Agarrarse a la vida
Los ojos se le empañan cuando lo cuenta: la chica comió con sus padres el domingo y nada hacía presagiar que sería la última vez que compartirían mesa y mantel con ella. Al día siguiente se quitó la vida. Era la hija de uno de sus mejores amigos. Muy joven, de la misma edad que su propio hijo. "¿Cómo se sobrevive a una tragedia así?", se pregunta el hombre, visiblemente afectado.
Los casos de suicidio, primera causa de muerte entre los jóvenes españoles, se han incrementado desde que se desató la pandemia. Y ello sin contar los que no se consuman. Se trata de un grave problema de salud mental que no distingue entre sexos ni edades, nivel educativo ni ingresos, creencias religiosas ni orientación sexual. Un grave problema mental que, como denuncian los supervivientes, para prevenirlo debe salir cuanto antes del armario.
Desde ayer está en funcionamiento un teléfono para que puedan agarrarse a la vida las personas con riesgo de conducta suicida: el 024. Es una línea gratuita, anónima, no deja huella, es confidencial y funciona las 24 horas del día. Al otro lado hay psicólogos y técnicos de emergencias para evaluar el riesgo.
No está de más esta nueva herramienta, pero urge un plan integral de ayuda a las personas que sufren este tipo de enfermedades invisibles. Las unidades de atención a estos trastornos están saturadas por la escasez de psicólogos, psiquiatras y otros profesionales capaces de echar un cabo a los afectados para que inicien la remontada.
Quien se plantea el suicidio quiere dejar de sufrir, no de vivir. Hay que darle la oportunidad de aliviar ese sufrimiento, de aferrarse a la vida.
