El Prado revela lo nunca visto, la cara oculta y los secretos de grandes pinturas en 'Reversos'

El museo inaugura del 7 de noviembre al 3 de marzo de 2024 es curiosa muestra.

Una pareja observa la obra 'Monja arrodillada' (1731), de Martin Van Meytens, en la nueva exposición del Museo del Prado, 'Reversos'
Una pareja observa la obra 'Monja arrodillada' (1731), de Martin Van Meytens, en la nueva exposición del Museo del Prado, 'Reversos'
EFE/ Fernando Alvarado

El reverso de un cuadro descubre detalles ocultos de su creación como bocetos de la obra final; la exigua economía del pintor que utiliza los dos lados de la tela como Ernst L. Kirchner o descubre dedicatorias y hasta cesión testamentaria así se desvela en 'Reversos'.

El Museo del Prado inaugura del 7 de noviembre al 3 de marzo de 2024 la exposición 'Reversos' una curiosa muestra en que comienza con un facsímil inédito de Vik Muniz, idéntico en medidas (320,5 x 281,5 cm), materiales y tejidos a las 'Meninas' de Velázquez.

Una obra icónica "por su proporción y que supone la quinta parte del reverso del lienzo sobre el que trabaja el pintor", señala del director el Museo del Prado, Miguel Falomir.

En ella Velázquez, que se pinta a sí mismo retratando a las Meninas, "pretende recordarnos que el arte y la pintura son mucho más que una imagen: una obra de arte es tridimensional", argumenta Falomir que compara la visión de una pintura, su marco y la parte de atrás con situarse frente a un "yacimiento arqueológico, cada detalle nos da información".

Miguel Ángel Blanco, comisario de la exposición, advierte que la exposición "va más allá de la anécdota, es más que darle la vuelta a un cuadro"; entre otras cosas, tiene que ver con los autorretratos de muchos pintores que muestran el caballete mientras aparece su rostro, casi siempre por el lado derecho de la tela, es el caso de Goya (1795) o casi un siglo después José Villegas (1898).

Lienzos que dan información sobre el taller del autor, en lo que el comisario llama 'El artista tras el lienzo'. En el apartado 'Esto no es una trasera' sitúa a algunos cuadros con trampantojos que representan reversos de pintura como 'La máscara vacía', de Magritte.

Un recorrido que descubre que las pinturas también tiene una Cara B, como los vinilos, obras bifaces como 'El Maestro de la Leyenda de la Magdalena' y 'El Maestro de la leyenda de Santa Catalina'. Piezas que muestran representaciones con códigos diferentes, lenguajes, inclusos géneros que establecen una relación "a veces enigmática".

"Las traseras descubren el método y la personalidad del artista", subraya Blanco que desvela que el bastidor en cruz interpreta una "especie de vía crucis que simboliza el esfuerzo del trabajo artístico".

Es el caso de la obras de Georgia O'Keeffe o Mark Rothko y que queda enfatizada en 'Asssemblage i graffiti' de Antoni Tàpies, un hecho que se manifiesta en obras protegidas en circunstancias bélicas.

Precisamente, uno de los bastidores más castigados es el que sostenía el 'Guernica' de Picasso, del que se exhibe parte del original, que apareció por casualidad en el Museo de San Francisco, donde se desprendió tras un traslado, que más tarde recuperó el Reina Sofía.

Hay artistas que confiaron a esa cara oculta del lienzo un lugar para la narración en la que trasmitir datos, identificar temas o personajes e incluso comentarios sobre la realización de la obra e incluso bocetos de la misma.

Testimonios de amistad como los de Antón Rafael Mengs a Nicolás de Azara o etiquetas y sellos de inventario o de incautación de la Guerra Civil. Remiendos, recortes y dobleces producto de restauraciones o modificaciones para una nueva ubicación, dicen mucho de dónde estuvieron colgadas.

Más de 105 obras, muchas pertenecientes al Prado, y otras que hasta ahora no se habían mostrado en la pinacoteca como un Van Gogh, Lucio Fontana, Sophie Calle o Pablo Palazuelo, entre otros. Una circunstancia de la que se muestra especialmente orgulloso el comisario porque "nos permite ver que el uso del reverso no está limitado al siglo XV si no que abarca hasta el XXI".

Una exposición "singular" en la que el comisario quería crear "una atmósfera de caverna", y para ello se han pintado por primera vez de negro las salas donde se exhibe para que el "espectador tome un rol activo e interaccione con las obras" para descubrir más información sobre el cuadro.

Blanco propone "una manera de espiar lo que hay detrás de las obras, un privilegio destinado a conservadores, artistas y transportistas", que se cierra con la puerta de José María Sicilia.

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