Ricardo Piñero: "Tu trabajo sirve para mejorar la vida de los demás"

El catedrático de Estética de la Universidad de Navarra, junto a la rectora, María Iraburu, ofrece este jueves una charla en el Patio de la Infanta

Ricardo Piñero, en el campus de la Universidad de Navarra.
Ricardo Piñero, en el campus de la Universidad de Navarra.
Manuel Castells/Universidad de Navarra

El Patio de la Infanta de Fundación Ibercaja de Zaragoza es escenario este jueves (19.30) de uno de los 'Alumni Meeting' que organiza periódicamente la Universidad de Navarra. Se trata de encuentros en los que la institución educativa mantiene relación con sus graduados. Habitualmente tienen contenido cultural, por lo que están abiertos al público. La cita es a las 19.30, y en ella participarán Ricardo Piñero, catedrático de Estética de la Universidad de Navarra, y su rectora, María Iraburu. El tema, de máxima actualidad: 'Trabajo y vida: la revolución pendiente'. Lo abordará Ricardo Piñero.

Viene a Zaragoza para hablar de trabajo y vida. ¿Son compatibles?

Muchos piensan que el trabajo es una carga, una condena; pero, en realidad, tu trabajo sirve para mejorar la vida de los demás.

Nadie trabaja por gusto.

Eso es cierto... y no lo es. Si pudiéramos elegir entre trabajar o no, casi todos elegiríamos lo primero. Otra cosa es que haya trabajos extenuantes, mal pagados o poco estimulantes. Pero hombres y mujeres no sabemos estar quietos, todos queremos hacer cosas.

La ‘revolución pendiente’ de la que hablará en su charla, ¿vendrá por la inteligencia artificial?

No lo creo. El desarrollo tecnológico nos acompaña desde hace siglos y, desde las primeras herramientas que se inventaron hasta el ‘boom’ de lo digital, todo ha llegado para ponernos las cosas más fáciles pero no hemos dejado de trabajar. La verdadera revolución pendiente es recuperar el trabajo para que tenga un sentido.

Con la IA trabajaremos menos y tendremos más vida propia.

La mente humana es insustituible; las máquinas no hacen nada por sí solas. La clave de la inteligencia artificial está tanto en los datos que le has proporcionado como en las preguntas que le haces. Los seres humanos somos sujetos de acción verdadera, y por eso a una máquina no le puedes pedir responsabilidades por un error. Puedes pedirlas, en todo caso, al humano que la ha diseñado o programado. A mis estudiantes les prohíbo el uso de ordenadores y teléfonos móviles porque quiero que hagan uso de su inteligencia ‘natural’. Si no sabemos privarnos de algunas herramientas, acabamos desatendiendo capacidades que nos son propias.

Tengo la sensación de que si viviera 30 años más la inteligencia artificial acabaría quitándome el trabajo. Usted igual se salvaba.

Si usted y yo viviéramos 30 años más, lo mejor que nos podría pasar es que estuviéramos jubilados y hubiéramos encontrado otra forma de mejorar la vida de los demás, en definitiva, otro ‘trabajo’. Pero no sé si yo me salvaría: seguramente podrían programar un avatar que impartiera mis clases. La Universidad de Navarra investiga y trabaja con inteligencia artificial, y no hace mucho me hicieron unas pruebas. Me tomaron varias filmaciones y después pude verme con mi físico, con mi voz, hablando perfectamente idiomas que desconozco. Es algo que sorprende e inquieta, y más porque la inteligencia artificial no es el futuro sino el presente, y va a afectar a todas las ocupaciones. Espero que el sentido común perdure.

Antes hablaba de herramientas útiles. Hoy muchas de ellas no llegan a toda la sociedad.

Porque hemos llegado a un punto en que resulta muy difícil seguir la velocidad de los avances tecnológicos y hay un sector de la población que no puede con ellos. Aunque hay mayores que sí se han incorporado al mundo digital, es indudable que la brecha digital existe.

Hace unas semanas publicaba ‘El bosque de los filósofos’, donde glosaba la vida y obra de algunos pensadores. ¿Puede ayudarnos hoy Agustín de Hipona?

Todos tenemos algo interesante que decir, y a los filósofos se nos supone una cierta altura de pensamiento, o al menos se cree que pensamos lo que decimos, que ya es importante. La inteligencia, el saber, nunca se pasan de moda, así que un filósofo del siglo V, como Agustín de Hipona, puede sernos muy útil, sobre todo cuando el progreso no lo podemos ni debemos medir con los datos del desarrollo económico sino con la calidad de vida de los que nos rodean.

El título de su libro anterior lo dice todo: ‘Elogio del pensar’.

Vivimos en una civilización sensitiva, en la que damos más importancia a las sensaciones que a la realidad, en la que muchos jóvenes prefieren sentir a pensar, y en la que, ante una cuestión que se plantea, se suele acabar creyendo que el interlocutor está equivocado pero que, bueno, si él lo ‘siente’ de una manera determinada, hay que respetar su opinión. Y es un error: una opinión solo sirve de algo si está justificada. Las malas opiniones no sirven de nada y la calidad de tu pensamiento es directamente proporcional a la de tu vida. Tenemos que conseguir que nuestros jóvenes piensen lo que les dé la gana, pero con calidad.

Como catedrático de Estética, qué mundo más feo nos está quedando, ¿no?

Tenemos que recuperar la belleza en toda su extensión. Si teclea ‘belleza’ en Google todas las imágenes que devuelve el buscador son de chicas jóvenes que se maquillan; a eso se ha reducido. La belleza es un concepto que se ha ido apartando de nuestra sociedad desde principios del siglo XX porque las vanguardias pensaban que era una cosa acabada. Pero todo lo que hagamos por incorporar a nuestras vidas la belleza, el bien y la verdad nos hará más felices.

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