¿Quién pagará qué?

¿Quién pagará qué?
¿Quién pagará qué?
POL

La semana pasada los medios de comunicación se hicieron eco de unas declaraciones del presidente Sánchez mientras se encontraba en Versalles. 

Por lo que repetían, no le pareció bien el pacto de gobierno alcanzado en Castilla y León. Además de recalcar, como otros muchos, que es una "pésima noticia" se detuvo en enfatizar que "el PP pagará caro abrir la puerta del Gobierno a la ultraderecha".

El ascenso político de Vox no es una buena noticia, pero no parece coherente que
critiquen su entrada en un gobierno quienes están gobernando con el apoyo de los
filoterroristas de Bildu

No fue el único en pronunciarse, cada bando colocó su mensaje. Se desplegaron los distintos ‘argumentarios’ construidos por los aparatos de propaganda de los partidos. Utilizaban el acuerdo del presidente del PP en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, con Juan García-Gallardo, candidato de Vox a la Junta, como ‘objeto político arrojadizo’ por no decir ‘pedrada política’. Su función retórica es doble. Por un lado, se agrede al adversario, por otro, se intenta convencer a la audiencia. Lo primero es obvio, lo segundo va camino de ser imposible. En la práctica, se incrementa la polarización, se amplifican las emociones, se estimula a los seguidores y se cava una trinchera más honda con los ajenos. Así, cada vez resulta más difícil buscar espacios de concertación y consenso, lo cual sí que es una pésima noticia. Tal como está el mundo –con la guerra de Putin rompiendo el tablero geopolítico– y tal como está nuestra economía, más nos valdría que nuestra clase política cambiase de dinámica. Si no es así quienes pagaremos los platos rotos seremos la gente de pie, la ciudadanía española.

De hecho, ya estamos pagando más que el resto de los vecinos europeos y no se ve el final de este túnel. No hemos salido de la pandemia provocada por el virus de Wuhan y se desboca la guerra aquí al lado, pillándonos completamente a contrapié. Con un gobierno de coalición que ha convertido la crisis económica en una dolencia social crónica. Pero ¿qué se puede esperar de Sánchez, doctor en Economía de aquellas maneras y más mentiroso que el propio Vladímir Putin o Pinocho juntos? ¿Cuántas veces ha cambiado de idea Sánchez por no decir cuántas veces ha mentido? ¿Cómo puede reprochar nada a nadie argumentando que peligra la democracia si él en sí mismo es ya un peligro democrático? ¿Cómo puede pedir un ‘cordón sanitario’ para nadie cuando él mismo resiste en el gobierno con la ‘coalición Frankenstein’ no precisamente ejemplo de nada? ¿Cómo es posible que el PSOE hable de democracia manteniéndose en el gobierno pactando con Bildu, como bien sabemos, marca ‘blanqueada’ de ETA? ¿A quién quiere confundir?

La extrema polarización perjudica la democracia

Salvo que tengamos amnesia, es más fácil ponerse del lado de Ortega Lara que de sus secuestradores. Es más normal ponerse del lado de las víctimas de los atentados que de quienes los cometieron. Y resulta contradictorio acusar a quienes no han gobernado todavía que a quienes llevan años sacudiendo la ‘higuera de Guernica’ para recoger las nueces que facilitaba el terrorismo o esos que siguen con la matraca del ‘procés’. Como también resulta cómico, por no decir trágico, que se considere ‘antidemocrático y antisistema’ a quienes juegan dentro del marco constitucional frente a quienes de partida se quieren cargar el sistema y, si consiguieran gobernar, emularían al partido comunista ruso.

Vox es tan monstruoso para unos como Unidas-Podemos para otros. Y ambos extremos están encantados de ampliar la distancia entre sus posiciones. No está nada claro que en las siguientes elecciones Vox vaya a menos y pierda votos en este escenario político español. Para quienes nos gusta esta España de las autonomías como forma federal de Estado, para quienes nos parece mejor la subsidiariedad y la solidaridad entre los distintos territorios, no es buena noticia que prospere. Sin embargo, es fácilmente comprensible. Se va a producir un vuelco en el mapa político español a corto plazo. Las políticas sanchistas con su capitalismo de amiguetes, su desigualdad práctica, su fiscalidad confiscatoria y sus dinámicas polarizantes, lejos de conseguir una coalición de gobierno constitucionalista están alimentando dinámicas peligrosas. Esta España nuestra que hemos construido como Estado social y democrático de derecho no es irreversible. Si no la cuidamos, nos tocará pagar una factura que ni nos imaginamos.

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