el rincón favorito de aragón 

Navarrete del Río y el faro de su torre mudéjar, el rincón favorito de la locutora Concha Hernández

La periodista de la Cadena Ser en Teruel, y exjefa de prensa de la Diputación Provincial, tiene un refugio que le lleva "al camino de los sueños".

Navarrete del Río: un lugar para ser feliz cada verano.
Navarrete del Río: un lugar para ser feliz cada verano.
Concha Hernández

A Lucinda Gil Zabal el ramal del caballo la llevó en volandas por todo el pueblo. El espanto del animal dejó el cuerpo de mi tía abuela tendido junto al puente del río Pancrudo y sus sueños volaron al Carrascal. Allí observa, en plenitud, su pueblo, Navarrete del Río. Su historia se quedó en la memoria familiar y a mí me ató a ese pequeño lugar lleno de nombres que me dirigen a su inmensa geografía y al camino de mis sueños. Paula, Zacarías, Ignacio, Elvira, Pilar, Concepción son algunos de ellos. De su mano he conocido la belleza humilde de este pueblo que Gerardo Sancho enmarcó en un álbum fotográfico muy personal, en blanco y negro, que hoy rezuma nostalgia.

Los montes del Carrascal y los campos de cereal de El Pago son la puerta de entrada a mi paraíso. A ellos les acompaña el sonido de los vehículos que pasan de largo por la A-23. Pero esa tierra roja, arcillosa, erosionada por el viento y las temperaturas del triángulo del frío sirve de frontera natural para aislarse del mundanal ruido. El cobijo y la quietud aparecen de pronto en la recta que te lleva, primero, al puente del río Pancrudo y a los primeros chopos cabeceros que bordean su cauce, después al conjunto urbano coronado por la torre mudéjar de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

"Entonces cogí de la mano, gruesa y agrietada, a Ignacio y nos dirigimos a la Riera". Es el paseo junto al río y a los huertos de Navarrete del Río. Si cierras los ojos hueles el aroma del espliego pasando por el alambique instalado junto al azud. El aceite esencial cae gota a gota hasta hacerte olvidar otros olores del entorno. Todavía hoy escucho las voces y los gritos de los baños en el río. Las ramas de los manzanos caen hacia el suelo cubiertas de pequeñas 'verdedoncellas' que, a estas alturas del verano, son suaves al tacto y ácidas al sabor. Y la 'reineta', un bocado singular de los frutales navarretinos. El Pancrudo serpentea tranquilo, con escaso caudal, hasta que lleguen las tormentas. En la Alcantarilla nos sentamos: la tarde cae como un remanso.

"¡Ya suenan las campanas y los cohetes!, ¡vamos a la plaza!". A paso ligero volvemos al pueblo y allí echo de menos el olmo centenario que la grafiosis secó. Un árbol que escuchó secretos, anhelos, risas. La torre mudéjar de Navarrete del Río es como el faro que alumbra al resto de calles del pueblo. La Rambla, la calle Mayor o el inicio de la carretera de Cutanda, a un lado, la de Lechago, al otro y la de Calamocha, al frente. "¿Cuándo volverás?", dice Elvira. "Todos los veranos de mi vida", le contesto. Ese es el deseo recurrente, todos los veranos de mi vida, volver a Navarrete del Río porque allí siempre he sido feliz.

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