LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Antonio Iturbe: “No se puede ser músico sin ser idealista y mi protagonista, en 1930, lo era"

El escritor y periodista cultural de Casetas saca su novela 'Música en la oscuridad' donde rescata la historia de la orquesta del barrio de Zaragoza

Antonio Iturbe en Barcelona, muy cerca de donde sucede 'La playa infinita', su novela anterior.
Antonio Iturbe en Barcelona, muy cerca de donde sucede 'La playa infinita', su novela anterior.
Archivo Seix Barral/Librújula.

Antonio Iturbe (Zaragoza, 1967) publica ‘Música en la oscuridad’ (Seix Barral), que sale hoy a la venta y es el retorno, si puede decirse así, del novelista y periodista cultural de Casetas a la ficción tras libros tan exitosos como ‘La bibliotecaria de Auschwitz’, (2012), ‘A cielo abierto’ (Seix Barral, Premio Biblioteca Breve, 2017) y ‘La playa infinita (Seix Barral, 2021). Su novela cuenta la historia de Mariano Lozano, sastre de oficio y maestro clarinetista, que llega al barrio rural de Casetas (Zaragoza) en el invierno de 1930. La novela se presenta el día 10 de abril en la Biblioteca Pública de Casetas y el 11 en la librería Antígona de Zaragoza, a las 9.30. Antonio Iturbe es el director de la revista literaria ‘Librújula’.

¿Qué quería contar, cómo se ha encontrado con esta historia?

Empecé a hacerme preguntas que nunca le hice a mi abuelo cuando vivía. ¿Cómo era posible que un campesino que echaba horas en la azucarera aprendiese a tocar un instrumento tan difícil como el saxofón? ¿Y por qué después de la guerra nunca más volvió a tocar? Y me empecé también a preguntar por qué eso invisible, sin materia ni peso que es la música, puede transformarnos.

"¿Cómo era posible que un campesino que echaba horas en la azucarera aprendiese a tocar un instrumento tan difícil como el saxofón? ¿Y por qué después de la guerra nunca más volvió a tocar?"

¿Y qué pasó?

Al buscar información de la banda de música di con el director de la banda en los años 1930, Mariano Lozano, un clarinetista de ideas republicanas. Esta no quiere ser la historia pormenorizada de la banda municipal de Casetas, que tendrá que escribirla alguien con más conocimiento, sino una historia sobre la fe en la música como motor de transformación de las vidas y sobre esas gentes anónimas olvidadas por la gran historia, que luchan por cambiar el mundo.

 

¿Cómo fue su trabajo de campo, estuvo en Mallén, Monzalbarba, recorrió Casetas con otro espíritu, habló con mucha gente?

Estuve en Mallén y tuve la fortuna de poder hablar con Marina Lozano Lerín, hija de Mariano Lozano. Fue una conversación emocionante. Ella tenía cinco años cuando se llevaron a su padre pero recuerda ese momento con una nitidez extraordinaria. Por Monzalbarba no anduve. Y Casetas la recorrí con un guía local imbatible: mi primo de leche, Lolo, que es como el alcalde con bastón municipal y todo... ¡conoce a todo el mundo! Hablé con gente muy mayor que en estos años ha fallecido, miembros de la banda actual, la bibliotecaria, profesores...

¿Qué le ha llegado de la memoria de tu abuelo, que se sabía en Casetas?

Mi abuelo contaba algunas anécdotas con la banda que eran jocosas hasta que te dabas cuenta de los tiempos tan miserables que dibujaban. A los miembros de la banda los llevaban a tocar a las fiestas de los pueblos y como a veces el municipio no tenía dinero ni para pagarles la comida, se los repartían entre los vecinos del pueblo para darles de comer en las casas de lo que buenamente tenían. Y alguna cosa se contaba de cuando llegó la Guerra Civil, que traslado a la novela, pero enseguida se acababa la conversación. Fueron malos tiempos.

¿Cómo maneja los espacios? 

Mariano Lozano Sesma era de Mallén, pero casi toda la historia transcurre a partir de que él llega a Casetas en 1930. Yo nací en Casetas, pero a mis padres les fue mal el bar que habían tomado en traspaso y cuando yo tenía seis meses tuvimos que emigrar a Barcelona. Yo he vuelto de visita a lo largo de los años, pero en Casetas soy un guiri, lo ignoro todo. Pero para la literatura puede ser buena la distancia, el mirar las cosas desde afuera. No conoces las cosas con la precisión del que las vive, pero eso hace que una población concreta se difumine y se convierta en un lugar que cualquier lector puede hacer suyo. 

"Yo nací en Casetas, pero a mis padres les fue mal el bar que habían tomado en traspaso y cuando yo tenía seis meses tuvimos que emigrar a Barcelona. Yo he vuelto de visita a lo largo de los años, pero en Casetas soy un guiri, lo ignoro todo"

¿Era un idealista nuestro protagonista o un inconsciente?

Un músico es alguien que dedica años y años de su vida a hacer pompas de jabón con un violín, una guitarra o un saxofón. No se puede ser músico sin ser idealista. Y mi protagonista lo era. 

¿Qué destaca de esa banda humilde de Casetas con ese prurito de dignidad que exhibían todo el tiempo?

Lo que destaco es su tenacidad. Después de estar deslomándose muchas horas en el campo, y empalmar luego con más trabajo para poder llegar a final de mes en la harinera, la azucarera o donde se pudiera, es muy meritorio tener el ánimo de tomar un instrumento y ponerse a ensayar con la dedicación que requiere la música. Cambiar la relajación de la taberna por la disciplina del ensayo es algo que les cambia las vidas.

El libro es la crónica de un tiempo, de un sueño en tiempos de miseria pero también de un montón de personajes secundarios muy particulares... ¿Cómo lo elaboró, existían o había ecos de leyenda, fueron creación propia?

Hay un momento en el proceso de escritura en que empiezan a nacer brotes inesperados en el jardín, hierbas silvestres que no esperabas, que nacen de la tierra húmeda de la conciencia. Hay un momento en que esos personajes se hacen tan verdaderos como los que vienen de lo que llamamos realidad. La curandera, la bruja, de repente estaba ahí. Me habían contado que en Casetas hubo una curandera muy influyente aquellos años y en mi cabeza se apreció de cierta manera. La bruja vino del norte, simplemente supe que era así. Hay personajes muy inspirados en hechos reales como Ladis, gracias a la documentación que me facilitó el historiador Roberto Polo. Roberto Polo también me puso tras la pista de un escritor que se detuvo en la estación de Casetas justo en la época en que mi abuela trabajaba en la fonda.  Y de nuevo en mi cabeza se abrió el momento en que él llega y mi abuela atiende la barra. La fusión entre la realidad de los hechos y la de la ensoñación yo ya no sé distinguirlas.

¿Qué significa o ha significado para Antonio Iturbe enfrentarse a la memoria familiar?

Lo cierto es que las preguntas sobre mi abuelo fueron el hilo que empecé a estirar, pero el descosido me descubrió a Mariano Lozano, y de manera natural, el centro de gravedad de la historia pasó a él. No hago una rememoración familiar, eso me habría parecido aburrido. Intento resolver ciertos enigmas sobre la música, escribía hipnotizado por el clarinete de Mariano Lozano que escuchaba en mis oídos mientras tecleaba y fueron surgiendo situaciones y personajes del pozo de la imaginación. 

"Creo que en esos años 1930 España estuvo lleno de Casetas. En cada pueblo, en cada barrio rural, en cada ciudad hubo una sacudida con la llegada de la República y un pulso entre la educación que pedían los republicanos y el analfabetismo que convenía a los caciques, entre tradición y modernidad, entre el sometimiento de las mujeres y su empoderamiento"

¿Es muy melómano?

Por desgracia, soy un zoquete musical, Y bien que me pesa. De las pocas cosas que cambiaría si volviera a nacer, sería aprender a tocar música desde pequeño. He probado de mayor, pero no tengo ya habilidad, ni oído ni paciencia, y mis lagunas en el conocimiento de la música son oceánicas. Pero me gusta mucho ir a conciertos y ver tocar a los músicos en directo porque me encanta mirarlos: esa manera en que entrecierran los ojos, en que extravían la mirada porque están en otra parte, en un lugar que solo ellos conocen... eso me emociona tanto como la propia música.

El escritor Miguel Torga dice que "lo universal es lo local de paredes". ¿Qué hay de universal en su Casetas?

Creo que en esos años 1930 España estuvo lleno de Casetas. En cada pueblo, en cada barrio rural, en cada ciudad hubo una sacudida con la llegada de la República y un pulso entre la educación que pedían los republicanos y el analfabetismo que convenía a los caciques, entre tradición y modernidad, entre el sometimiento de las mujeres y su empoderamiento. Ese Mariano Lozano que llega a Casetas con sus telas de sastre y su clarinete simboliza esa idea tan importante en todos los lugares y en todos los tiempos de llevar la cultura a las clases más humildes para que en lugar de ser empleados y súbditos sean ciudadanos conscientes.

Antonio Iturbe ha vuelto los ojos hacia su lugar de origen, Casetas, donde regresa a menudo.
Antonio Iturbe ha vuelto los ojos hacia su lugar de origen, Casetas, donde regresa a menudo.
Archivo Seix Barral/Librújula.
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