Diego Amador, el Ray Charles gitano: "Se emociona cuando tú te emocionas"

El sevillano, hermano pequeño de Rafael y Raimundo, padre de Diego Junior y estrella de la gran saga flamenca, actúa este sábado 21 en Zaragoza y al día siguiente en Huesca

Diego Amador, al piano.
Diego Amador, al piano.
Ana Solinis

Diego Amador es el chiquillo de una familia grande. Y es grande, porque el asunto del cante, el toque y la música escapando por las yemas de los dedos lo vive como un muchacho que este año ha cumplido medio siglo de vida, y tiene un hijo con su mismo nombre de pila en la tarea de alargar la saga dentro de la música.

La gira ‘Naranjos en la luna’ trae este sábado a Diego Amador a la sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza (20.30, 20 euros en Ibercaja y taquilla) y un día después al Periferias de Huesca (Centro Cultural Manuel Benito Moliner, antiguo Matadero, 20.00, de 12 a 15 euros en periferias.org y taquilla).

Diego es ante todo cantaor y pianista, en orden ‘tantomonta’. También se maneja de fábula con la batería, la guitarra (Rafael y Raimundo, sus hermanos mayores, saben un poquito de eso) las palmas y, si se tercia, una Roland 808, aunque las cajitas de ritmos en su familia sean mucho más orgánicas. Le llaman el Ray Charles gitano, el Mozart flamenco… pero llamarle Diego Amador es más acertado.

Orgullo familiar

El apellido Amador podría pesar a un benjamín de saga, por aquello de las expectativas creadas, pero Diego lo lleva con calma y tronío, si es que tal combinación procede. “La grandeza de mi padre y mis hermanos mayores, todo lo que han hecho por el flamenco y la fusión, es un legado, no pesa. Yo siempre lo he llevado todo muy natural. He tirado por otros caminos, ellos han entrado más en el rock y el blues y yo apunto más hacia el flamenco. El que me haya buscado la vida de otra manera no afecta a la admiración infinita que siento por ellos. Soy su fan número uno”.

De Pata Negra se acuerdan varias generaciones, con Raimundo y Rafael a la cabeza de aquella máquina revolucionaria que agitó el mundo flamenco a finales de los 70 y la década posterior desde el barrio sevillano de las 3.000 Viviendas. Diego no tiene una canción favorita de la banda. “Me gustan todas, ¡no me hagas eso! A ver, de los primero discos me encantan los tangos de Badajoz que hace Rafael; del ‘Blues de la frontera’ todo el mundo tira para ‘Si tú te vas’, pero cuidado con ‘Bodas de sangre’ o ‘Lunático’. Son tremendas.

Vocación y ósmosis

Diego Amador siempre supo que sería músico. “Parecía lógico por ser de la familia que soy, pero es que en la calle estábamos todos los chavales jugando a ser artistas, con una guitarra en la mano, compartiendo una letra o un acorde, lo tuve claro. Luego ya está lo que sale solo, lo que cada cual lleva consigo: eso lo tienes o no lo tienes, lo demás se puede aprender. La verdad sale: mi herencia es la autenticidad”.

Aunque sus caminos artísticos pueden parecer atípicos para los puristas del flamenco, Diego se alinea con ellos. “Me considero muy purista en todo, mi familia lo es; eso no quiere decir que no estemos abiertos a experimentar en lo musical y lo personal. Hemos salido mucho al extranjero, conoces gente de todo el mundo, aprendes de todos, de chiquillos y mayores. El respeto es la palabra. Y emocionar se emociona cuando tú te emocionas. Me lo dijo mi padre, mis hermanos… mis espejos. Así uno encuentra su propia voz, su sonido”.

El sevillano no olvida sus inicios. “Una vez estuve en Sevilla con el rey del flamenco, Camarón. Eso marca: lo vi más veces, pero recuerdo aquella con Pata Negra. También cuando me llamaba la grandísima Susi y otros cantaores y cantaoras para que les acompañase con mi ‘teclaíllo’, que aún no sabía tocar del todo porque era casi un niño. Me sabía dos facetas de tango, otras dos de bulerías, de soleá... esos festivales en los que lanzaban bocadillos de mortadela a un cantaor que no les gustaba. Bueno, y un día vi a Miles Davis. Nunca lo olvidaré”

Orgullo ‘gypsy’

Diego está contento con el foco que ha puesto este Periferias 23 oscense en el concepto de ‘gypsy’. Huesca, además, ya ha disfrutado más de una vez del arte que atesora el de las 3.000 Viviendas. “Me encanta que den un espacio así a nuestra cultura. Es gracioso lo de gypsy, suena a gitano moderno -ríe- pero creo que es una mirada desprejuiciada, bonita”.

En el festival oscense se aborda el concepto desde un perspectiva amplia: marca de la casa. “Y oye, que vais a escuchar muy buena música -asegura Diego- y conocer muchas cosas en el norte: ya pasa cuando nos reciben en Estados Unidos o en Japón, nuestra verdad se nota rápido. El publico manda, pero nuestra tarea a es dar, enseñar… a los que no me conozcan y vengan por consejo de la gente, les digo que acudan con el corazón receptivo, que me voy a dejar la piel para agradarles”.

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