La tradición no lo justifica todo

El Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid.
El Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid.
Europa Press

Hace algunas semanas hemos visto en los medios unas imágenes vergonzosas de unos universitarios actuando como manada de animales salvajes, seguidores y aprendices de un líder macho alfa. 

Sus delicadezas verbales hacia sus vecinas nos retrotrajeron a tiempos remotos de caverna y contiendas por botín de guerra. Y no ha sido la primera vez que ha ocurrido. Me refiero al Colegio Mayor Elías Ahuja.

Desde entonces he escuchado opiniones sorprendentes. Algunas intentando explicar lo injustificable. Para algunos parece todavía válido aceptar que lo bárbaro lo es menos si lo ha hecho uno de los míos. Pero hay algo que me ha retumbado en los oídos más que los graznidos de los cuervos habituales. Un atronador silencio por parte de las instituciones que deben velar para que estos comportamientos no se produzcan o, si se ha dado el caso, no queden impunes.

Según el Consejo de Colegios Mayores de España, "los colegios mayores son centros universitarios reconocidos legalmente, e integrados en la universidad (siempre han de estar adscritos a una) y mantienen una predisposición de servicio a la comunidad universitaria en su conjunto. Los colegios mayores universitarios tienen un imperativo de viabilidad económica, pero su objetivo principal no es la generación ni la distribución de beneficios, ya que su horizonte es eminentemente social". Extraña puesta en práctica de este principio la que han realizado los protagonistas. Tampoco se ha caracterizado por su proactividad en la toma de medidas la universidad en la que está adscrito el colegio mayor, es decir, la Universidad Complutense. Los puntos 1 y 3 del Código de Conducta Complutense versan sobre la libertad e igualdad de derechos y la tolerancia ideológica, respectivamente. Pero su apartado 10, ‘Convivencia cívica y responsabilidad social’, dice literalmente: "El desarrollo moral de la persona constituye aspiración esencial de la comunidad universitaria. Todas las conductas negativas y antisociales –como las manifestaciones de violencia, intolerancia y abuso, el acoso y menosprecio personal o sexual, las actitudes y lenguajes vejatorios y agresivos, o los usos improcedentes de los espacios de la universidad– son inaceptables". No sé si es necesario un ejemplo más claro de violencia, intolerancia y abuso, aunque, afortunadamente, haya sido solo verbal.

Las instituciones universitarias no han reaccionado con suficiente energía
ante la vergonzosa e inaceptable conducta que tuvieron alumnos del Colegio
Mayor Elías Ahuja de Madrid

No es la primera vez que las instituciones universitarias pasan de puntillas sobre temas escabrosos. Hace algunos años vimos cómo no se emprendieron acciones ante la expedición de títulos a personas que ni habían pisado el aula.

En el mundo universitario parece que estemos haciendo caso omiso de nuestra responsabilidad en la formación en principios y valores de los estudiantes, pero también la de profesores y personal administrativo. Nuestra ciencia poco vale si dejamos pensar a algunos colectivos estudiantiles que pueden campar por los campus como hordas y saquear la dignidad de quien les plazca. Las medidas preventivas tienen que estar acompañadas de otras de carácter correctivo y, no es baladí, deben aplicarse. No se trata de ajusticiamiento público en la plaza mayor de la villa. El objetivo es dejar claro dónde están las líneas que, si se traspasan, conllevan consecuencias. La igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible. Esta última frase es con la que comienza el ODS número 5, ‘Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas’.

Queda mucho por hacer y los discursos de algunos, apelando a la edad y a la tradición como el origen de la irresponsabilidad de la acción, y la inacción de otros no ayudan a hacer camino. Pienso que sería mucho más efectivo, para superar este pensamiento reaccionario, más educación para niños y adolescentes (educación para la ciudadanía y educación sexual), no perseverar por parte de algunos medios y personas en usar cualquier argumento para atacar al contrario, prohibir en todo el ámbito de responsabilidad pública la segregación por sexos, no solo en el campo educativo sino también en el resto, y cualquier medida que permita que, por primera vez en la historia, una nueva generación piense que un tipo de órgano sexual no es superior a otro.

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