La ley como molestia
Como si hubiera sido investido previamente por Chomski antes que por el Congreso, Pedro Sánchez subió a la tribuna urgido por mostrar sus nuevas habilidades con el lenguaje como medio eficaz para intentar cambiar y moldear la terca realidad. Habló de la necesidad de "retomar la política y dejar atrás la judicialización del conflicto", y añadió que la "ley por sí sola no basta". El problema del mensaje emerge cuando las palabras emboscan una realidad indestructible, aunque se pretenda ocultar bajo el efecto narcotizante de un predicado construido para retorcer la verdad. No es cierto, pese a lo que proclama Sánchez con la solemnidad que le exigen los secesionistas, que exista una judicialización del "conflicto político" en Cataluña, como no lo era en el País Vasco, antes y después del terrorismo etarra. Lo que existe, en verdad, es la aplicación de la ley en un Estado de derecho como base de las garantías democráticas bajo el amparo de la Constitución. La norma, jamás en un país libre emerge como una argolla salvo que moleste para intentar reventarla en defensa de pactos ocultos o en fines no confesados. La intranquilidad que emerge del pacto con ERC y de la anuencia de Bildu ni es una cuestión de la izquierda ni de la derecha. Es un hecho grave que debería merecer la reflexión de todos.