Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

Fernando Delgado: palabras de emoción y compromiso desde la radio

Retrato de Fernando Delgado, que viajó varias veces por Aragón.
Retrato de Fernando Delgado, que viajó varias veces por Aragón.
Efe.

Me he preguntado mucho en esta vida”, solía decir Fernando Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947-Valencia, 2024). Y también podría haber añadido: “Y he preguntado mucho” a un montón de ciudadanos, creadores, gente de la calle. Recuerdo una emisión de ‘A vivir que son dos días’ desde Molinos (Teruel): el presentador y escritor (poeta y narrador, sobre todo) había pernoctado en Castellote y descubrió con gusto los dos pueblos turolenses, tan distintos y a la vez semejantes en la escritura de la piedra en el paisaje. Recibió a José Antonio Labordeta y tuvo uno de sus diálogos delirantes con Manolito Gafotas (del que hacía, al otro lado de la línea, Elvira Lindo, divertida y gamberrota) y con otro personaje: el narrador gallego Carlos Casares, que tenía libro nuevo y fue presentado, entre otras cosas, como uno de los mejores narradores orales de España.

Fernando Delgado, con un bagaje profesional ya asombroso (en TVE, en RNE y en la Ser), transmitía serenidad, pasión por la vida, una fina ironía y una amabilidad a prueba de balas y desórdenes. En el entreacto de los programas podías hablar con él de todo: de los poetas del 27 como Juan Gil Albert y Luis Cernuda; de uno de sus grandes amigos como Vicente Aleixandre, al que le dedicó el libro de evocaciones ‘Mirador de Velintonia’, o de vates más jóvenes a los que quería y admiraba entrañablemente: Carlos Marzal, Vicente Gallego o, aunque no fuese valenciano, Luis García Montero. A esos nombres se unían otros: José Hierro, con el que había coincidido en RNE, donde el poeta recitaba y comentaba artistas y exposiciones, Ángel González, que le impartía lecciones de humor y vitalidad, y Luis Antonio de Villena, de quien se sentía cerca y afín.

Fernando confesaba en cualquier instante que desde muy ponto había amado por igual el arte y la literatura, la pintura sobre todo y la poesía, que fueron como cernedores de formación y de incitaciones. Conoció a muchos pintores, y sucumbió a la fuerza de los artistas de El Paso, especialmente de Manolo Millares, al que le dedicaría algún poema. Confesaría que nunca se sintió niño del todo, sino más bien un chico grande que parecía huir despavorido hacia el mundo adulto: “Tuve una infancia rodeado de mujeres, mi madre y mis tías; ellas dirigieron mi infancia hacia la madurez”. Se inclinó por la radio, en su isla, y más tarde ya en Madrid, adonde allegó en 1971. 

Y ahí, en la radio y en la televisión, haría un papel capital -fue director de Radio 3 y luego RNE, en dos ocasiones– y asumiría la conducción de los telediarios de fin de semana entre 1992 y 1996 en compañía de María Escario. Durante casi una década, dirigió y presentó ‘A vivir que son dos días’, en la cadena Ser los fines de semana, que fue una época especialmente gozosa para él con una extensa pléyade de colaboradores. Él destacaba por su cultura, su sentido del humor, su talante conciliador y su afilada ironía cuando era preciso como se vio en un libro como ‘Todo lo que necesita ser dicho’, donde aboga por la libertad sexual y enjuicia algunas paradojas de la iglesia.

Fernando Delgado confesaba en cualquier instante que desde muy ponto había amado por igual el arte y la literatura, la pintura sobre todo y la poesía

Siempre se sintió poeta. Un poeta de la experiencia, de la vida, de las emociones, del amor y del viaje, también un poeta impulsado por el arte, y ese conflicto de identidad entre el yo y el otro. Lo que somos y lo que deseamos ser. Y no dejó de escribir poesía desde sus inicios. “Ya hice mi elección, ya viví mis poemas / y ahora que la juventud se diluye en días vanos, / prefiero la diadema de mirtos de los amantes / a la corona de laureles del poeta”, versos que quizá firmase su amigo, el Cervantes Francisco Brines. Diría: “La poesía es la palabra secreta o el sentimiento que busca la palabra más que para explicarse para sentirse”.

Con todo, la fama literaria la logró con su narrativa: en 1979 ganó el premio Pérez Galdós como ‘Exterminio en Lastenia’, y no tardaría en zambullirse en el mundo femenino que ilumina varios de sus libros: ‘Háblame de ti’ (1994), protagonizado por Marta Macri; ‘La mirada del otro’ (1995), con el que ganaría el premio Planeta, una novela sobre un diario secreto y las revelaciones de un matrimonio que se convierten en obsesión, o ‘Sus ojos en mí’ (2015), que recibió el premio Azorín y ahí plantea la relación mística entre Teresa de Jesús y Jerónimo Gracián. También abordó la corrupción política en ‘Todos al infierno’ (2022) y firmó un libro delicioso, del despertar a la vida y a las emociones en la niñez y la adolescencia, en ‘Del radio a las letras’ (2022).

Desde el otro lado de la sombra, como dijo en ‘Clamor de la arpillera’, basado en un cuadro de Millares, Fernando Delgado podría decirse: “Como una historia ajena en la que el héroe hubiera de ser otro. / Cínico y descansado, contemplas tu victoria”.

Se ha ido, a los 77 años, un hombre hiperactivo (también se metió en política), sereno y apasionado a la vez, caballeroso y trabajador, que abordó todos los temas fundamentales de la vida: el amor, el olvido, la libertad, la muerte, el sexo y sus ramificaciones más o menos difusas, la sociedad de su tiempo y algo que le preocupó mucho: la individualidad. Esa que le llevaba a preguntarse tanto por la condición humana y por “la vida vegetal que nos alumbra”.

Desde el otro lado de la sombra, como dijo en ‘Clamor de la arpillera’, basado en un cuadro de Millares, Fernando Delgado podría decirse: “Como una historia ajena en la que el héroe hubiera de ser otro. / Cínico y descansado, contemplas tu victoria”. También la memoria se inventa.

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