Goofy en patinete

Goofy en 'Motormania' (1950), de Walt Disney.
Goofy en 'Motormania' (1950), de Walt Disney.
Walt Disney

El viernes, Christian Peribáñez escribía en su columna de la contraportada de HERALDO sobre la falta de civismo que se gastan muchos conductores de automóviles (‘Todo para los coche’). 

Se quejaba nuestro compañero de que se saltan los pasos de peatones como si tal cosa, aunque piden disculpas por su fechoría; y de que los hay incluso que pisan los charcos a mala idea para salpicar a los peatones. Concluía que «aunque sea una aberración absoluta, las ciudades están hechas por y para los coches; los conductores no hacen sino beneficiarse de su privilegio».

 Tiene mucha razón. Aunque uno, que es mayor que Christian, puede asegurar que cuando era niño el imperio del coche sobre la ciudad resultaba aún más despótico y se imponía con humos mucho peores que en la actualidad. 

Al leer la columna recordé una serie de cortometrajes de dibujos animados, de carácter didáctico, que produjo Walt Disney en los años cincuenta del siglo pasado, en los que se ridiculizaban los comportamientos incívicos y peligrosos al volante y se daban consejos de seguridad vial. En uno de ellos, se veía cómo el simpático y pacífico perro Goofy se convertía, en cuanto se ponía a los mandos de un cacharro de cuatro ruedas, en un monstruo babeante y obcecado, un gamberro que acosaba con saña a los demás en la carretera y provocaba accidentes. 

Podría ser el arquetipo del conductor prepotente que tanto nos cuesta erradicar de nuestras calles y carreteras. Pero lo terrible es que ahora a ese Goofy depravado, desconsiderado e insolidario, no solo te lo puedes encontrar al volante de un coche, sino que muchas veces aparece pedaleando en una bicicleta o montando un patinete. ¡Tremendo!

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