¿Nueva economía?

¿Nueva economía?
¿Nueva economía?
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Durante las últimas semanas somos testigos de noticias que pensábamos que ya no se repetirían. Durante el desarrollo de la crisis financiera de 2008 pudimos ver cómo centenares de miles, millones incluso, de puestos de trabajo del sector financiero desaparecían en el mundo y, por añadidura, de la economía real también. 

La corrección de la exuberancia de los mercados, como la definió Alan Greenspan, se estaba cobrando un alto precio. Pero tras la tormenta volvió la calma. Ahora eran las grandes compañías tecnológicas las que parecían llamadas a crear bolsas masivas de empleo. Y, si la existencia de fondos a coste ridículo no fuera suficiente, la pandemia hizo pensar a muchos que el comercio presencial iba a morir. Todo iba a ser digital a través de la red. Los empleados deberían saber manejar un ordenador y no cómo tratar a un cliente detrás de un mostrador. La guinda fue la percepción de que unos activos financieros de altísimo riesgo, las criptomonedas, podían convertirse en medio de pago, de ahorro y de valor de cuenta, es decir, en auténticas monedas. Ni se ha superado la pandemia en China, ni se han estabilizado los mercados internacionales de deuda y todo este castillo de naipes ya está en el suelo. A la hora de escribir estas líneas, hay más de 200.000 despidos solo en las grandes tecnológicas (Amazon, Meta, Twitter, Microsoft, etc.).

Los principios de la llamada economía circular son de sentido común para empresas y ciudadanos

Los que saben algo de esto dicen que era esperable. Nadie podía creer seriamente que las tiendas iban a desaparecer y que pagaríamos en bitcoins. Otra cosa es que esto sea un fallo del sistema o si es lo que deseaban los pocos beneficiarios de este crecimiento desmedido y obsceno de su riqueza. Al fin y al cabo, solo quien tiene más de 400.000 millones de dólares puede perder 124.000 millones en un año sin que ello le afecte a su nivel de vida. Pero esta es harina de otro costal.

Lo que me importa ahora es hablar de la nueva economía, especialmente la que estamos llamando circular y que, la hagamos como la hagamos, la considero imprescindible. Lo que quiero decir es que, en apenas veinte años de este siglo, ya hemos visto ascender a las alturas y bajar hasta los infiernos a dos sectores, financiero y tecnológico, por lo que deberíamos pensar con más cuidado qué y cómo desplegamos la economía circular. La necesidad de empezar a construir un nuevo modelo de fabricar, consumir y recuperar productos es tan obvia como el cambio climático, aunque siempre hay negacionistas y conspiranoicos. El problema es el cómo. ¿Vamos a volver a aportar fondos, públicos y privados, en todo lo que suene a circular? ¿Se va a fomentar la sustitución de lo lineal por soluciones que de circular solo tienen el nombre, para tener que sustituirlas otra vez poco tiempo después?

Tenemos que caminar en esa dirección, pero evitando que lo que debe ser un avanza social y ambiental se convierta en la tercera burbuja del siglo XXI

Mis alumnos en clase muestran interés por la economía circular. Hay multitud de foros de explicación y debate sobre los mismos. Los fondos Next Generation de la UE son ingentes. Los medios no paran de llamar a expertos para aclarar conceptos. No soy especialista en estos temas, pero sí veo algo que no me gusta. Se habla de los principios de la nueva economía circular como si diseñar para el despilfarro, como si olvidarse de los residuos, como si consumir energía de forma muy ineficiente, etc., hubiera sido explicado en las universidades como fundamentos de economía. Es como si pensáramos que, como hay gente que conduce bebida y a velocidad excesiva, tuviéramos que rediseñar la formación en las autoescuelas para que dijeran que esto no debe hacerse.

Cumplimiento de normas medioambientales y sociales, reducción de consumos de energía y materias primas, ecodiseño, consumo de proximidad, reducción del desperdicio, prolongación de la vida útil, reutilización de los bienes para otros usos, eliminación de etapas innecesarias en las cadenas de suministro y otros muchos principios pertenecen a la economía circular, pero a la lineal también. Son de sentido común para empresas y ciudadanos si buscan viabilidad a largo plazo. Pero tenemos que conseguir que el consumo irresponsable no se traduzca en una acumulación inmoral de riqueza. La economía circular es necesaria. Hagamos que su desarrollo no vuelva a convertirse en la tercera burbuja de este siglo, para enorme beneficio de unos pocos.

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