Por
  • M.ª Pilar Benítez Marco

María Moliner, opositora

María Moliner se matriculó en 1918. Guillermo Mestre
María Moliner, opositora
Guillermo Mestre

Cuando el curso terminaba y los alumnos y alumnas se despedían de él, en mi instituto, como en otros de Aragón, el ciclo de la vida educativa continuaba. 

Otros estudiantes, los que opositaban al Cuerpo de Maestros, ocupaban el patio, los pasillos, las clases… Sus rostros tensos y esperanzados nos recordaban nuestras propias experiencias en el pasado como opositores y opositoras. Al lado de estos pequeños retazos de memoria que forman parte de nuestra vida profesional y personal, se hallan las grandes historias, las que protagonizaron quienes dejaron un importante legado. Es el caso de María Moliner, que también fue opositora.

Precisamente, el 14 de julio, se cumplieron cien años desde que aquella joven, nacida en Paniza, aprobó las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, junto con dos compañeros del Estudio de Filología de Aragón, del que ella fue secretaria redactora, Luis Boya y Pilar Lamarque. Aquellas oposiciones, iniciadas el 16 de mayo, se realizaron en Madrid, en la Sala de Lectura del Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, y le permitieron conseguir su primer destino en el Archivo General de Simancas el 19 de noviembre. Así, cumplió el sueño de conseguir un empleo estable y apasionante, pero se alejó de su deseo de permanecer en Zaragoza. Una nueva etapa empezó para ella, como lo hará para aquellos aspirantes a docentes que, entre ráfagas de calor, palabras y pruebas, estos días comparten el sueño de María Moliner.

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