HISTORIA Y FOTOGRAFÍA. OCIO Y CULTURA

Lucas Cepero, vida, amor y muerte de un fotógrafo asesinado en Zaragoza en 1924

En la calle del Peso de Zaragoza, de un disparo, el chófer Francisco Lezcano acababa con la vida del versátil redactor gráfico de HERALDO

Una de las imágenes tomadas en aeroplano de Zaragoza por Lucas Cepero.
Una de las imágenes tomadas en aeroplano de Zaragoza por Lucas Cepero.
Lucas Cepero/Cortesía J. A. Hernández Latas.

ZARAGOZA. Ya sabíamos que Zaragoza fue una importante ciudad de cineastas, prácticamente desde el invento de los hermanos Lumiére en 1895, pero no lo fue menos de fotógrafos. Incluso un ilerdense formado y residente en Zaragoza durante años como José Zanetti –que figuraba en los manuales como José Ramos Zapeti, hasta que el investigador José Antonio Hernández Latas descubrió quién estaba esta detrás del enigma y del error– estuvo a punto de ser el inventor de la fotografía durante su estancia en la Academia de España en Roma. Captó su estudio, pero no le dio importancia a aquel logro, y poco después sería Louis Daguerre, en 1839, quien haría la presentación en sociedad del nuevo arte de la luz, que ya había intuido Leonardo da Vinci. Zaragoza tuvo muy pronto grandes dios, atrajo profesionales foráneos, y no tardaría en contar con estupendos artistas, que entonces no eran considerados como tales: Júdez, Lucas Escolá, los Coyne, Aurelio Grasa, el cónsul alemán Gustavo Freudenthal, Francisco Martínez Gascón, alias ‘Kautela’, Miguel Marín Chivite y, entre otros, Lucas Cepero; los cinco últimos vinculados con HERALDO como redactores gráficos.

Este año 2024 se cumple un siglo de la muerte de Lucas Cepero (Monegrillo, 1881- Zaragoza, 1924): fue asesinado por un chófer de la Azucarera de la Puebla de Híjar, Francisco Calvo Lezcano, un 12 de noviembre en la calle del Peso, hoy Blasón Aragonés, hacia las 20.30, tras salir de una función benéfica de la Asociación de la Prensa en el Teatro Principal. Lo mató de un disparo de una pistola Búfalo. Ambos, se diría luego en estas páginas y en la prensa, se tenían «remordimientos propios» o «rencores mutuos».

Retrato de Lucas Cepero (Monegrillo, 1881-Zaragoza, 1924) en 1915.
Lucas Cepero/Cortesía J. A. Hernández Latas.

Cepero, casado con Carmen Jarque Soro, mantenía una relación amorosa con Pilar Larpa Maluenda, que inició antes de que ella se casase con Francisco Calvo y que continuó luego en paseos por Zaragoza y en citas clandestinas, una de ellas en la estación de tren en Pina de Ebro.

Estudiado muy especialmente por José Antonio Hernández Latas en dos entregas de la revista ‘Rolde’ y en uno de sus deliciosos libros, ‘Historias mínimas de la fotografía (1839-1924)’ (Rolde, 2021), Cepero era redactor gráfico de HERALDO, y colaboraba en diversos medios nacionales: ‘ABC’ y su suplemento ‘Blanco y Negro’, donde se descolgaba con reportajes sobre Zaragoza, el Pirineo o su colección de retratos, de gente famosa y anónima, pero también en la lujosa revista ‘La Esfera’ y llevaba a gala su condición de «Fotógrafo Real», como consta en una de sus tarjetas.

Era un profesional con pedigrí, versatilidad y osadía. Amaba su profesión: veía sus inmensas posibilidades y las puso en práctica. En 1915 sintió la atracción de las montañas y la nieve, e hizo un gran reportaje que cristalizó en el álbum ‘El Pirineo nevado’, centrado en el balneario de Panticosa; en ‘La Esfera’ publicó reportajes de las bellezas arquitectónicas de Zaragoza; hacia 1920 tomó unas espectaculares fotos aéreas de la ciudad desde un aeroplano. También fue de los primeros en lograron imponentes instantáneas de las riadas del Ebro y, entre sus vinculaciones profesionales, hay que contar sus trabajos de reproducción de obras artísticas en el Museo Provincial de Zaragoza. De su carisma no hay duda; en la nota necrológica posterior de HERALDO es retratado así: «Cepero, hombre afectuoso, simpático, servicial, era nuestro compañero queridísimo y camarada sencillo y afable, a quien todos estimaban». En sus distintas fotos, se ve le siempre más bien elegante, tocado a veces de sombrero y solía llevar pajarita. En varios autorretratos de 1915, sale así, y también en el recordatorio de su muerte, que se publicó en el diario.

'La Oración del Ebro'. Una foto que tomó en 1915 y volvió a editar en 1923 en un álbum que mandó a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
'La Oración del Ebro'. Una foto que tomó en 1915 y volvió a editar en 1923 en un álbum que mandó a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
Lucas Cepero/Cortesía J. A. Hernández Latas.

No llores por mí, Zaragoza 

José Antonio Hernández traza para estás páginas esta valoración: «Era un muy buen fotógrafo, tanto técnicamente como por su concepción estética de la composición. Y, probablemente pasará a la historia de la fotografía en Aragón como uno de los grandes reporteros gráficos de las décadas anteriores a la Guerra Civil, por su carácter intrépido, incluso temerario, a la hora de abordar sus reportajes gráficos, ya fuera en medio de un temporal de nieve en Panticosa, sobre una frágil barcaza durante algunas de las más destructivas inundaciones del Ebro o a bordo de un aeroplano realizando algunas de las primeras fotografías aéreas de Zaragoza. Su fotografía del automóvil del Cardenal Soldevila acribillado a balazos, que fue portada del diario ‘ABC’, se ha convertido con el tiempo en una imagen icónica de un tiempo convulso en Zaragoza, en el que eran frecuentes los enfrentamientos y atentados, los llamados años de plomo del pistolerismo sindical y patronal», indica.

Hernández Latas: "Era un muy buen fotógrafo, tanto técnicamente como por su concepción estética de la composición. Y, probablemente pasará a la historia de la fotografía en Aragón como uno de los grandes reporteros gráficos de las décadas anteriores a la Guerra Civil"

Lucas Cepero y su esposa –unos seis años más joven que él– tenían su domicilio en la calle Méndez Núñez y su estudio en la calle Don Jaime I, número 44, donde debía colaborar Carmen Jarque; desde 1918 contaban con la ayudan de un sobrino: César Gracia Jarque, que será capital en el mantenimiento de la firma tras la tragedia. El caso impactó en todo el país, pero mucho más en Zaragoza, claro. Al principio no se contó cuál era el motivo del crimen; poco a poco empezaron a unirse cabos y se desgranó con pelos y señales el triángulo pasional, sobre todo porque el juicio fue bastante atípico, lo que antaño habríamos dicho ‘heavy’, digno de algunos de los dramas de honor mancillado de Calderón o Lope de Vega.

Los rencores mutuos entre Lucas Cepero y Francisco Calvo se habían evidenciado con crudeza. Este supo que el fotógrafo rondaba a su novia, primero, y luego esposa, y que ese vínculo llevaba al menos un año de duración. La joven Pilar Larpa no pudo ocultar las citas y, según se diría en el juicio de junio de 1925, «la persecución». Los hechos se volvieron bastante ásperos, hasta el punto de que José Larpa, comerciante y hermano de Pilar, intentó mediar en la disputa y logró que Lucas Cepero le prometiese que se iría de la ciudad. Algo que no hizo y que suena bastante chocante; aquí se había hecho conocido y reconocido. Debió ser esa promesa incumplida la que precipitó la venganza, porque para entonces Pilar Larpa llevaba ya cuatro meses retirada del mundo y del supuesto acoso en el convento de las Oblatas. Y desde allí le cursaba cartas a su esposo, que serían esgrimidas contra la víctima en el juicio.

El recordatorio que publicó Heraldo en su despedida. El diario no quiso publicar el veredicto que decía que Francisco Calvo Lezcano era inocente.
El recordatorio que publicó Heraldo en su despedida. El diario no quiso publicar el veredicto que decía que Francisco Calvo Lezcano era inocente. Aunque se dice que tenía 40 años de edad, en realidad tenía 43.
Lucas Cepero/Cortesía J. A. Hernández Latas.

Parece claro que Francisco Calvo Lezcano fue a buscar, o a esperar, a Lucas Cepero y que luego, en el camino a casa, se enzarzaron en disputas que acabaron en leves heridas y magulladuras, también en la piel del cuello del asesino y en dos dedos, y finalmente en la muerte del fotógrafo: según consta en el informe pericial de la autopsia, «el acusado hizo un disparo a la altura del pecho, que por atravesar el proyectil el pulmón y los bronquios, le provocó la muerte instantánea». También se refiere que en «la lucha previa al momento del disparo dejaron huella en la fisonomía del procesado. Calvo Lezcano, quien –según el informe pericial– “resultó con una herida contusa en el dedo índice de la mano derecha, otra en el medio de la mano izquierda y cuatro erosiones superficiales en la región lateral derecha del cuello y la región facial del mismo lado”», escribe José Antonio Hernández.

Se tomaron en consideración a modo de atenuantes «el haber cometido el homicidio en vindicación de una ofensa grave y por existir hechos que excitaron “el arrebato y la obcecación” del encausado». Emilio Laguna rizó el rizo de sus argumentos y añadió que había sido un crimen en legítima defensa

Lo trasladaron a la farmacia Moderna, pero ya no había nada que nacer. Lezcano se entregó poco después e ingresó en la cárcel de inmediato. Al cabo de un mes, seguramente protegido por los dueños de la Azucarera de La Puebla de Híjar, le habían dado una ocupación de «escribiente de oficinas». Fue defendido por el exalcalde de Zaragoza, de 1917, Emilio Laguna Azorín que logró un auténtico milagro. A Calvo Lezcano le pedían seis años y un día de cárcel y 6.000 pesetas de multa (36 euros de hoy; Hernández Latas dice que "la indemnización trasladada al presente sería más de 6.000 euros"), pero fue declarado inocente. Se tomaron en consideración a modo de atenuantes «el haber cometido el homicidio en vindicación de una ofensa grave y por existir hechos que excitaron “el arrebato y la obcecación” del encausado». Emilio Laguna rizó el rizo de sus argumentos y añadió que había sido un crimen en legítima defensa; incluso se dijo que el fotógrafo hizo el ademán de sacar un revólver del bolsillo. El 15 de julio de 1925 se declaró la libre absolución del chófer. HERALDO no quiso dar aquel veredicto.

Sentencia, dignidad y homenaje 

Hernández Latas evalúa la sentencia: «En realidad, no se había juzgado a Francisco Calvo, a quien se consideraba legitimado para tomarse la justicia por su mano, si con eso restituía el honor agraviado, sino que se había juzgado al fallecido Lucas Cepero, cuando ya no tenía posibilidad alguna de defenderse, y moralmente se había considera culpable de seducir e inducir al adulterio a la joven Pilar Larpa».

Un montaje y autorretrato de 1915 con su esposa Encarna Gracia Jarque.
Un montaje y autorretrato de 1915 con su esposa Carmen Jarque Soro.
Lucas Cepero/Cortesía J. A. Hernández Latas /Javier Barrios.

Parece ser que Pilar y Francisco volvieron a unirse, y que él murió a los 48 años por una hemorragia de un cáncer de esófago. Está enterrado en Torrero. De los restos de ella no se sabe nada. La viuda de Cepero dio un paso al frente: «Carmen, que quedó viuda con tan solo 37 años de edad, demostró tener una gran entereza, no solo para sacar adelante el negocio fotográfico familiar, con ayuda de su sobrino César Gracia Jarque, sino también para hacer oídos sordos a las crueles habladurías provocadas por un dramático episodio que se había convertido en la comidilla de la ciudad, sin guardar el menor rencor a su difunto marido. Como confirma la reflexión que compartió con un familiar cercano en un momento de intimidad: “A pesar de lo sucedido, los años transcurridos junto a él han merecido la pena. Si volviera a nacer y tuviera que volverme a casar con él, no lo dudaría un instante”. Creo que esas palabras hablan muy bien de ella», decía esta misma semana José Antonio Hernández Latas.

Encarna Jarque: “A pesar de lo sucedido, los años transcurridos junto a él han merecido la pena. Si volviera a nacer y tuviera que volverme a casar con él, no lo dudaría un instante”

¿Cómo se debiera celebrar el centenario de su muerte? «Sería interesante conmemorar su figura, así como las trágicas circunstancias de su muerte, tal vez a través de una exposición que diera a conocer algunos de sus trabajos fotográficos más significativos. Pero, quizás, precisamente por la idiosincrasia del personaje y su biografía, sería incluso más acertado realizar un documental que fuera capaz de evocar su vida y obra, partiendo de la narración del episodio luctuoso de su asesinato y el posterior desarrollo del atípico juicio. Y, ¿por qué no?, sería también un sugerente tema literario para una novela», concluye José Antonio Hernández Latas.

Quedan meses por delante. Pueden hacerse muchas cosas. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión