José Antonio Duce: "La censura me recortó una escena y Fraga me echó de su despacho"

‘Culpable para un delito’, película del aragonés rodada en 1966, ha inspirado un libro de Víctor Lahuerta recién publicado

José Antonio Duce, fotografiado este miércoles en su domicilio zaragozano.
José Antonio Duce, fotografiado este miércoles en su domicilio zaragozano.
José Miguel Marco

A finales de 1961 un grupo de jóvenes aragoneses (Julián Muro, Víctor Monreal, José Antonio Duce, Emilio Alfaro y José Luis Pomarón) tenían un sueño común, convertir Zaragoza en la tercera capital del cine en España. Y crearon la productora Moncayo Films (1962-1968), cuyo mayor éxito fue ‘Culpable para un delito’, dirigida por José Antonio Duce. La Institución Fernando el Católico acaba de publicar un libro de Víctor Lahuerta en el que repasa todos los pormenores de la película, rodada en Zaragoza en 1966. La edición, presentada ayer, es también, un merecido homenaje a Duce, zaragozano de 1933 y figura clave en la fotografía aragonesa de las últimas décadas.

¿Cómo nació ‘Culpable para un delito’?
La película le debe mucho a un documental que hice para la productora madrileña Leda Films, ‘Zaragoza, ciudad inmortal’. Terminaba con un trávelin del paseo de la Independencia con sus luces, que realicé con un objetivo angular. Al estreno en el cine Palafox acudió el alcalde, Luis Gómez Laguna, y le gustó mucho: «¡Si Zaragoza parece Nueva York!», dijo. Gracias a él, y con cuatro perras, hicimos ‘Culpable para un delito’. Nos consiguió permisos para todo, incluso para subir a los tejados del Pilar. Puso el ayuntamiento a nuestra disposición: si necesitábamos que las calles estuvieran mojadas, venían los bomberos y las regaban. Hasta logró que nos dejaran empalmar los focos y los grupos electrógenos a las palomillas de la luz de las calles. Todo nos salía gratis. Sin Gómez Laguna la película no se hubiera hecho.

Usted convirtió Zaragoza en escenario de cine negro. Y en una ciudad ‘centroeuropea’.
El guión, que escribió Emilio Alfaro, se titulaba en principio ‘Balada para un hombre solo’. A mi me gustaban mucho las novelas de Simenon y quería cambiar el título y algunas otras cosas. Fuimos un fin de semana a su casa en Maleján y allí hicimos la transformación. Casi nadie sabe que fue el primer filme que se rodó en España con película 4-X, un formato que acababa de sacar Kodak para rodar con poca luz, y que le da esa atmósfera tan especial. 

¿Cómo era la Zaragoza del 66? ¿Más fotogénica que la de hoy?
Zaragoza es muy fotogénica, aunque la de hoy, creo, lo es algo menos que la de entonces. La Zaragoza de los años 60 era una ciudad muy tranquila, con mucha actividad cultural en torno a peñas como Niké y los distintos cineclubes. Fue precisamente en ellos donde surgió la idea de crear Moncayo Films, que no dejó de ser un proyecto de unos jóvenes aragoneses que tenían poca experiencia y mucha ilusión. 

Moncayo Films, que se mantuvo activa entre 1962 y 1968, resume su trayectoria en cinco documentales, un cortometraje y cuatro películas, la más rentable ‘Culpable para un delito’. Siempre tuvo problemas económicos, pero pudieron rodar ‘La ciudad no es para mí’ y lo desecharon. 
Lo recuerdo perfectamente. Por indicación de Gustavo Adolfo (periodista y locutor radiofónico) en el restaurante Bienvenido nos reunimos Julián Muro, Emilio Alfaro y yo. Y decidimos que nunca haríamos baturradas. La historia quizá habría sido distinta si hubiéramos dicho que sí, como hizo Lazaga.

Usted tiene en gran consideración a ese cineasta.
Aprendí mucho con él. Mucho. Sabía hacer cine con muy poco presupuesto, como demostró en ‘Cuerda de presos’, película que contaba la historia de un preso al que trasladaban dos guardias civiles. Le originó problemas con el régimen. 

A usted no. ‘Culpable para un delito’ pasaría la censura sin mayores problemas.
No, no. Fraga me echó de su despacho en el ministerio. Al final de la película había una escena en la que unas artistas asiáticas interpretaban un número que se llamaba ‘El palo femenino’, que consistía en contorsionarse y pasar por debajo de un palo colocado a poca altura del suelo. La censura cortó esa escena y fui a ver a Fraga a su despacho en la planta 9 del ministerio. «Don Manuel, este número se representa todos los días en el Oasis», le dije. Y recuerdo lo que me contestó: «Oye, maño, no es lo mismo el público que va a un teatro, culto, erudito, universitario, que el del cine, que en su mayor parte son obreros que van a calentarse un rato». Le pregunté si había estado alguna vez en elOasís y me respondió que ya no había más que hablar. Y me echó.

José Antonio Duce participó en la presentación del libro de Víctor Lahuerta en los cines Palafox. En la imagen, el cineasta y fotógrafo junto a Carlos Forcadell.
José Antonio Duce participó en la presentación del libro de Víctor Lahuerta en los cines Palafox. En la imagen, el cineasta y fotógrafo junto a Carlos Forcadell.
Francisco Jiménez

Fraga fue el responsable de la desaparición de Moncayo Films. 
Cambió la ley del cine, y las ayudas estatales pasaron de concederse por cómo se valoraba la película a hacerlo en función de la recaudación en taquilla. Además, Víctor Monreal murió en accidente de tráfico, cada uno de nosotros tenía trabajo dentro y fuera de Aragón... Después de entrar en vigor la ley, teníamos el guión de una película, ‘El muñeco de cartón’, ambientada en las Fallas de Valencia, pero no hubo manera de sacarla adelante. Volví a Zaragoza, me olvidé del cine y me dediqué a la fotografía.

¿Frustrado?
En absoluto. Tenía una gran pasión por la fotografía y sigo teniéndola como el primer día. Disparé la que es mi última foto, hace unos días en la terraza donde tomo café con los amigos: a las sillas apiladas de la cafetería.

Ha fotografíado, y publicado libros, de las iglesias de Serrablo, de  Híjar, Calanda, la Seo, la Aljafería y el Pilar... Tico Medina, con quien colaboró aportando imágenes para sus reportajes de los pueblos de Aragón, dijo de usted que era «el Goya de la fotografía». 
He disfrutado mucho con la cámara, aunque hoy quizá no sea ya ni siquiera una vieja gloria de la fotografía. El secreto de una buena instantánea es saber mirar a tu alrededor, ‘verla’. Un amigo siquiatra me dijo en una ocasión que yo paseaba por la calle mirando como si fuera a través de un teleobjetivo. Y quizá sea verdad.

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