La perfidia de Tigelino

Opinión
'La perfidia de Tigelino'
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La traición nunca tuvo buena reputación, pero suele recibir suculentas recompensas. 

La antigua palabra ‘tránsfuga’ procede del latín, y es pariente del verbo ‘huir’, de ‘fugaz’ y ‘subterfugio’, en alusión a las excusas que encubren la turbia trastienda de los cambios de bando. Desde hace milenios, el transfuguismo político es un acto tan criticado como acostumbrado.

En Roma, el prefecto Tigelino fue uno de esos personajes de fama infame que logran cabalgar durante siglos a lomos de su propia caricatura. Tiene un papel importante en la trama de la película Quo vadis? y, en España, incluso dio título a un tebeo de El Jabato: La perfidia de Tigelino. Este compañero de juergas de Nerón se dedicaba a criar caballos de carreras. El emperador lo puso al frente de sus guardaespaldas, la Guardia Pretoriana, y, desde entonces, corrieron rumores constantes sobre sus intrigas y orgías. El astuto conspirador supo mantenerse al abrigo del poder mientras caían en desgracia otros consejeros de la corte: Séneca fue obligado a suicidarse, Burro murió envenenado. Sin embargo, cuando la suerte de Nerón empezó a tambalearse, Tigelino lo abandonó y alentó la rebelión de los pretorianos. Al alistarse en las filas adversarias, se ganó los favores del siguiente emperador. En tiempos revueltos, siempre hay voluntarios dispuestos a acudir en ayuda del vencedor.

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