El Teatro Romano

Teatro Romano de Zaragoza.
El Teatro Romano de Zaragoza.
Guillermo Mestre

El descubrimiento, o reencuentro, del Teatro Romano de Zaragoza se produjo hace cincuenta años. 

En ese momento empezaron las investigaciones. Cuando la propietaria del solar –la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, actual Ibercaja– lo cedió en 1997 al ayuntamiento es cuando comenzó su adecuación hasta la situación actual. Desde ese momento, el ser vecino con vistas al monumento, me ha permitido seguir con detalle todos los trabajos; su evolución desde las estructuras rodeadas de hierbajos hasta el mantenimiento y cuidado correcto.

Hoy es un conjunto perfectamente visitable y con museo incorporado, pero en los años anteriores a decidir cómo se quería adecuar el monumento no estaba tan claro cómo se mostraría al público. De hecho, a la casa contigua al Teatro, en la calle Verónica, se la dotó de una galería muy amplia que daba a las ruinas del Teatro para permitir en el futuro su contemplación, aunque fuera a cierta distancia. Luego no fue utilizada esa galería porque se decidió que fuera totalmente visitable.

Hoy es una visita obligada de muchos zaragozanos y de cuantos visitan nuestra ciudad y quieren conocer su pasado romano. La media anual de visitantes es de más de 80.000. Sin duda, es un reclamo importante, como lo ha sido también la Aljafería tras su restauración. Tuvo más suerte el Teatro que los importantes restos romanos de la plaza del Pilar, descubiertos cuando se remodeló la plaza y se construyó el gran parking, muy necesario, sin duda. Hubiera merecido una mayor consideración el estudio de qué se podía hacer, de qué alternativas existían. Aquel capítulo se cerró velozmente, sin mucho debate.

La decadencia definitiva del Teatro Romano comenzó cuando en el siglo III se le van quitando piedras y sillares para reutilizarlos en las murallas de la ciudad. Hasta nuestros días el monumento vivió en el olvido. Se derribaron las casas muy modestas que se levantaban en el solar, con sus callejas de trazado medieval, así como una parte importante de la Residencia de Jesuitas, junto a la Iglesia del Sagrado Corazón y que daba a la calle de Pedro Joaquín Soler. Se colocó la gran cubierta de 25 metros de altura, discutida por algunos en su momento, pero que sin duda ha protegido los restos del deterioro. El Teatro Romano de Zaragoza es de las realizaciones de las que una ciudad puede sentirse satisfecha.

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