BALANCE. OCIO Y CULTURA

Memoria del año 2023: recuerdo de lo que somos o el año que nos visitó Albert Einstein

El año que concluye ha sido convulso: el de la amnistía y la polaridad, el de Pisón y Vallejo, el de un puñado de homenajes, adioses y actividades

Jesús Pescador, disfrazado de Einstein junto al rector José Antonio Mayoral, entra en el Aula Magna del Paraninfo y mira el retrato que le hizo al científico Gustavo Freudenthal.
Jesús Pescador, disfrazado de Einstein junto al rector José Antonio Mayoral, entra en el Aula Magna del Paraninfo y mira el retrato que le hizo al científico Gustavo Freudenthal.
Oliver Duch.

La frase puede parece rutinaria o escasamente original, pero en el año 2023 que se va hemos vivido peligrosamente. Ha sido un año de convulsiones, de incertidumbres y a la vez otra época vertiginosa donde las palabras pierden su sentido. La polarización también nos ha despertado la hipersensibilidad: el que agrede o sacude verbalmente al rival, de golpe se vuelve susceptible cuando él es vilipendiado en términos semejantes. Y la palabra amnistía, tan valorada en los años de la apertura política, se ha vuelto un arma arrojadiza: el presidente Pedro Sánchez –al que le han escrito nuevo volumen de memorias que apenas ha encantado a nadie– la envolvió, la amasó y la protegió hasta hacerla invisible y acaso inexistente, y sus adversarios la han usado como una lluvia de dardos. No le protegió ni el traje.

Ahora, poco a poco, incluso muchos de los que no estaban a favor de considerar a los independentistas como compañeros de fatigas y de viaje ‘progresista’ en medio de la adversidad de los votos (ganó Feijóo por goleada, absoluta, ante un Sánchez que tiene el don de resiliencia exacerbado: endiosado, sabe vencer en la derrota), parecen haber aceptado: se impone como mal menor, o lo que sea, la realidad de las alianzas. Y un hecho más: la ciudadanía avanza, resiste con sarpullidos y la piel erizada, se deja ir porque hay seguir luchando, sobreviviendo, disfrutando de la vida y de las fiestas, y la política de las disputas se ha convertido en algo periférico: el espejo de un encono antiguo que ensucia la convivencia y las esperanzas del porvenir. Eso sí, la rabia va por dentro. O, sencillamente, la incredulidad se deslíe.

La clase política y sus muchos adláteres de partido viven su propia distopía, o una caracola de endogamias a elegir, y ahí ni los intérpretes ni politólogos aciertan a poner un faro de claridad y de sensatez. El mundo se ha vuelto un lugar siniestro (Gaza: ese horror gratuito que condena a tantos inocentes; el partido de poder Rusia-Ucrania), pero es el nuestro, nos duele y excita, y nos revienta, y a la vez es el camino hacia las estrellas, la belleza, el sueño y el polvorín de las pequeñas cosas que estremecen e ilusionan.

Autorretrato de Carlos Saura en Berlín en 1994.
Autorretrato de Carlos Saura en Berlín en 1994.
Carlos Saura.

Aragón sigue a lo suyo.

Sin victimismos y sin exigencia. Se ofrece siempre y derrama sus dones, su creatividad, su obra en marcha, que diría Juan Ramón Jiménez, enamorado y amante de algunas monjas aragonesas y de Panticosa. El 2023 ha sido, de nuevo, el año de Irene Vallejo, Personaje Cultural en el Mundo, según los periodistas, traducida, requerida y reeditada con libros como ‘La leyenda de las mareas mansas’ (que firma con Lina Vila) y con el cómic ‘El infinito en un junco’ (con Tyto Alba). 

Si me propusiese hacer inventario de sus incidencias, viajes, traducciones, bibliotecas o discursos se llevaría todo este espacio. Vive transida de luz, de poesía y de humanismo perpetuo, y ha alcanzado el estado ideal de conectar el presente con sus contradicciones con el fascinante pasado. Ignacio Martínez de Pisón ha firmado para los lectores y algunos suplementos la novela del año: ‘Castillos de fuego’ (Seix Barral), la crónica coral de la miserable existencia de la inmediata posguerra con sus historias, menudas y sórdidas, y la lucha por la supervivencia. Aragón ha vuelto a reclamar el foco con Manuel Vilas, Premio Nadal con ‘Nosotros’, una novela de amor y erotismo, locura y viaje, lujo, capricho y posesión más allá de la muerte al modo de Quevedo.

De los Saura a Mauricio y Sopeña

Si nos vamos al arte, ha sido el año de Antonio Saura, expuesto en Bancaja en Valencia, a los 25 años de su muerte, y el de su hermano Carlos por partida tripe o cuádruple: murió poco antes de recibir el Goya de honor y fue objeto de varios homenajes, aparecieron sus memorias póstumas, ‘De imágenes también se vive’ (Debate), y se le hizo una grandiosa exposición en la Lonja de su carrera en la fotografía. Emotiva, hermosa, una radical y variada lección de sensibilidad visual. Meses después llegó Gervasio Sánchez con una nueva entrega de sus ‘Vidas minadas’, que tiene algo de carné de identidad de su compromiso y de su beligerancia contra los poderosos. 

Y ha sido el año de José Manuel Broto, que ha expuesto en el Museo Salvador Victoria y en el Paraninfo, esa factoría que ni duerme donde Cajal se ha quedado a morar con sus fantasmas y sus hilillos de sangre, neuronas y estameña. Ya que andábamos con el cine, recordemos que este, entre otras cosas, es el año de las películas ‘Teresa’ y de ‘Al otro lado del río y entre los árboles’, de Paula Ortiz, y el de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe, que recibió dos premios en San Sebastián y provocó algunas lágrimas. Quizá no llorase, pero el gran amigo de Mauricio Aznar, Gabriel Sopeña, ofreció un deslumbrante concierto en el Teatro Principal en el 40 aniversario de su carrera. El mejor, el más redondo y con mejor sonido. 

Resumen del año en Aragón de 2023 en clips
¿El Museo del Origami? Alguien debería entender que es una de las mejores embajadas de Zaragoza en el mundo: única, casi nuestra del todo, hasta Japón y Francia nos envidian, e incomparable"

Ya que el 40 anda por ahí, recordemos que la librería Cálamo celebró sus cuatro décadas, aquí, con sus autores y su expansión hacia Iberoamérica, y que Miguel Ángel Berna también anunció su hasta luego con jota, flamenco, pasión mediterránea y su habitual inclinación hacia el mestizaje. También ha sido el año del Auditorio: se fue su arquitecto creador José Manuel Pérez Latorre, y desde otros ámbitos se trabajó en la idea de una Orquesta Sinfónica de Aragón; eso sí, se hizo a destiempo, tarde, y sin consenso alguno como se hacen muchas cosas en Aragón: no con alguien, sino contra muchos.

El Museo del Origami ha vuelto a temblequear (alguien debería entender que es una de las mejores embajadas de Zaragoza en el mundo: única, casi nuestra del todo, hasta Japón y Francia nos envidian, e incomparable; no dejemos aquí también que suceden los dramas culturales, más serios de lo que parece, de Periferias de Huesca y Barbastro Foto. ¡No dejéis morir una voz ahora la que hemos conquistado!) y nos hemos quitado de la cabeza la idea de convertir la Lonja en una casoplón para Goya. Se ha cerrado y no se sabe del todo para qué el Museo de Zaragoza –alguien debería plantearse desgajarlo de una vez del ‘Museo de Arqueología’ y potenciarlo sin complejos–, y habrá que trabajar con el museo Pablo Serrano, que ha inaugurado la exposición ‘Aragón y las Artes, 1957-1975’, y la mantendrá abierta hasta el agosto de 2025; así se olvidan de las muestras hasta sus promotores. Fatigan por inanidad.

El museo Pablo Serrano ha inaugurado la exposición ‘Aragón y las Artes, 1957-1975’, y la mantendrá abierta hasta el agosto de 2025; así se olvidan de las muestras hasta sus promotores. Fatigan por inanidad.

Con Einstein

El 2023 también ha sido el año del centenario de la llegada de Albert Einstein a Zaragoza. La Universidad lo celebró por todo lo alto: en la calle, en el Paraninfo, en las exposiciones del Museo de Ciencias Naturales, en la edición de libros e incluso en ese viaje en el tiempo –con Jesús Pescador en el papel de sabio– que se hizo en el Casino Mercantil con una representación de científicos, con cena, música, discursos y algunas bromas. Había tanta gente implicada y dichosa que también ahí, como en Navidad, en el Pilar o en la llegada del 2024, se impuso la disposición a la felicidad.

La famosa foto que le hizo el cónsul de Alemania en Zaragoza a Albert Einstein.
La famosa foto que le hizo el cónsul de Alemania en Zaragoza a Albert Einstein en 1923.
Gustavo Freudenthal.
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