El triunfo internacional de un humilde historiador aragonés

Un documentado libro sobre los moriscos en Calatorao despierta el interés de una universidad marroquí, que lo traducirá al árabe

El historiador Isidro Villa, especialista en la historia de los moriscos en Calatorao.
El historiador Isidro Villa, especialista en la historia de los moriscos en Calatorao.
Oliver Duch

Se llama Isidro Villa Sánchez, nació en Calatorao en 1957 y ha trabajado durante años en la Opel. Es, también, un enamorado de la historia y de su villa natal, así que a nadie puede extrañarle que desde hace ya más de cinco décadas haya buceado en todo tipo de archivos en busca de datos sobre 'su' Calatorao. En el año 2010 Isidro Villa tuvo una revelación: se topó con el Archivo del Cabildo del Pilar, institución que fue propietaria de Calatorao entre 1213 y 1840. Y lo que encontró fue apabullante: cientos de legajos que nadie había mirado hasta entonces. Durante años, con paciencia benedictina y tesón calatorense, ha combinado la Opel y el archivo. Confiesa sin rubor que más de un día el cansancio le ha vencido sobre los legajos. 

"Yo estudié maestría industrial, pero ya desde los 18 años he ido buscando datos, documentos, información sobre mi pueblo. Cuando entré en el archivo del Pilar iba en realidad buscando una carta que un morisco de Ricla había enviado desde Túnez y en la que contaba que los  moriscos de Calatorao y Brea habían creado allí un pueblo llamado 'La Polbera'. Supe de la existencia de esta carta por un apunte del vicario de Ricla en uno de los libros parroquiales. Pero, curiosamente, no apareció. Lo que sí encontré era infinitamente más importante: cajas y cajas con documentos originales que ofrecían datos valiosísimos de Calatorao a lo largo de 800 años, la mayor parte de ellos de época medieval".

La información contenida en los legajos tenía tanto detalle que le ha permitido escribir 'Los moriscos de Calatorao. De la conversión a la expulsión (1526-1610)', publicado por la Institución Fernando el Católico. El libro contiene información tan novedosa que ha despertado el interés de la Universidad de Tetuán, que está cerrando su traducción al árabe.

"Hay libros de cuentas, libros de treudos, cartas, pergaminos, inventarios... Una documentación valiosísima porque apenas existe en ningún otro lado. Se supone que alguna hubo en el archivo de la antigua Diputación del Reino pero se quemó durante la Guerra de la Independencia. Algo hay también en los archivos notariales y en el Histórico Provincial, pero poco. Lo especialmente importante en el caso del archivo del Pilar es que la documentación que se guarda allí permite reconstruir el día a día de la comunidad morisca en una población como Calatorao, y de la vida cotidiana de los moriscos se tiene poca información"

Y así puede verse en las páginas de su libro, donde se habla de los impuestos, de la Pascua de Navidad, de las condiciones de vida de labradores y campesinos, del horno, de la carnicería, del cementerio de convertidos, de peleas y enfrentamientos, y del episodio vergonzoso de la expulsión. Se habla de destierro, de despoblación, de lo que los moriscos dejaron a deber y de lo que les robaron. En suma, un fresco vívido de cómo fue la vida de esa comunidad en una localidad zaragozana. De cómo fue, en realidad, en todo Aragón, porque se sabe que los moriscos, al llegar a Túnez, se agruparon por procedencias regionales pues se consideraban los aragoneses distintos a los castellanos, valencianos o granadinos. Es decir, que los aragoneses tenían características o modos propios.

En el libro se retrata cómo vivía la comunidad desde la conversión obligatoria en el año 1526 hasta la expulsión definitiva en 1610. "Aragón, después de Valencia, es la comunidad donde la expulsión fue más dolorosa por el número de moriscos que se fueron, especialmente en las poblaciones de los valles del Jalón y del Jiloca -resume Isidro Villa-. En Brea llegó a haber 2.000 moriscos y en el Calatorao del siglo XVI la población estaba prácticamente al 50% entre moriscos y cristianos. Cuando llegó el año 1526 se les obligó a convertirse. Tuvieron que abandonar sus nombres, sus mezquitas, sus carnicerías, sus cementerios... Dejaron de ser moros para ser cristianos. Y el término morisco, que puede parecer despectivo, nunca fue usado por la Iglesia. El Cabildo del Pilar nunca los llamó así, sino cristianos 'nuevos' o 'convertidos'. Lo fueron durante 84 años, hasta que llegó la expulsión. La Inquisición les impidió reunirse o realizar 'concejos de moros'. Pero para el Cabildo fueron sus mejores vasallos, fueron muy queridos. La mayoría de los ajuares del Pilar los cosieron los moriscos; la medición de los campos también la realizaban ellos, y es que habían recibido una formación muy elevada para la época en las madrasas de las mezquitas. Uno o dos de cada cinco sabían leer y escribir perfectamente".

'La expulsión de los moriscos', cuadro realizado por Gabriel Puig Roda en 1894 y que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Castellón.
'La expulsión de los moriscos', cuadro realizado por Gabriel Puig Roda en 1894 y que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Castellón.
Heraldo.es

No ha querido Isidro Villa construir una 'leyenda rosa' en torno a los moriscos, aunque destaca de ellos que eran personas "muy integradas" en la vida social de sus localidades "y siempre con ganas de aprender". El destino de sus mezquitas una vez fue decretada la conversión obligatoria fue triste: muchas se convirtieron en simples graneros que el paso de los años fue hundiendo. El de Calatorao fue también hospital de peregrinos y sus muros se mantuvieron en pie hasta 1921.

"Su vida cotidiana estaba ligada a la agricultura, al cultivo de trigo y cebada, a la elaboración de pan -relata-. Para los moriscos era más importante el campo que la casa, y a la vivienda no se le daba excesiva importancia. Les gustaba la huerta, los frutales".

Un dato curioso sobre sus vías de esparcimiento: disfrutaban mucho con el tiro de bola (también la pelota, el trinquete) y, claro, eso derivaba en apuestas económicas. "Tantas, revela el historiador, que el Cabildo llegó a prohibirlas porque muchos no tenían luego para pagar los impuestos". Les gustaban también las corridas de toros y el toro embolao. Jugaban al ajedrez... y también apostaban en esas partidas.

"Además se dedicaban a la construcción. Un morisco de Calatorao fue contratado como alarife por Fernando el Católico, lo que da idea de su alto nivel de cualificación. Lo llegó a nombrar maestro de la Aljafería". La Inquisición quiso saber siempre cómo se enterraban, si se lavaban sus cadáveres antes de recibir sepultura o no. Pero nunca dieron problemas. "El Cabildo dio la cara por sus moriscos -subraya Isidro Villa-. Hay incluso casos documentados de que pagó por la puesta en libertad de algunos que estaban presos en la Aljafería. Hubo moriscos que sirvieron como lumineros y bolseros para la iglesia de Calatorao. ¿Hasta qué punto eran o no cristianos convencidos? Quizá nunca lo sepamos".

Buena parte del libro se dedica a la expulsión y sus consecuencias. "Los primeros que se expulsaron en España fueron los de Valencia, en 1609. Pero, en el caso de Calatorao, aunque también fueron expulsados, hubo bastante oposición por parte del Cabildo, que llegó a escribir tres cartas al rey (Felipe III), e incluso leyó un escrito a la puerta del castillo en el que se les decía que no los iba a expulsar". Finalmente no fue así, y en 1610 el virrey entregó el bando de la expulsión. "Se publicó el 15 de mayo y los moriscos de Calatorao fueron abandonando la que había sido su tierra hasta finales de agosto. Los caminos se llenaron de gente". Aunque muchos moriscos aragoneses salieron de España por Canfranc, Isidro Villa cree que los de Calatorao lo hicieron por Los Alfaques. En cualquier caso, los de Calatorao, Brea o Ricla acabaron en Túnez. "Hubo calles enteras de esas localidades que se quedaron prácticamente vacías. Se repoblaron con gentes que venían de la montaña", concluye el historiador.

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