El Bazar X, el gran teatro de los sueños de los zaragozanos durante 70 años

La historiadora del arte Patricia Díez Calvo publica un libro que recorre la historia de los primitivos almacenes

El Bazar X del Coso, en los años 70, poco antes de su cierre.
El Bazar X del Coso, en los años 70, poco antes de su cierre.
José Laporta Oller

Sólo una pequeña parte del público que entra hoy en la FNAC, la de mayor edad, se siente invadida por la nostalgia cuando traspasa su puerta. En el número 27 del Coso zaragozano estuvo durante casi tres cuartas partes del siglo XX el Bazar X, unos míticos grandes almacenes, que destacaban sobre todo por sus juguetes, y que fueron el teatro de los sueños para varias generaciones de aragoneses, pequeños y mayores.

Se cumplen ahora 50 años de su cierre y el Bazar X se está desvaneciendo en el imaginario colectivo. Para mantener su recuerdo, la historiadora del arte Patricia Díez Calvo acaba de publicar un libro, repleto de ilustraciones, en el que recorre su nacimiento y toda su trayectoria: ‘El Bazar X (1904-1974), historia de un comercio zaragozano’ (Institución Fernando el Católico). La investigación, dirigida por Mónica Vázquez Astorga, es su trabajo final para el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza.

Hay que precisar, antes que nada, que el Bazar X fue abierto en el Coso zaragozano en 1904 por la familia Sanz Beneded y que cerró sus puertas en 1974, y que al año siguiente, en la calle de la Paz, Isidro Sebastián abrió una tienda de juguetes con ese mismo nombre comercial, que se expandió, y que en los años 90 pasó a formar parte del grupo Juguettos. El libro de Patricia Díez se ocupa del establecimiento del Coso. "Es un comercio que le tocó el corazón a varias generaciones de zaragozanos –asegura la investigadora–. Muchos de los que nacieron en los años 60 del pasado siglo tienen aún recuerdos muy vivos de las maravillas que se ofrecían en su interior".

La historia del Bazar X se remonta a la figura de Felipe Sanz Espuis, un oscense de Peraltilla que, llevado de su espíritu emprendedor, abrió varios locales en la ciudad. El más popular de todos ellos fue el Bazar de la Unión, en el Pasaje de la Industria y el Comercio, del que se sabe que ya estaba en funcionamiento en 1889. Allí se vendían artículos de bisutería, piel, perfumería, juguetería e instrumentos de música.

"Él inició la puesta en marcha del Bazar X, pero falleció en 1903 y fueron su viuda y sus hijos quienes lo dirigían ya el día de su apertura en 1904. El nombre de Bazar X creo que responde únicamente a razones comerciales y publicitarias. Ya existía en Madrid un establecimiento con ese nombre, y en los anuncios la X era un elemento que daba mucho juego para captar la atención del público".

Figura clave en la implantación y el éxito del establecimiento fue Felipe Sanz Beneded, hijo del fundador. "Era un hombre adelantado a su tiempo, culto, que hablaba varios idiomas –lo retrata Patricia Díez–. Visitaba con cierta frecuencia las principales capitales europeas: Londres, París, Viena, y tenía un sincero interés por descubrir novedades para traerlas a Zaragoza. Eso le dio a la tienda, desde un primer momento, un toque de cierto exotismo. Comenzó siendo un comercio para la emergente burguesía de la ciudad, que en ese momento empezaba a reclamar más objetos de consumo porque tenía más ocio, y se fue popularizando con el paso de las décadas".

El Gato Félix, en un anuncio diseñado por Guillermo Pérez Bailo en octubre de 1933.
El Gato Félix, en un anuncio diseñado por Guillermo Pérez Bailo en octubre de 1933.
Heraldo.es

No era una tienda más. Cuidaba mucho su aspecto físico. "El primer Bazar X reunía la esencia de los bazares de finales del siglo XIX y principios del XX –apunta la investigadora–. Era un local con columnas de fundición, un patio diáfano y multitud de productos expuestos en estantes y colgados de las paredes. Y con una portada modernista maravillosa".

En su interior se vendían muchos productos, pero los juguetes eran los que prendían la llama de los sueños en los más pequeños. Otro aspecto que destaca en su trayectoria es la importancia que siempre dio a sus campañas de publicidad, extensas, ingeniosas y para las que contrataba a los más destacados dibujantes de la época. En un anuncio publicado en HERALDO el 11 de marzo de 1905, se enumeran los bienes que se podían adquirir allí: "bisutería, juguetes, artículos de piel, fantasías, maletas, sacos de viaje, portamantas, bastones de gran lujo, aretes, sortijas, peinetas finas y adornos de cabeza, velocípedos y coches para niños...".

El afán de estar siempre a la última y la buena marcha del negocio hicieron que en los años 20 y 30 la familia Sanz Beneded fuera haciendo obras de renovación (en el 35, luces de neón), casi siempre dirigidas por el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer, hasta acabar comprando los inmuebles de los números 25 y 27 del Coso. El Bazar X amplió su superficie; en los años 40 del pasado siglo mudó la fachada modernista por otra más decó, acorde con los nuevos tiempos; y a finales de los 50 emprendió la metamorfosis que acabó en 1962 con el edificio que puede verse hoy en día:de siete alturas y balcón corrido acristalado a lo largo de toda la fachada.

Proyecto de portada modernista para el Bazar X en 1904.
Proyecto de portada modernista para el Bazar X en 1904.
Archivo Municipal de Zaragoza

"En la ‘democratización’ del Bazar X, en la ampliación del público y las capas sociales a las que se dirigía, influyó también la arquitectura", subraya Patricia Díez. Pero también más cosas. "¿Es su último duro? –preguntaba el comercio en la publicidad de los años 30–, pues vaya con él al Bazar X. Allí lo gastará usted a gusto". Durante mucho tiempo el establecimiento celebró la ‘Gran venta del duro’, en la que, por cinco pesetas, se podía comprar desde un azucarero a cuatro jabones o nueve vasos de vino.

¿Por qué cerró el Bazar X? "Cuando un establecimiento cierra es porque no se ha adaptado a su tiempo, pero no sé si fue ese el caso, porque a mediados de los años 70 del pasado siglo cerraron muchos comercios por la crisis financiera global –asegura la historiadora–. En cualquier caso, vistos los 70 años de su trayectoria, es indudable que durante mucho tiempo insufló un aire de modernidad a Zaragoza. No sé si ha habido otro comercio así".

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