Juan Antonio Tello; "En Boris Vian, vida y poesíaforman un todo inseparable"

Este zaragozano y traductor de La Almunia se ha trasladado a trabajar en Tánger con una valiosa novedad bajo el brazo, la ‘Poesía completa’ de Boris Vian, que ha publicado en Renacimiento

El traductor almuniense Juan Antonio Tello.
Juan Antonio Tello; "En Boris Vian, vida y poesíaforman un todo inseparable"
Zoe Tello

¿Qué lugar ocupa la poesía en la obra de Boris Vian?

Como digo en el prólogo de esta edición, cuantitativamente ocupa un lugar pequeño, algo más de dos centenares de poemas escritos en el trascurso de las décadas de los 40 y 50, divididos en cinco colecciones, de las que solo dos vieron la luz en vida de Boris Vian. Cualitativamente, su obra literaria está impregnada de poesía y muchos de los temas tratados en sus poemas reaparecen tanto en sus novelas como en sus obras de teatro. Vida y poesía forman un todo difícilmente separable.


¿Existe relación entre su poesía y su condición de cantautor?

Sí, totalmente. De hecho, algunos de sus poemas pasaron a ser canciones y viceversa. En la edición de las ‘Obras completas’ de Fayard, de donde parte mi traducción, algunas piezas aparecen tanto en el volumen de poesía como en el de canciones, prueba inequívoca de que a veces es muy complicado establecer diferencias entre géneros. Tal vez el caso más famoso sea ‘El desertor’, un canto procivil que Vian paseó en sus giras por Francia y Bélgica. No es en todo caso el único.


¿Cuántos libros escribió y publicó en vida?

Si pensamos que toda su obra fue publicada en dos décadas, la obra literaria de Boris Vian puede calificarse de monumental, al tiempo que sorprenderte. Dos centenares largos de poemas, más de 500 canciones, cinco novelas, cuatro novelas negras, buen número de relatos, cuatro obras de teatro (se lo digo de memoria), escritos sobre jazz, sobre ciencia ficción, traducciones de novelas anglosajonas, etc.


Tuvo una vida breve, de apenas 40 años. ¿Cómo es la poesía de Vian?

Una parte de la crítica calificaba su novela de poética y su poesía de prosaica. Esta aparente paradoja no debe ocultar una sensibilidad literaria de primer orden. Vian empieza a escribir sonetos cuando ya nadie lo hacía en Francia, si exceptuamos algunos nombres concretos que no servirían para marcar una tendencia, a pesar de que Louis Aragon, unos años después, intentara lo contrario queriendo elevar el soneto a la altura de canto nacional. Pero Vian lo hace con una intención meramente lúdica, dinamitando este marco noble desde el interior y sirviéndose de él para disfrutar del arte de versificar. Luego seguirán, ya a finales de los años 40, dos colecciones difícilmente calificables, ‘Barnum’s Digest’ y ‘Cantinelas en jalea’, la primera fruto de su colaboración con el pintor y dibujante Jean Boullet, la segunda en plena efervescencia de Saint-Germain-des-Prés.


Dejó mucha poesía inédita, entonces, ¿no?

‘No quisiera palmarla’, publicada a título póstumo, puede ser considerada como su obra cumbre si hablamos estrictamente de género poético, escrita en un periodo difícil de su vida, acuciado por las consecuencias penosas del escándalo que había provocado en una Francia ultraconservadora la publicación de su novela negra ‘Escupiré sobre vuestra tumba’ y por la escasa repercusión de sus últimas novelas, de tirada reducida y mal distribuidas. A todo ello hay que añadir un buen puñado de poemas que salpican aquí y allá una vocación intermitente en cuanto a dedicación pero firme en su espíritu.


¿Pertenecería a alguna corriente específica?

De su obra no puede deducirse adscripción alguna, si no es la que tuvo voluntariamente con el Colegio de Patafísica, pero sí podemos vincularlo con nombres propios como Raymond Queneau y Jacques Prévert, amigos y compañeros del Colegio de Patafísica, y vecino este último en Cité Veron, sobre los tejados del mítico Moulin Rouge. Desde un punto de vista diacrónico, la obra de Vian pertenece a una estirpe de la literatura francesa que tiene picos a lo largo de su historia, algunos de los cuales se llaman nada menos que François Rabelais o Alfred Jarry.


¿Qué dificultades entraña un proyecto así al que le ha dedicado una larga década?

La publicación de la ‘Poesía completa’ de Boris Vian culmina un trabajo que comencé el año 2000 y que ahora, más de una década después, toca a su fin. Entre tanto, ha habido unas primeras versiones de ‘No quisiera palmarla’ (2003) y de ‘Barnum’s Digest’ y ‘Cantinelas en Jalea’ (2005), publicadas en Hiperión, un dossier dedicado al autor en el número 70 de la revista ‘Turia’, artículos y conferencias sobre su obra, tanto desde el punto de vista literario como desde el de la traducción.


Dicho de otro modo, ¿qué le ha supuesto traducir a Boris Vian?

Traducir a Vian es la prueba de fuego con la que todo traductor puede encontrarse en un momento dado. Las características de su lenguaje poético hacen que en ocasiones sea extremadamente difícil, si no imposible, encontrar una solución definitiva a los problemas lingüísticos que plantea, pero, después de darle muchas vueltas, estoy relativamente contento del resultado final.


¿Cuál sería la vigencia de este fascinante personaje, por qué nos sigue interesando?

Después de haber trascurrido 75 años de su muerte, y pasado el gran interés que suscitó su literatura entre el gran público en los años 60 y 70, asociado sin duda a ese espíritu de libertad que se respira en toda su obra, puede decirse que, considerado ya como un clásico heterodoxo del siglo XX francés, su literatura no ha envejecido y sigue atrayendo a sucesivas generaciones de lectores. Algo tendrá. Y ese algo para mí es principalmente su gran espíritu poético y esa capacidad que posee de crear universos radicalmente personales.