LIBROS Y MÚSICA. OCIO Y CULTURA

Miqui Otero, escritor: "Sergio Algora ha sido muy importante para mí desde hace años"

El autor barcelonés, de origen gallego, presentó en la librería Cálamo 'Orquesta' (Alfaguara), una novela coral donde habla la música misma

Miqui Otero, antes de conversar con Heraldo.es, fue a ver el jardín de Sergio Algora, en la Harinera de San José.
Miqui Otero, antes de conversar con Heraldo.es, fue a ver el jardín de Sergio Algora, en la Harinera de San José.
Olvier Duch.

ZARAGOZA. El llorado y recordado Félix Romeo Pescador (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) dijo, tras una polémica, que “todos los escritores eran aragoneses” y probó la genealogía de muchos de ellos nacidos, en apariencia y en la realidad, en tierra extraña. Miqui Otero (Barcelona, 1980) también lo es. O podría ser aragonés. Por muchas razones: ha cosechado elogios de Irene Vallejo, que dijo de ‘Simón’, su novela anterior, que “era un fascinante homenaje a los libros como refugio, educación sentimental, forja de amistad y herramienta para sembrar futuros”, por poner un ejemplo, pero además Miqui Otero es un seguidor acérrimo o intenso de Sergio Algora y de su grupo El Niño Gusano. Tanto que en su novela anterior colocó unos versos proféticos suyos.

Pero la cosa va más allá: ayer, en un tiempo muerto de entrevista en entrevista en radio y prensa, Miqui Otero quiso ir al jardín de Sergio Algora, en la Harinera de San José. “Ha sido muy importante para mí desde hace años. Me acompaña. Todo empezó de un modo muy literario: cuando yo era muy joven, soy hijo de maestros lucenses, quise colaborar y hacer prácticas en ‘El Progreso’ de Lugo. Fui a ofrecerme y me dijeron que ya había otro Miguel Otero, que escribía en deportes. Yo quería escribir en cultura, hacer reportajes y reseñas. Me dijeron que tendría que ser Miguel Otero II; elegí Miqui Otero. Nos dijeron que nos tenían que presentar…, pero eso no se dio. Y un día, en una fiesta del diario, vino la novia de Miguel Otero y me dijo que su chico era idiota, un apocado o tímido, y me dio una cinta grabada de El Niño Gusano, que le gustaba mucho”. Así empezó una doble historia fascinante: los dos Miguel se hicieron muy amigos y colegas, y los dos vieron que tenían muchas cosas en común, entre ellas la música de Sergio Algora.

“Esta es una novela coral centrada en una verbena, que es un lugar de encuentro, o en varias verbenas, que entrañaba muchas cosas, entre ellas la huella intergeneracional. En la verbena conviven desde el señor de 105 años al feto que lleva una madre en el vientre, o la pausa, el aplazamiento de las emociones un año a otro año", dice Miqui Otero

“Lo que son las cosas. Sergio Algora me ha acompañado desde entonces. Miguel, por esos latigazos de la vida y del azar, murió con 29 o 30 años. Tenía un vinilo del grupo, lo dejó fuera de la caja y se estropeó un poco por el polvo. Lo ponía a veces, y a trancas y barrancas, sonaba. Después de la muerte de Miguel, como si fuera un auténtico milagro o el efecto de haberlo limpiado con insistencia, empezó a sonar. Luego escuché más cosas suyas, adquirí sus poemarios, sus textos”, dice Miqui, un poco emocionado. 

El temblor persiste de algún modo: “¿Que si conocí a Sergio? Lo conocí, lo conocí, en un concierto en Vilanova i la Geltrú. Claro. Pero quise hacerme el gracioso, el simpático o no sé qué, y metí la pata. Quise darle a entender que lo seguía, que conocía muchos de sus poemas, que era un fan absoluto, etc., y no sé lo que hice que todo salió más bien mal”, explica, y recuerda, claro que sí, que su en novela ‘Orquesta’ –que presentaba ayer en Cálamo con la periodista y escritora Aloma Rodríguez– es muy importante la música y que incluso la música habla, cuenta a través de sus sonidos y canciones (“yo pensaba que las canciones que oía en mis pueblos de veraneo eran las más famosas del mundo y no, claro que no. Luego descubrí que también había conexiones con la emigración, a través de temas tropicales, las habaneras, los tangos, etc.”), salvo cuando deja de sonar la orquesta: entonces se produce el silencio y abundan o menudean los secretos.

“Yo pensaba que las canciones que oía en mis pueblos de veraneo eran las más famosas del mundo y no, claro que no. Luego descubrí que también había conexiones con la emigración, a través de temas tropicales, las habaneras, los tangos, etc."

‘Orquesta’ es muchas cosas. De entrada, es “una novela muy gallega, en la que es posible ver y oír los ecos de Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela, el Eduardo Blanco Amor de ‘La parranda’ y de Álvaro Cunqueiro, presente un juego, que al parecer él practicaba, con un vaso de agua, unas gotas de aceite, un palillo y la idea del universo”, dice, e insiste en algo que sí es capital: las leyendas de Galicia mezcladas con la realidad, la convivencia de lo rural y lo urbano, “sin sublimar ninguna de las dos cosas., sin oponer una a la otra”, y también el binomio de la narración oral -“que es el principio de todo, también de mi propia escritura. Hay muchos escritores anónimos que no saben que lo son”, apunta-, y la literatura más elaborada, que mezcla términos en gallegos, la erudición y fragmentos de canciones en inglés, así como elementos de la ambición estilística del autor. “He intentado hace una novela honesta. No quería que pareciera que soy el chico de Barcelona que se deja caer sin más en el campo gallego: es un mundo que conozco y he trabajado con muchos autores, especialmente con el escritor y estudiosos Ramón Reimunde, que me enseñó muchos lugares”. Miqui Otero sitúa su lugar imaginario en las tierras lucenses de Valadouro.

“Esta es una novela coral con muchos personajes, muy distintos, entre los que hay poco de todo. Ese Conde, sofisticado, dueño de casi todo y también del castillo; esa mujer que surge del pueblo como Placeres Fiallega, que experimenta la violencia y el desprecio; el camionero Ventura, homosexual, que no encuentra su sitio pero que al final, por diversos guiños, hace pensar en el artista Ocaña que se disfrazaba de mujer y salía a las Ramblas”, señala. Y, entre otros ellos y más, ese Niño de Bici Roja, que parece una aparición. “Esta es una novela coral centrada en una verbena, que es un lugar de encuentro, o en varias verbenas, que entrañaba muchas cosas, entre ellas la huella intergeneracional. En la verbena conviven desde el señor de 105 años al feto que lleva una madre en el vientre, o la pausa, el aplazamiento de las emociones un año a otro año, por decirlo así. Yo no quería hacer una novela basada en monólogos, no. Por todo todos los personajes hablan con otro, con alguien como ese Niño de la Bici Roja, que es un interlocutor”.

Miqui Otero toca muchos temas: la huella de la música y las orquestas, la rivalidad de los pueblos, los personajes excéntricos, la violencia sexual, el caciquismo...
Miqui Otero toca muchos temas: la huella de la música y las orquestas, la rivalidad de los pueblos, los personajes excéntricos, la violencia sexual, el caciquismo...
Oliver Duch.

En la novela hay muchas cosas: venganzas, amores prohibidos, muertes, maquis y, sobre todo en las primeras páginas, una crónica de la posguerra. La poesía de Rosalía de Castro está especialmente viva y en particular ese poema revolucionario que es ‘A xustiza pola man’ (la justicia por la mano). “Una idea del libro, clave para mí, es que aunque de Rosalía se habla mucho es una joven, con sus ‘converse’ ensangrentadas quien le hablará de la impactante pieza del libro ‘Follas novas’ a Placeres Piallega, uno de los grandes personajes de la novela que lleva unas zuecas, octogenaria y madre soltera.

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