entrevista

Mamen Horno Chéliz: "Saber utilizar bien el lenguaje nos lleva a ser mejores ciudadanos"

Está convencida: "Si queremos ser una sociedad democrática, todos debemos tener un lenguaje rico, con muchas palabras".

Mamen Horno Chéliz, profesora del área de Lingüística General de la Universidad de Zaragoza
Mamen Horno Chéliz, profesora del área de Lingüística General de la Universidad de Zaragoza
Oliver Duch

Nacida en Madrid en 1973, Mamen Horno vino a Zaragoza con tres meses. Es licenciada en Filología Hispánica y Psicología y doctora en Lingüística. Da clases de Lingüística General en la Universidad de Zaragoza y es vicedecana de Profesorado e Innovación de la Facultad de Filosofía y Letras. Publica el libro ‘Un cerebro lleno de palabras’ (Plataforma Editorial).

¿Cómo acabó en Filología Hispánica aquella chica que quería ser periodista?En casa, no hubo posibilidad de irme a estudiar fuera, así que la Mamen de 17 años le escribió una carta al alcalde, no recuerdo ni quién era, diciendo que si iban a poner Periodismo en un año, yo aprovechaba para sacarme el carné y me esperaba. Nunca contestó. Así que pensé: "Voy a hacer Filología Hispánica, que es lo mas parecido".

¿A quién le hubiera gustado entrevistar?
Pensaba más bien en ir a situaciones de conflicto y contar lo que veía, un periodismo más narrativo, de hechos, de poner al alcance de la gente lo que había investigado. No fantaseaba con ninguna persona famosa que entrevistar.

También se puede entrevistar a gente anónima.
Es verdad, vaya sesgo me ha salido. Me apetecía contar cómo vivía la gente y cómo les afectaban determinadas situaciones.

¿A quién admira por su uso del lenguaje?
El lingüista Ignacio Bosque es mi referente.

¿Y quién debería mejorar?
Soy una gran amante de las variedades lingüísticas, nunca pensaré que nadie tiene que mejorar por parecerse más a la norma, pero sí es muy importante tener el vocabulario necesario para expresar las sutilezas y entender al otro. Es una responsabilidad de toda la ciudadanía: saber utilizar bien el lenguaje nos lleva a ser mejores ciudadanos, a entender mejor el mundo, a llegar mejor a acuerdos… En políticos, periodistas o profesores la responsabilidad es aún mayor, pero si queremos ser una sociedad democrática, con ciudadanos responsables de su destino, todos debemos tener un lenguaje rico, con muchas palabras.

Dice que hacer preguntas es un arte.
Sí, claro. Tiendo a ser muy ingenua y pensar que todo el mundo te va a decir al verdad o, al menos, no te va a mentir, pero ya tengo más de 50 años y he aprendido que necesitas hacer las preguntas de la forma correcta para que tu interlocutor no pueda escabullirse.

Parece que ahora nos va a tocar interpelar a la inteligencia artificial (IA). ¿Algún consejo para hablar con ella?
La máquina ya habla igual que nosotros, pero no entiende igual que nosotros. Para que la IA artificial te entienda, tienes que ser mucho más específico que cuando hablas con una persona. Creo que cuanto antes nos subamos al tren de la IA, mejor. Si no la usamos, vamos a tener una desventaja con respecto a la gente que la use. Y a quienes están detrás de la IA les pediría que tengan ética y que nos cuiden, porque la IA come datos y pueden estar sesgados.

Publica ahora el libro ‘Un cerebro lleno de palabras’. ¿Tenemos un diccionario mental?
Las palabras se almacenan y se procesan en distintas partes del del cerebro, dependiendo de su significado. Es muy bonito porque es como si tuviéramos un videojuego en el cerebro, como una simulación de vida, porque las mismas neuronas que utilizamos para vivir las usamos para entender una novela; de ahí la sensación de que lo que le pasa al protagonista te está pasando a ti.

¿Cómo dio el paso de hacerse monologuista?
Fue un regalazo. Hasta los 19 años hice teatro, íbamos por los pueblos y lo dejé por centrarme en estudiar. Tenía esa espinita y se ha cerrado el círculo: he vuelto al escenario a través de mi carrera, que me hizo dejar los escenarios. La familia Risarchers de monologuistas es lo mejor del mundo, son generosos, divertidos, listísimos.

He escuchado su monólogo sobre ‘La voz interior’. Vamos, que ni cuando estamos solos dejan de acompañarnos las palabras.
Qué importante es cómo nos hablamos. Muchas veces somos mucho más tóxicos con nosotros mismos de lo que seríamos con la gente a la que queremos. Determinadas actitudes lingüísticas que tenemos con nosotros mismos nos suben el cortisol, nos hacen tener ansiedad, hacernos chiquititos. Tenemos que empezar a controlar esa voz interior para que consiga de nosotros lo contrario: ser mejores, estar más motivados, tener más seguridad en el futuro.

Y a usted, ¿qué le dice su voz interior?
Cuando se me acelera la crítica, me digo: "Mamen, tranquila, tienes que ser más compasiva contigo misma". Creo que la compasión es la llave, sobre todo para uno mismo.

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