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De Boggiero a la Jota, los pasos de una maestra

Anteayer Fotográfico Zaragoza comparte esta semana la trayectoria de una maestra muy querida en los dos barrios de la ciudad: María Pilar Matier Albar

Grupo de alumnas con su maestra en la escuela del barrio de la Jota. 1961.
Grupo de alumnas con su maestra en la escuela del barrio de la Jota. 1961.
Archivo familiar Miró Matier.

El barrio de La Jota como otros barrios periféricos de la ciudad se ha ido haciendo poco a poco, alargándose o ensanchándose según las necesidades o los caprichos inmobiliarios de cada época, pero nada tiene que ver con el barrio que por los años cincuenta comenzó a tomar forma.

Por entonces era la parcelación Daman, un grupo de viviendas de protección oficial que se empezó a gestar a finales de los cuarenta. Ciento noventa y una parcelas con un pequeño jardín o patio que enseguida fueron habitadas. La calle principal, Felisa Galé, daba entrada al barrio por la avenida de Cataluña y la avenida de La Jota, transversal a ésta, lo cerraba. Dos acequias lo rodeaban, una dividía la parcelación con el barrio Escudero y la otra daba salida al campo y al camino Valimaña. Puede que fuera por este camino, entre campos de panizo, por el que llegó un día paseando la que, durante muchos años, sería la maestra de ese barrio sin escuela, doña Pilar.

Fue su padre quien la indujo a hacer magisterio para que no tuviera que depender de nadie y, ya en su primer destino, vio que eso, ser maestra, era lo que le llenaba y le gustaba.

María Pilar Matier Albar había nacido en 1914, siendo muy pequeña su padre que tenía una empresa de compra venta de materiales de derribo, compró un solar en el número 49 de la calle Boggiero para edificar almacén y vivienda, encargando de ello al arquitecto don Francisco Albiñana. En esa casa con comodidades que no había en las viviendas aledañas y con una gran terraza vivió unos años felices. Fue su padre quien la indujo a hacer magisterio para que no tuviera que depender de nadie y, ya en su primer destino, vio que eso, ser maestra, era lo que le llenaba y le gustaba.

Es muy posible que de no haber estallado la guerra su vida hubiera sido otra. Su primer destino fue Otín, durante el conflicto estuvo como interina en Rueda de la Sierra y Mequinenza. Una vez acabada volvió a Zaragoza. En la calle Boggiero tenía una casa espaciosa, que ahora tristemente se le había quedado grande y vacía. Decidida, como siempre había sido, optó por utilizarla para abrir una escuela, de modo que con una amiga dieron los pasos necesarios para obtener todos los permisos. En cuanto se abrió y corrió la voz les llegaron alumnos de todas las edades que, con el boca a boca de su buen hacer, fue aumentando; pero el tiempo pasa y la casa que había sido el negocio de su padre y hermano, requería un esfuerzo económico que no se podía permitir y con gran dolor de corazón decidió venderla y, por tanto renunciar a la enseñanza.

María Pilar Matier Albar en la terraza de su casa en la calle Boggiero, 49-51.1935.
María Pilar Matier Albar en la terraza de su casa en la calle Boggiero, 49-51.1935.
Archivo familiar Miró Matier.

Se casó yéndose a vivir a la avenida de Cataluña, tuvo tres hijos y paseando con ellos llegó un buen día al barrio Daman. Le gustó, vio unos niños jugando y, al preguntarles por la escuela contestaron que no había. Hacía tiempo que tenía en mente dar clase de nuevo. En cuanto pudo se informó sobre los alquileres y le dijeron que existía una parcela que nadie quería porque tenía cerca un transformador que hacía ruido por la noche. No lo pensó más, una de sus hermanas era monja en un convento del Arrabal que tenía colegio, y ella podía abrir otro dependiendo, a efectos legales, de él.

Así fue como en diciembre de 1954 abrió su colegio en Felisa Galé número 8, al principio con seis o siete alumnos, incluidos dos de sus hijos, para en poco tiempo llegar a los veinte y aumentar con los años hasta llegar a tener ochenta alumnos.

Dio clases de bachillerato, contabilidad, taquigrafía y mecanografía, preparó a un padre de familia para mejorar en su puesto de trabajo y, cuando el barrio se llenó de americanos también se matricularon unos cuantos.

En diciembre de 1957 fallece su marido de un infarto, entra menos dinero y ella lo compensa con más trabajo. Da clases de repaso hasta las ocho de la tarde a los alumnos que quieren quedarse y a otros niños que vienen a hacer los deberes con ella, no cierra en verano y da clase por la mañana.

Como no había iglesia se celebraba el culto en la escuela y ella retiraba y colocaba los pupitres cada fin de semana ayudada por las niñas mayores.

Durante los veinticinco años en los que tuvo el colegio nunca dijo que no a lo que le solicitaban, así dio clase de español a una joven francesa que quería perfeccionarlo, también a un chico ruso de doce años que no sabía ni una palabra de nuestra lengua, dio clases de bachillerato, contabilidad, taquigrafía y mecanografía, preparó a un padre de familia para mejorar en su puesto de trabajo y, cuando el barrio se llenó de americanos también se matricularon unos cuantos. Las tarifas eran bajas pues sabía que era gente trabajadora, hacía descuentos a los hermanos e incluso los tenía gratis y en algún caso compró los libros de quien veía que no podía pagarlos.

Se jubiló en 1979 dejando una profunda huella en sus alumnos y en todos los que la conocieron.

María Pilar Matier en la terraza de su casa, junto a familiares y una amiga.1934
María Pilar Matier en la terraza de su casa, junto a familiares y una amiga.1934
Archivo familiar Miró Matier.
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