Cristina Carrillo de Albornoz: "La curiosidad es tu motor; si la pierdes... se acabó"

Ha presentado en Zaragoza su novela ‘Un beso en Tokio’ y la muestra ‘Picasso íntimo y los años dorados de la Costa Azul’, que ha comisariado

Cristina Carrillo de Albornoz, en el Centro de Historias.
Cristina Carrillo de Albornoz ha presentado su novela en el Patio de la Infanta, y la exposición que ha comisariado en el Centro de Historias.
Guillermo Mestre

¿Qué aprendió en la carrera diplomática y en la Unesco?
Aprendí a buscar la excelencia, a no dar nada por hecho, a estar segura siempre de lo que hago y digo... Fue una época muy enriquecedora, aunque algunas experiencias me marcaron. Aún recuerdo la sensación liberadora que tuve al quitarme el velo en el avión en el que abandoné Irán. Habíamos ido allí a desarrollar un programa sobre los derechos de la mujer.

¿El velo es solo una mera costumbre?
Yo creo que es sometimiento. 

Su trabajo diplomático la condujo al arte.
En Suiza, donde vivía, conocí a Balthus, y esa relación me abrió las puertas. Empecé muy joven, comisariando una exposición de Balthus para el Reina Sofía. 

Ese artista tenía todo un carácter.
O le gustabas o no le gustabas. Cuando lo conocí, yo iba con un vestido blanco y fajín rojo, y tenía el pelo rizado. En cuanto me vio dijo: «Goya» (en alusión a un retrato del pintor aragonés a la duquesa de Alba). Balthus veía a las personas como si fueran pinturas.  

En muy poco tiempo se convirtió usted en una de las comisarias de arte más demandadas y aplaudidas.
Como en cualquier faceta de la vida, si uno es joven y curioso aprende rápido. La curiosidad es tu motor; si la pierdes... se acabó. 

En el arte contemporáneo, ¿no hay mucho impostor?
Siempre lo ha habido. Pero el tiempo, que también lo cura todo, hace la selección. El arte te da una visión muy dinámica de la vida, quita los prejuicios y enseña a aprender de los jóvenes. Y eso es muy importante, porque algunos jóvenes anticipan el futuro.

La exposición que ha comisariado para el Centro de Historias nos muestra a Picasso en la intimidad, pero también el glamur de la Costa Azul en los años 50.
Presento obras del fotógrafo Edward Quinn y hay un apartado dedicado a las estrellas de cine que convirtieron el Festival de Cannes en lo que es hoy. 

Cristina Carrillo, a la entrada de la exposición que ha comisariado en el Centro de Historias.
Cristina Carrillo, a la entrada de la exposición que ha comisariado en el Centro de Historias.
Guillermo Mestre

Fotografías de estrellas como Audrey Hepburn, Liz Taylor o Cary Grant, en su privacidad, casi en la intimidad. Ahora es imposible hacer fotos así.
Esos artistas mantenían un aura de misterio a su alrededor. Tenían glamur. Hoy las estrellas están sobreexpuestas a la curiosidad pública, sabemos mucho de ellas. Y, por otro lado, existe menos espontaneidad: algunas de las fotos de la muestra no se podrían tomar ahora. Porque no hemos puesto límite a lo políticamente correcto y vivimos cierta censura. 

Muchos se han sorprendido de su debut en la novela. ¿Cómo nació ‘Un beso en Tokio’?
He tenido mucha libertad en la vida: he trabajado en las exposiciones que he querido y con los artistas con los que he tenido afinidad, desde Botero a Calatrava. Pero siempre había querido escribir una novela. Visité Japón en 2005 y me deslumbró su elegancia y sofisticación. Y allí conocí a alguien fascinante, Tadao Ando, un exboxeador reconvertido en  en arquitecto, autodidacta, que es uno de los profesionales más valorados del mundo. Él me ha inspirado el personaje central de la novela. Durante casi 10 años fui tomando notas y preparándome para escribirla, y cuando llegó la pandemia y tuvimos que encerrarnos en casa llegó la oportunidad de hacerlo. Me puse ante el ordenador y...

... Se obligó a terminarla.
La escritura no se puede forzar. Además soy muy perfeccionista, leo y releo cada párrafo para corregirlo. Si mi editora no me arranca la novela de las manos, no se la doy.  

Su novela es también un ensayo sobre la belleza.
El mundo es bellísimo, aunque a veces no tenemos tiempo o no sabemos pararnos un poco y disfrutarlo. La vida es una poesía en la que cada verso es distinto pero, todos juntos, constituyen algo armónico. El ser humano busca la belleza. Uno de los aforismos que incluyo en el libro es de Confucio: «Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir».

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