Las primeras brazadas: cuanto antes, mejor

Tiempo, dedicación y una gran variedad de ejercicios son la clave para saber desenvolverse en el agua

Las tablas, churros o pelotas son un clásico en las clases de natación.
Las primeras brazadas: cuanto antes, mejor
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Saber desenvolverse en el medio acuático. O lo que es lo mismo, aprender a respirar, a flotar, a nadar y a tener autonomía de movimientos. Este es uno de los deberes que, según los expertos en natación y pediatría, deben ponerse los padres para que sus hijos se familiaricen sin problemas con el agua durante las primeras etapas de su vida.


Desde los primeros meses a los tres o cuatro años, es fundamental que los pequeños entren en contacto con el agua. Es un escenario que no conocen y al que deben perder el miedo de forma natural y progresiva. Un lugar en el que descubrir nuevas experiencias y divertirse. "Lo primero es la familiarización. Que el niño esté a gusto en un medio que no es el suyo, que no le moleste el agua en los ojos y los oídos, que se sienta libre y tranquilo", apunta Juanjo Lersundi, director técnico de la Federación Aragonesa de Natación, para quien bañar a los niños en la piscina es recomendable cuando cumplen aproximadamente 6 meses y ya tienen el sistema inmunológico fortalecido.


El trabajo desde que los pequeños se meten al agua hasta que aprenden a nadar no se divide en fases estancas, pues se trata de un aprendizaje de distintas habilidades que van de la mano. Como señala Lersundi, se empieza desarrollando la flotación y la respiración: "En el agua, generalmente, respiramos por la boca y fuera estamos acostumbrados a hacerlo por la nariz. Esto hay que trabajarlo junto a la flotación, con sencillos ejercicios en los que se coge aire fuera del agua y se respira en ella".


El siguiente paso es aprender a  propulsarse. Para que los niños logren moverse dentro del agua, hay que trabajar con los brazos y las piernas. "Darse un empujón en la pared o impulsarse en el suelo de la piscina son algunos de los ejercicios con los que aprenderán a irse moviendo en el medio acuático", señala el director técnico de la Federación Aragonesa de Natación. En esta fase, controlar la respiración es fundamental para evitar que el cansancio aparezca demasiado pronto. 


Uno de los momentos más divertidos de las clases de natación llega con la zambullida, cuando los pequeños empiezan a practicar los saltos tirándose al agua de mil formas y maneras. Y, por último, toca adquirir las habilidades motrices básicas: aprender a nadar crol, espalda, braza y mariposa. "Las salidas de competición, tirarse al agua de cabeza, no hundirse demasiado, así como aprender movimientos de natación deportiva como tocar la pared, parar y dar la vuelta" también son, para Lersundi, habilidades específicas que se aprenden poco a poco.


No se trata de adquirir una técnica perfecta y definida, sino de avanzar en los conocimientos acuáticos: al final del proceso, el niño habrá aprendido a controlar el cuerpo en el salto, los giros o las volteretas y a dominar los lanzamientos y recepciones de objetos en el agua.