Casetas clorada

La piscina de Casetas.
La piscina de Casetas.
Francisco Jiménez

La reciente reforma de las piscinas de Casetas es una buena noticia que a algunos nos lleva directamente al colectivo de las batallitas, que es esa cosa que de joven aborreces de tus mayores sin tener conciencia del cariño y la nostalgia descriptivas que arrastran sus palabras.

 Lo cierto es que hacía falta pero de forma egoísta también me entristece pensar que el día que regrese a darme un chapuzón, la arquitectura de mis aventuras de niño y adolescente estarán desviadas en piscinas, césped y lugares nuevos. Así que mis recuerdos habrán de ir precedidos de una aclaración de dónde estaba cada cosa que nos hizo felices, como fantasmas que se mueven erráticos por las molduras de las casas disonantes, reformadas, exigiendo una memoria protésica.

Me gustó el detalle de una suerte de muñecos y figuras de colores que han montado para que los niños jueguen mientras se remojan porque en mi época eso lo solventábamos tirándonos el agua que caía de las duchas o llenando alguna botella y persiguiéndonos; sin duda, caminamos a tiempos más refinados. Solo me surge la duda de si seguirán ‘permitiendo’ los partidos de fútbol en el césped del fondo, donde entre mil patadas y varias uñas rotas, destaca el día que un balón perdido trazó una parábola lenta y perfecta que todos miramos como se ve aterrizar a un avión, y que de forma precisa se estampó contra una de las mesas merendero del fondo que estaba bien cargada de bebidas, algo de comida y cartas del guiñote. Recuerdo a aquel señor de bigote, setentón, más dorado ya que moreno, con su bañador ‘slip’, apretadico, haciendo aspavientos mientras nos miraba y nosotros mirábamos a la pelota como al miembro de una banda de atracadores que se ha quedado atrás.

Una parábola destructiva que todavía me ata a las viejas piscinas de Casetas como los bancos de la plaza del Castillo me recuerdan las noches de verano jugando al fútbol, rodeados de jubilados que pasaban el rato vigilando que la pelota no se les acercara: «A la próxima, te la rajo», decían antes de devolvértela. Éramos, los unos para los otros, un divertimento fugaz; como lo son todas las cosas que solo se pueden hacer una vez en esta vida. Como lo es contar batallitas de la piscina de Casetas sobre los restos de la memoria mientras el agua estancada, por salud, se va depurando.

@juanmaefe

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