'La ola y el monstruo', la escultura de Zaragoza que (casi) siempre estuvo allí

La obra premiada en 1963 en la II Bienal de Pintura y Escultura de la capital aragonesa fue creada por el médico y artista valenciano Antonio Sacramento.

La obra de Antonio Sacramento, en su actual emplazamiento
La obra de Antonio Sacramento, en su actual emplazamiento
Pedro Zapater | P

Quién sabe si acaso resulta incómoda, pero lo cierto es que la escultura ‘La ola y el monstruo’ no se ha acomodado en un único emplazamiento desde que fue instalada en la capital aragonesa hace casi 60 años. La obra del artista valenciano Antonio Sacramento (1915-2016), premiada con la medalla de oro en la II Bienal de Pintura y Escultura de Zaragoza en 1963 -la medalla de plata fue para ‘La Siesta’, del turolense Enrique Galcerá-, se encuentra desde el pasado julio nuevamente en la Gran Vía zaragozana, en su último tramo antes de llegar a la avenida de Goya.

Desde su colocación en el entorno de la plaza de Basilio Paraíso en 1964 hasta este último movimiento, ‘La ola y el monstruo’ ha conocido cuatro ubicaciones distintas. Primero estuvo en el arranque del actual paseo de la Constitución; luego, al comienzo del bulevar de la Gran Vía, hasta que en 2009 comenzaron las obras de la línea 1 del tranvía y fue trasladada a los almacenes municipales para su restauración. En aquel momento estaba oxidada y muy deteriorada. Además, estaba encajada en un pedestal de hormigón que ocultaba parte de la base de la escultura.

En 2017, la escultura volvió a colocarse en la Gran Vía, en un punto próximo al que había ocupado hasta 2009, tras su limpieza y restauración por parte del área de Patrimonio. Pero el pasado año volvió a desaparecer; fue retirada, tal vez para no restar protagonismo al busto de Ramón y Cajal creado por Frank Norton a partir de la escultura de bronce modelada por el escultor Ángel Bayod en 1933. La obra se descubrió en la arteria rebautizada desde julio de 2022 con el nombre de Gran Vía Santiago Ramón y Cajal.

La pieza original de Sacramento ha vuelto a la Gran Vía y, por el momento, allí sigue. Tiene unas dimensiones de 115 x 115 x 100 centímetros y fue realizada en plancha de hierro de ocho milímetros por el escultor valenciano que enmarcó su obra “dentro de la temática actual. Podría llamarse escultura científica, construida con un sentido topológico cerrado, dinámico, sugiriendo un movimiento espacial y con una leve alusión figurativa”, expresó el artista tras ganar el premio en la Bienal que se celebró en la capital aragonesa en 1963.

'La ola y el monstruo', en su emplazamiento original, en 1964.
'La ola y el monstruo', en su emplazamiento original, en 1964.
Marín Chivite

Pero este no es el único monumento que ha cambiado de lugar en la capital aragonesa. Hay varios ejemplos, y quizás los más recordados son los que hoy reposan el el Parque Grande. Pero también hay otros que son curiosos, como la antigua puerta del Gran Hotel, que en la actualidad se encuentra en la entrada al Pabellón de Ceremonias del Parque Metropolitano del Agua Luis Buñuel. Fue diseñada por el arquitecto madrileño Antonio Rubio Marín y se instaló en el Gran Hotel Zaragoza (Costa, 5) en octubre de 1929. Allí permaneció hasta comienzos de la década de los 80, hasta que el nuevo proyecto arquitectónico del edificio prescindió de ella y fue llevada a la finca El Gracijo (actual campin municipal) donde permaneció hasta 2010, año en que se inauguró el Pabellón de Ceremonias, lugar en el que permanece actualmente.

En el citado Parque Grande Labordeta se encuentra la fuente de Neptuno, también llamada de la Princesa, la primera fuente urbana monumental de Zaragoza, que data de 1845 y es obra de Tomás Llovet. Se ubicó en la entonces plaza de San Francisco (actual plaza de España) hasta que en 1902 se sustituyó por el Monumento a los Mártires. Pasó un tiempo almacenada hasta que se montó en la arboleda de Macanaz, en 1935. Finalmente, llegó al Parque Grande en 1946.

La escultura 'La ola y el monstruo'
La escultura 'La ola y el monstruo'
Raquel Labodía

En el histórico pulmón verde la capital aragonesa también se encuentra el monumento a la Exposición Hispano Francesa de 1908, obra de Miguel Oslé, y dedicado a Basilio Paraíso, que se inauguró en 1910 en la plaza que lleva su nombre. Se desmontó a finales de la década de los 40 y en 1951 se instaló en el parque. También está allí el Quiosco de la Música, aunque los dos primeros puntos de la capital aragonesa que albergaron esta construcción fueron la plaza de los Sitios y el paseo de la Independencia. Fue diseñado por los hermanos Martínez Ubago con motivo de la Exposición Hispano Francesa de 1908.

La fuente de la Samaritana, en la plaza del Justicia, salió originalmente en 1866 de los talleres de Averly para instalarse en la plaza de la Seo. Tras su restauración, en 1962, se llevó al parque Bruil antes de llegar a su actual ubicación.

En el caso de la fuente del Buen Pastor, realizada por Dionisio Lasuén en 1885, su camino terminó en el mismo lugar de partida, la plaza del antiguo matadero. En los 70, tras el cierre del macelo, se trasladó al paseo del Constitución. El vandalismo casi acabo con ella a comienzos del nuevo milenio hasta que, acertadamente, se restauró y volvió a su espacio original.

La estatua del emperador Augusto también ha dado sus paseos por la ciudad. Fue un regalo del gobierno italiano de Mussolini a la ciudad de Zaragoza en 1940. Se trata de una copia en bronce del Augusto de Prima Porta, descubierta en la periferia de Roma en 1863, que se conserva en los Museos Vaticanos. Se situó en la plaza de Basilio Paraíso hasta 1950, luego estuvo en el Ayuntamiento, después junto a la muralla romana y después volvió a la plaza de Paraíso. A finales de los 80, se colocó junto al Mercado Central y la muralla romana. Y allí sigue.

Aunque sin duda, uno de los monumentos más viajeros de la ciudad es el Patio de la Infanta, que hoy puede admirarse en el edificio central de Ibercaja. Perteneció a la Casa Zaporta y comenzó a construirse en el año 1546, en lo que hoy es la calle de San Jorge. La Casa Zaporta albergó diversas actividades hasta su demolición en 1903. Su patio, se desmontó para su traslado a la casa de un rico anticuario francés, en París, salvándose así su desaparición. La entidad bancaria que hoy continúa cuidando de él lo recuperó para Aragón en 1958.

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