Por
  • José Miguel Palacios

Sheffield y la vivienda social

Opinión
'Sheffield y la vivienda social'
Pixabay

Durante más de un siglo, Sheffield fue considerada la capital británica del acero, pero su tejido industrial quedó gravemente dañado en la crisis de los años setenta. 

Es una ciudad de tradición obrera y en ella podemos encontrar muchos de los elementos que caracterizan la cultura de la ‘working class’ del norte de Inglaterra. Como el ‘snooker’, una modalidad de billar; como la música pop (Joe Cocker era de Sheffield), o como la extensa red de viviendas sociales.

Con una población de menos de 600.000 habitantes, el municipio de Sheffield posee casi 40.000 viviendas sociales de alquiler (‘council homes’). Y aunque el mercado local no está nada ‘tensionado’, como se dice ahora, el Consejo Municipal proyecta construir a lo largo de la década 3.100 nuevas unidades. Suficiente para dar alojamiento a una población como las de Alagón o La Almunia.

No son grandes. En el Reino Unido, cada autoridad local establece sus propias reglas para la asignación de viviendas sociales, pero, en general, se tiene en cuenta el número de dormitorios que la unidad familiar necesita. Por ello, la mayoría de las viviendas sociales de Sheffield son de reducidas dimensiones y más de un tercio disponen de un solo dormitorio o de ninguno (estudios). Se trata, pues, de ‘soluciones habitacionales’, como las que la ministra Trujillo propuso en España en 2004 y la opinión pública rechazó entonces con indignación.

Un esquema tan ambicioso de vivienda social requiere inversiones cuantiosas a lo largo de décadas. Como en una democracia la alternancia política es lo natural, ha sido necesario que los dos grandes partidos compartieran el objetivo y, en líneas generales, coincidieran en la forma de alcanzarlo, por más que cada uno de ellos haya introducido cambios de acuerdo con sus preferencias. Así, aunque las bases del moderno Estado social británico fueron establecidas por los laboristas, algunas de las características más notables del actual sistema se deben a los conservadores y surgieron en los años ochenta, con Thatcher.

Una de las novedades más importantes de la época de Margaret Thatcher es que a partir de 1980 los inquilinos de viviendas sociales están autorizados a adquirir las que ocupan y disfrutan para ello de importantes descuentos. Como consecuencia, Sheffield, que llegó a disponer de 70.000 viviendas municipales, se ha quedado con menos de 40.000.

No es fácil encontrar solución al problema de la vivienda, pero, como muestra el ejemplo de Sheffield, en el Reino Unido llevan décadas haciendo un esfuerzo

Por otra parte, la legislación introducida por los conservadores favoreció que la promoción de obra nueva pasara de los municipios a las ‘housing associations’, asociaciones sin ánimo de lucro que se dedican a construir y gestionar viviendas sociales y que para financiar sus proyectos utilizan en parte fondos públicos. En estos momentos, el total de viviendas ofertadas en Sheffield por ‘housing associations’ se acerca a 20.000, es decir, casi un 50% de las que, por su parte, ofrece el municipio.

Se dice a menudo que un programa ambicioso de vivienda social ayuda a resolver el problema de las importantes alzas de precios que se observan en algunas zonas (las famosas ‘áreas tensionadas’), pero la experiencia británica no parece confirmarlo. En Sheffield, desde luego, los precios del alquiler libre son bastante asequibles, pero ello se debe, sobre todo, a que la población de la ciudad está estancada desde 1941. En una zona demográficamente más dinámica, como Londres, el alquiler medio ha subido un 40% durante los últimos quince años, a pesar de la existencia de un importante parque de viviendas sociales. Así, la renta mensual de una vivienda de dos dormitorios situada en Londres propiamente dicho (‘Inner London’) ascendía en diciembre de 2020 a una media de 1.976 libras (2.150 euros). En estas condiciones, por muchas viviendas sociales que se construyan siempre serán insuficientes. Ayudan, desde luego, a aliviar la situación de los más vulnerables, sobre todo los de origen inmigrante, pero sirven de poco a sus originales beneficiarios, la clase obrera tradicional, que tiene un acceso muy limitado a ellas.

Como todos sabemos, no es nada fácil encontrar una buena solución al problema de la vivienda. Pero los británicos, al menos, se han puesto a ello y llevan muchas décadas haciendo grandes esfuerzos para conseguirlo.

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