Por
  • María Pilar Martínez Barca

María del Pilar

La Virgen del Pilar con su manto lleno de flores.
La Virgen del Pilar con su manto lleno de flores.
José Miguel Marco

Existen palabras y expresiones que, de lexicalizarlas, pierden su sentido original. A mí, hija y descendiente de sorianos recién afincados en Zaragoza, me bautizaron como a tantas con el nombre de la Virgen.

Pilar. Pili, Pilares, Pilica, Pilica. Pililica, Piluca, Pilarica, tía Pi, como me llamaban mis sobrinos de pequeña. ¿Por eso en mis primeros poemarios decidí firmar María P, por resaltar el nombre de María?

Una pequeña talla en madera dorada de María con el niño Jesús, sobre una columna de jaspe, bronce y plata, vestida con el manto que, tras de la pandemia, se sigue renovando cada día. Patrona de la ciudad desde 1642, de todo Aragón treinta años después, de la Hispanidad y de diversos cuerpos, como el de Correos y Telégrafos, donde siempre trabajó mi padre.

La solemne corona, bajo el pontificado de Pío XII y el reinado de María Cristina, nunca me despintó a la Virgencica humilde con su Niño, a los que tantos adoramos. Y, quitando apellidos y advocaciones, me gusta más centrarme en la María de Nazaret en cuerpo y alma, que visitó a Santiago y los siete primeros convertidos zaragozanos, y en aquella entrañable capilla de adobe que hubieron de levantar a orillas del Ebro.

Desde ahí sí comprendo, y me conmueve, y me postro. El homenaje a la jota, los conciertos, las actividades para niños y la fiesta joven, las vaquillas, los toros, las casetas regionales reabiertas, el teatro, las ferias, los chiringuitos. Todo cobra sentido y recobra alegrías tras más de dos años de casi encierro y nostalgia.

Pero también tienen significado las ausencias. Aquellos que no han podido volver a celebrar y acompañarnos, los duelos amputados, sin cercanía, las lágrimas sofocadas en medio de tantísimo dolor. María hacía siete años que había descorrido la losa del sepulcro cuando nos visitó.

Cuando el pasado día 12 pasé, vestida con mi traje de piñorra y mi sencillo ramico de claveles, hasta la Virgen sentí algo especial. ¿Las raíces profundas bajo mis ruedas? ¿La pasión de más de dos mil años por la vida? ¿La emoción por un logro conseguido?

María del Pilar de Nazaret, hermoso nombre de pila para tantas que seguimos soñando con encender la luz en esta noche adversa.

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