián Rojas, que se ha empeñado en culminar la restauración de la iglesia parroquial. Le mueve el contribuir a devolver la ilusión a un pueblo que arrastra las consecuencias del cierre de la Central. Está contento porque el templo ha ganado en fieles y turistas. "El patrimonio es la memoria del pueblo", concluye.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión