Casetas por voltaje

Casetas está lista para la Navidad
Casetas está lista para la Navidad
AVV Casetas.

Este lunes se ha conocido el pueblo que una famosa marca de bombones va a iluminar por Navidad, cumpliendo así su tradición publicitaria de poner luces a algunos de los pueblos objetivamente más bonitos de España. 

Los plazos de entrega de esta columna a imprenta me impiden firmarla sabiendo el veredicto pero, dado que una de las candidatas es la oscense Aínsa, ojalá haya resultado la ganadora. Lo que me gustaría, mirando ya a 2023, es un cambio de política en la belleza, empezando por esta marca y siguiendo al resto, en esos esfuerzos sencillos de engalanar lo bonito; un ‘win-win’ predecible y pretencioso que no transforma sino que enfatiza.

En Casetas también es Navidad. Parece una frase sencilla pero a veces conviene recordarlo. Sobre todo si uno pasea desde hace años por sus calles y se pregunta si habrá sido ya el Nacimiento o la llegada de los Reyes Magos. Hay una escueta decoración lumínica en la carretera y algún exceso puntual en los interiores del barrio. La suerte de caseteros y caseteras es que vivimos en familia, por distancias escasas y hermosa cercanía, en un contexto entrañable de casas bajas o pisos de altura suave; como si no se quisiera ir más allá por no ir demasiado lejos. Sin embargo, con las arterias del barrio bien trazadas en efemérides, tampoco estaría de más que vecinas y vecinos disfrutaran estas fechas de una decoración acorde (no comparable) a la exhibida en la capital del Reino. Sé que la demanda suena populista pero, habida cuenta de que acabamos de abandonar unas fiestas patronales que casi empalman con las de mayo, convendría que los consistorios apostaran por un equilibrio sensato de celebraciones y excesos.

Estigma de la deriva de estos tiempos es la obcecación por ir más allá en las estéticas que nos reconfortan, haciendo proselitismo de lo bonito; arrojando un discurso de derrota o el ostracismo sobre los nidos de la modestia. Son los espacios humildes los que tienen que levantarse para reivindicar una estética, que, como todo, es hija de un pasado económico, social y familiar que es tan puro como cualquier otro. Si eso lo entendiera hasta una marca de bombones, no presumiría de iluminar consensos sino que apostaría por resplandecer la arquitectura de la costumbre que acoge a las mayorías y a su enorme voltaje transformador. 

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