gloria álvarez, madre de la cineasta paula ortiz

"En cuanto empezó a hablar, Paula decía todo el rato: ‘¿Y esto qué es?"

La madre de la directora de 'La novia', 'Teresa' o 'Hildegart', que se estrenará en breve, es y ha sido su gran referencia para visibilizar a la mujer. Ambas protagonizan el especial '8-M Detrás de una gran mujer... hay otra gran mujer'.

Paula Ortiz reconoce en su madre a algo más que una madre y una amiga: a una referente que le abrió la puerta al feminismo.
Paula Ortiz reconoce en su madre a algo más que una madre y una amiga: a una referente que le abrió la puerta al feminismo, a la literatura y a la educación.
Olvier Duch.

A Gloria Álvarez le brillan los ojos y la sed de más vida por igual. Desde el balcón de su casa, en la calle Condes de Aragón de Zaragoza, se ve toda la ciudad con sus alturas y a lo lejos el Pirineo. Se nota que ella y su marido Tomás Ortiz, ambos profesores de literatura, aman el arte: una simple mirada revela su pasión por Canogar, Jorge Gay o Natalio Bayo, entre otros. O por la profesora y fotógrafa Ana Pola, “una amiga excepcional”, que les ha hecho dos fotos en blanco y negro, dos fotos de compañeros de viaje y de enamorados constantes, que ellos miran a diario y recorren con la imaginación más de medio siglo juntos. 

Sobre un aparador descansan los premios que ha recibido en Aragón, en España y en diversos lugares del mundo su hija, la cineasta Paula Ortiz Álvarez (Zaragoza, 1979), que ultima estos días la edición y el sonido de su película ‘Hildegart’, y que ha cosechado galardones por sus cortometrajes, entre ellos ‘El hueco de Tristán Boj’, y por sus películas: ‘De tu ventana a la mía’ (2011), ‘La novia (2015), ‘Al este lado del río y entre los árboles’ (2023) o ‘Teresa’ (2023), que han hecho de ella una de las miradas más personales, sensibles y artísticas del nuevo cine español.

La biografía de ambos, de Gloria y Tomás, está atiborrada de acontecimientos, de pasión por la educación, por la literatura, el cine y, casi de manera excepcional, por la constante vindicación de la mujer. Tomás, que es un gran contador de historias, da un paso atrás y deja todo el protagonismo a Gloria, que “es mi auténtico referente. Al principio no me daba cuenta del todo. Es mi madre, mi amiga, está todo el rato en tu vida, pero cuando te das cuenta de sus preocupaciones, de cómo se ha volcado contigo, ella y sus amigas, comprendes que ha sido determinante no solo en mi existencia sino en mi aprendizaje”, dirá Paula. Gloria Álvarez recuerda que tras casarse, a los nueve o diez meses del nacimiento de Paula, Tomás y ella se fueron al Instituto de Tamarite de Litera (Huesca), donde vivieron “un lustro de felicidad, de modernidad pedagógica, eran los tiempos de las Escuelas de Verano y de increíble pasión por la cultura”.

Recuerda Gloria que en Tamarite se desembarazaron un poco de la política y abrazaron otra forma de ebullición. Alquilaron un piso, y en apenas un triángulo de cien metros, “o menos”, estaba el parvulario donde iría la niña Paula, el instituto, lleno de profesores jóvenes y curiosos, y su piso, por donde pasaban los colegas a conversar y tomar café. “En cuanto empezó a hablar, Paula decía todo el rato: ‘¿Y esto qué es’. La recuerdo muy encantadora. Durante algunos años, tiempo después, si le preguntaban decían que ella era de Tamarite. Había un señor que se dedicaba al cultivo de las almendras, era serio, poco hablador, casi huraño, y la niña le encantaba. Siempre se paraba a hablar con ella, le sonreía, le preguntaba cosas. Y le metía en su bolsita del colegio almendras, avellanas, nueces, fresas. Todo el mundo estaba asombrado. Paula lo humanizaba y le tomó un inmenso cariño”. Paula confirma: “El señor Manuel, claro. Lo recuerdo muy bien. Era muy cariñoso conmigo. Es cierto. Mi madre me llevaba, con tres o cuatro años, a sus clases y me dejaba allí entre sus alumnos de catorce o así”.

Gloria Álvarez: "En Tamarite vivimos un lustro de felicidad, de modernidad pedagógica, eran los tiempos de las Escuelas de Verano y de increíble pasión por la cultura”

Entre las anécdotas que recuerdan Gloria y Tomás hay un hecho insólito: el alcalde del pueblo le dijo a los profesores que les daban 500.000 pesetas (unos 3.000 euros al cambio) para que organizasen una semana cultural. “Lo único que nos pidió -dice Gloria– es que fuese algo abierto al pueblo. La hicimos, y la gente alucinaba literalmente. Entre muchos otros, la Fura dels Baus ofrecieron uno de sus montajes por 33.000 (200 euros) pesetas de caché. Estábamos recién casados, con una hija pequeña; allí nacería nuestro segundo hijo, Alejandro. Fue una época maravillosa de amistad, de curiosidad, de cultura, y algo más: tenías la sensación de que todo el tiempo del mundo era para ti”. Gloria dice que la niña asimiló muy pronto el catalán y que a veces les explicaba el significado de algunas palabras que había aprendido y que ellos desconocían.

De Tamarite a Zaragoza: de vuelta a casa

En 1984, los Ortiz Álvarez regresaron a Zaragoza y Paula estudiaría primero en el colegio Doctor Azúa y luego en el Instituto Miguel Catalán. “Siempre ha sido muy trabajadora y concienzuda. Muy responsable con los deberes y una grandísima lectora. Desde muy pronto leía un libro a la semana, por lo menos. No fue una adolescente complicada en absoluto. Ha tenido carácter y determinación: si algo se le metía en la cabeza, tenía tenacidad para hacerlo. Un ejemplo es ‘La novia’ o ‘Teresa’: Lorca y Teresa de Jesús siempre le han interesado mucho. Mucho. La han inspirado. Aquí tenemos las ‘Obras Completas’ de Aguilar del poeta, la edición de 1957. Lo mismo le pasa con ‘Hildegart’. Es tenaz, insistente, y busca debajo de las piedras quien le produzca”.

Paula Ortiz y su madre Gloria Álvarez posan en la casa de la realizadora. La madre la llevaba desde muy pequeña a todas sus charlas y viajes.
Paula Ortiz y su madre Gloria Álvarez posan en la casa de la realizadora. La madre la llevaba desde muy pequeña a todas sus charlas y viajes.
Oliver Duch.

Paula Ortiz tiene una visión algo distinta. En apariencia, más dramática. Al mirar hacia atrás confiesa: “He sido un adolescente llena de complejos. Muchos. Por todo. Por si pensaban que era una empollona, aplicada… Por muchas razones. Me sentía una fracasada en el amor. De hecho, no tuve novios hasta que entré en la Universidad; con 17 años, le dije a una vecina, Cristina, con una sensación de fatalidad: ‘Se me ha pasado el tren...’. Y le lloraba en el hombro como si se acercase para mí el fin del mundo. Era muy enamoradiza de compañeros, desde luego, que no me hacían mucho caso, pero sobre todo de personajes de ficción como Atreyu, de ‘La historia interminable’ o Sodapop Curtis, uno de los personajes de ‘Rebeldes’ de Susan E. Hinton. Sufría mucho por amor, ja, ja, ja”.

Curiosamente, aunque sus padres eran profesores de Lengua y Literatura, Paula Ortiz hizo el BUP de Ciencias Puras. Ellos y algunas amigas le veían más salida a esas carreras. Al pasar a COU, como si hubiera tenido una revelación, decidió apostar por Letras y “sin saber latín ni otras materias, lo sacó con nota”, dice Gloria, que ya llevaba años dedicándose a los estudios de la mujer y dirigía el Centro de Información de los Derechos de la Mujer, que dependía del Gobierno Central. Lo dirigió entre 1984 y 1992 y dependía del Gobierno central. 

Cuando iba a elegir una salida, le trajo un papel donde se recomendaba Bioquímica y por atrás, “aunque yo no me di cuenta”, apunta Gloria, se hablaba de otra posibilidad. “Paula lo vio y dijo: ‘Quiero hacer Comunicación Audiovisual’. Pero cuando se iba a matricular, lo pensó mejor y dijo que quería hacer Filología Hispánica: quería leer, conocer bien la literatura española y otras. Recuerdo que me dijo: ‘Si no conozco bien la literatura, ¿cómo voy a contar historias?’. Y poco después, un poco por azar, un amigo le dejó una cámara de cine el fin de semana, se puso a hacer un corto con su padre y otros amigos, y desde entonces ya no paró”, explica Gloria.

La revelación del cine

Paula lo vivió así y a la vez de otro modo. Ya hacía tiempo que hacía sus pinitos, que se acercaba al ICE (Instituto de Ciencias de la Educación) donde Javier Paricio impartía sus clases de cine. Y un fin de semana, sí, el operador de cámara y director de fotografía Javier Fandos le dejó la cámara que debían devolver al lunes siguiente. “Ahí empezó todo, pero en realidad yo ya era muy cinéfila. Tuvo un amigo y maestro que fue clave en mi formación: el profesor de Filosofía, Antonio Aramayona, que tenía una fantástica colección de cintas de VHS y me dejaba lo que quería. Ahí vi el mejor cine que había. Y fue todo una escuela maravillosa”, revela Paula Ortiz.

“Paula siempre estaba con nosotras. Siempre. Y asistía a nuestras conversaciones y debates -dice Gloria-. Sin embargo, hay algo que yo no hago. No leo sus guiones. Ninguna versión. Lo hice al principio pero me sentía tentada a hacerle sugerencias"

Gloria tiene una relación muy especial con su hija. Le contagió siempre su afán de visibilizar a la mujer como hacía con un amplio grupo de amigas que viajaban, publicaban, se reían y otras cosas de una sororidad entusiasta y comprometida. Las cita a todas con afecto y gratitud: Carmen Romeo, Concha Gaudó, Inocencia Torres, Cristina Baselga, Piluca Fernández y ella, que han escrito mucho de mujeres postergadas. “Paula siempre estaba con nosotras. Siempre. Y asistía a nuestras conversaciones y debates -dice Gloria-. Sin embargo, hay algo que yo no hago. No leo sus guiones. Ninguna versión. Lo hice al principio pero me sentía tentada a hacerle sugerencias, no entendía del todo que aquello era un guión, veía aspectos de gramática que a lo mejor no compartía, y al final me di cuenta de que era mejor que no le dijese nada…”.

Paula Ortiz dice que eso es así, “que ella no entendía que era un esqueleto de trabajo”, y que desde entonces no ha vuelto a leer ninguno de sus guiones, ni el primero, ni los de transición ni el definitivo, “algo que sí hace mi padre. Ni siquiera le gusta venir a los rodajes; en cambio, él es uno más. Se lo pasa de maravilla”.

Paula Ortiz y Gloria Álvarez. La realizadora vivió sus primeros cinco años en Tamarite de Litera.
Paula Ortiz y Gloria Álvarez. La realizadora vivió sus primeros cinco años en Tamarite de Litera.
Oliver Duch.

Con todo, Gloria Álvarez conoce muy bien a su hija. Y habla de ella con embeleso y casi con admiración: “Le he visto hacer tantas cosas por formarse, por saber más, que me sorprendía una y otra vez. Venía a los conciertos de Daroca cuando ni siquiera había sillas para el público; adoraba la filosofía, leyó con auténtica fruición ‘El mundo de Sofía’ de Jostein Gaarder, que le abrió muchos caminos. Y siempre tuvo claro ese binomio de ética y estética. Para ella la belleza es innegociable y ahí sigue”. Gloria sigue y sigue hablando y, como Tomás y algunos amigos, espera esa carta que le prometió que le iba a escribir el Papa como respuesta a su ‘Teresa’ tras haberla recibida en el Vaticano. Gloria, con la máxima delicadeza, le ha sugerido: “Hija mía, no hace falta que digas tantas veces que no eres creyente”.

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