Jesús Carrasco: "La cultura te ofrece herramientas para comprender la realidad"

El escritor (Olivenza, Badajoz, 1972) presentó este jueves en Zaragoza su novela 'Elogio de las manos', una obra que reivindica el trabajo manual y artesanal.

Jesús Carrasco: "La cultura te ofrece herramientas para comprender la realidad"
Jesús Carrasco: "La cultura te ofrece herramientas para comprender la realidad"
Oliver Duch

En ‘Elogio de las manos’ habla sobre un narrador y una familia que frecuentan y reparan una casa a sabiendas de que será derruida. Esa vivienda es una metáfora de la vida ante la certeza de que estamos aquí de paso. ¿Cómo llegó este punto de partida a la hora de construir esta historia?

En realidad, la historia parte antes de la casa. Nace de un inquietud que tengo por cómo se percibe el cuerpo y el trabajo manual, que es un interés que me acompaña desde niño. Mientras intentaba escribir un ensayo sobre ese asunto apareció la casa como una representación posible, como un espacio adecuado para lo que yo quería contar. Coincidió en el momento en el que me di cuenta de que no era capaz de escribir el ensayo que quería escribir porque mientras me documentaba y leía iba descubriendo que mucho de lo que quería contar ya se había contado, y mucho mejor de lo que yo podría hacer. Además, me faltaban herramientas como ensayista.

¿Qué hizo entonces?

Fui llevándome el libro hacia la ficción, y en algún momento de ese proceso apareció la casa como un buen escenario, más que un escenario, como una buena metáfora. Es una casa que me permite hablar sobre todo lo que quería hablar: el trabajo manual, la convivencia, las emociones, la importancia de lo doméstico, del cuerpo, de las relaciones humanas... De repente me di cuenta de que, aparte de su contenido metafórico, tenía muchos atributos y muchos mimbres que me servían para hacer lo que yo quería hacer.

¿Por que define su libro como novela doméstica?

Así de osado soy (ríe). Es un género que imagino que existe como tal. Para mí ese adjetivo es muy profundo. La primera acepción que nos viene cuando pensamos en algo doméstico es algo de andar por casa, que no está bien presentado como para salir a la calle, que forma parte de la intimidad y no es muy exhibible, digamos. Para mí, el concepto tiene una enorme riqueza, mucha profundidad. No es solamente lo que pasa en la casa. Seguramente, las cosas que pasan en ese espacio son las más importantes de la vida. No digo las más divertidas o las más rutilantes. Las más importantes, desde mi punto de vista, al menos en mi experiencia, han pasado dentro de una casa con la familia. Lo que yo soy se lo debo, desde luego, al tiempo que pasé en una casa. Por eso me parece un espacio muy rico y lo reivindico como doméstico con toda la alegría.

Escribir un volumen es como levantar una vivienda, con sus diversos elementos de construcción, ¿cuáles son los que has utilizado en este caso?

En primer lugar, la propia casa. Alguien dice que es un personaje más. No sé si lo es, pero desde luego interactúa de una forma tan dinámica con los personajes que podría parecerlo porque incluso en algún momento también habla. Es algo más que un escenario para la historia. Determina todo. El hecho de que sea precaria, de que no sea propia, de que esté en un medio rural... todos esos elementos hacen que yo pueda contar lo que quiero contar desde el punto de vista que he escogido. Tomo la casa, una serie de personajes (algunos de ellos se corresponden con personajes reales que yo he ficcionado) los pongo a convivir y surge sola la novela, la narrativa. Hay narrativa en todas partes.

Su obra es a ratos una ensayo, un diario, una ficción...

No me preocupé mucho por el género. Empieza siendo un trabajo ensayístico, y por eso la novela tiene este ambiente meditativo, reflexivo, divagativo… No es una novela de peripecias, simplemente. Es una novela de reflexión y de observación, un cuaderno de campo también, aparte de un diario. Se podría parecer a ‘Mi familia y a otros animales’, de Durrell porque tiene un punto de vista parecido. Es una novela bastante híbrida. En ese sentido, es singular en mi producción.

¿Le ha resultado complejo plasmar ese ejercicio metaliterario que asoma en sus páginas?

Hablar de la propia escritura es algo que nunca había afrontado. Siempre me había alejado de eso. Me parecía que un escritor hablando de su proceso y de la escritura era demasiado onanista. Muchas veces lo he visto y no me ha parecido interesante. Sin embargo, aquí, se insertó de una forma muy natural porque mientras trabajaba con las manos y llevaba adelante esa casa estaba escribiendo, que es mi oficio, y no podía dejar de lado una actividad que me ocupa tantas horas al día y que me permite también observar lo que hay a mi alrededor. Pero no he querido hacer una reflexión sobre lo escritura porque considero que puede ser algo solo interesante para el escritor y no particularmente para el lector.

En ‘Elogio de las manos’ abundan las referencias literarias, cinematográficas y artísticas...

El alimento de la novela y el alimento de la vida es el mismo. Para escribir bebo de los libros que he leído, de las películas que he visto, de las cosas que veo y conozco, de las emociones que he experimentado o de mis fracasos, de todo lo que lleva uno delante en la vida, y para mí la cultura es una parte muy importante de mi vida. Muchas veces la cultura (el cine, la literatura, la pintura...) te ofrece herramientas para comprender la realidad o para percibir la belleza, simplemente. Eran reflexiones que casi me venían solas. Iba entrando todo de una forma muy natural y son cosas muy diversas.

También cita a la ilustradora aragonesa Elisa Arguilé…

Además está ahora exponiendo en Zaragoza. Conocí a Elisa en un festival en Maella, hace dos o tres años, que fue muy importante para mí. Hablé mucho con ella de dibujo y se coló su nombre en la novela. Era un cierto homenaje a su trabajo y esos días que compartimos.

¿Son los escritores más manazas que manitas?

No lo sé. Hay un tópico ahí con el mundo de la escritura que lo asocia a la figura del intelectual y parece que el escritor no sale de sus libros y que todo lo que percibe llega a través de ellos, ese ratón de biblioteca o ese letraherido. Yo he llegado a la literatura desde un lugar heterodoxo. He llegado a la la literatura desde la lectura y desde intentar hacer algo que no sabía hacer, un propuesta casi de bricolaje: intentar escribir, a ver qué pasa. Y llevo haciendo esto ya más de treinta años. No sé si soy un escritor peculiar, soy un ser humano que escribe. Y los seres humanos hacen muchas cosas, aparte de su trabajo. En el trabajo manual me he  propuesto hacer de todo: he alicatado baños, he puesto fontanería, hago electricidad, trabajo el hierro, la madera, todo lo que está a mi alcance. lo intento, por lo menos, para desesperación de mi mujer muchas veces, y para mi disfrute, otras.

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