Por
  • Natividad Fernández Sola

A vueltas con Gibraltar, todavía

El peñón de Gibraltar.
El peñón de Gibraltar.
Guy / Pixabay

A estas alturas y tras la materialización del ‘brexit’ o salida del Reino Unido de la Unión Europea, la reintegración de la colonia militar británica de Gibraltar a la soberanía española debiera ser un hecho.

Territorio que votó masivamente a favor de permanecer en la Unión Europea y abocado a la condición de territorio de Estado tercero, solo la recuperación de la soberanía española devolvería a esta parte del territorio su estatuto ‘europeo’. España no tenía que hacer nada sino cumplir las disposiciones de la UE sobre paso de fronteras de personas y mercancías. Que Gibraltar pidiera volver a España era lo más sencillo.

Sin embargo, una hábil campaña de la diplomacia británica y la presión del algunos colaboracionistas españoles de la zona, que quieren creer que la presencia colonial es fuente de beneficios sin fin, llevó al Gobierno a varios falsos pasos desde 2016, de algunos de los cuales ha tenido que sacarnos la UE por no saber defender lo que nos pertenece. La existencia de trabajadores fronterizos no es un imperativo sobre los gobiernos de España para ceder a las ilegales pretensiones británicas. Ni existe soberanía británica sobre Gibraltar, ni el istmo es territorio que les pertenezca, pues su apropiación fue contraria a Derecho Internacional, ni existen aguas territoriales de Gibraltar, pues el Tratado de Utrecht de 1713 solo cedió la fortaleza y el Peñón. Tampoco es cierto que el bienestar económico de la región dependa de la colonia; más bien la colonia depende del Campo de Gibraltar de donde se les suministra, como si fueran buenos vecinos, agua, energía, se tolera la contaminación de nuestras aguas jurisdiccionales y se acepta la evacuación de sus aguas residuales.

El período estival nos ha tenido muy ocupados. Tanto que ha pasado desapercibida la aprobación de la Estrategia Nacional de Seguridad Marítima del Reino Unido, en la que, en relación con Gibraltar, se establece un mar territorial de 12 millas y pretende una Zona Económica Exclusiva que se extiende a la zona del Mar de Alborán.

La apertura solemne de la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, adonde acuden los presidentes de Gobierno y primeros ministros de todo el mundo, hubiera sido la ocasión perfecta para denunciar esta tropelía y exigir el cumplimiento de la legalidad internacional y de las resoluciones de este órgano que reconocen la obligación de respetar la integridad territorial española por parte del Reino Unido. Pero esto no ha ocurrido y, en su lugar, la intervención española ha sido completamente anodina. Se conoce que las intervenciones sobre soberanías nacionales solo nos importan cuando se producen sobre terceros Estados, no sobre el nuestro.

Sin lugar a dudas, el Ministerio de Asuntos Exteriores estará preparando la nota de protesta correspondiente; lo que queremos recordar a través de estas líneas.

Lo importante es tomar conciencia de una vez, que el Reino Unido ha mantenido una firme defensa de su posición indefendible; que todas sus fuerzas políticas han seguido una misma dirección, al igual que su Ejército y su población la apoya.

No puede decirse los mismo de los gobiernos españoles, mucho más erráticos y desorientados. Si bien es cierto que los británicos no han desaprovechado ni una sola crisis interna o internacional para nuevas andanadas contra España en Gibraltar, buscando la consolidación imposible de unas pretensiones inaceptables.

Da lo mismo que España y Reino Unido sean aliados en la OTAN y, hasta hace poco, ambos miembros de la UE. No es la lealtad o el sentido de las alianzas lo que distingue el comportamiento internacional del Reino Unido, país, recordemos, que no tiene aliados permanentes sino tan solo intereses permanentes.

La peregrina idea de crear una zona de prosperidad compartida a través de la figura de la cooperación transfronteriza es una idea británica que obligaría al libre tránsito de personas y mercancías, consolidando una beneficiosa situación para Londres y para su colonia militar. Porque de eso se trata. Gibraltar es una colonia militar del Reino Unido; esta es su única razón de ser. Facilitar las maniobras y operaciones de la Royal Navy en cualquier parte del mundo, controlar las comunicaciones españolas y enseñorearse en el Estrecho de Gibraltar. Si de paso, puede seguir anexionándose territorio español, como pretende con su Estrategia Naval, pues tanto mejor.

Las disposiciones europeas sobre libre circulación, control de fronteras y fiscalidad deben aplicarse con todo rigor; todo el que corresponde a un territorio que prefiere ser Estado tercero. Ya estamos viendo cómo se intenta burlar lo acordado sobre Irlanda del Norte. Avisados estamos.

Como ribereño y con una cualificada Armada, nuestro país está en condiciones de garantizar la seguridad del paso del Estrecho, cumplir con las obligaciones aliadas y estar al frente de un mando de la OTAN en la zona que permita desarrollar las eventuales operaciones en el Frente Sur; así como garantizar el cumplimiento de las normas comunitarias.

La Unión Europea hasta ahora ha apoyado a España como Estado miembro frente al Reino Unido, pero esto resulta difícil si nuestra posición nacional no es nítida y sin fisuras.

En estos momentos, la población española debe conocer la situación desventajosa para nuestros intereses nacionales y exigir una actuación sobre la base de la dignidad nacional. Esta no tiene color político.

Natividad Fernández Sola es catedrática de Derecho internacional público de la Universidad de Zaragoza

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