El rincón favorito de aragón

Ariño, la tierra de la leche y la miel

Paco Paricio, fundador de Los Titiriteros de Binéfar, regresa a un lugar que marcó su infancia y adolescencia y abonó de luz su memoria.

Ariño, pueblo minero, con su característido y famoso balneario.
Ariño, pueblo minero, con su característido y famoso balneario.
H. A.

Mi rincón favorito en verano no es un lugar al aire libre, se trata de un lugar, íntimo y familiar, que está en Ariño, una población minera de la provincia de Teruel.

Iba allí los veranos de mi adolescencia con mis hermanos y mi padre, acudíamos a recordar a la familia, a las tías y primos. Me estoy refiriendo al barrio de Santa Bárbara (nótese que se trata de la patrona de mineros), en la parte alta del pueblo, en la calle La Torre número 7.

Allí hay una humilde casa de pastores y mineros donde vivían el tío Sebastián y el primo Mariano, allí nos alojábamos aquellos días de verano. El tío Sebastián era pastor y el primo Mariano, su hijo, minero.

Paco Paricio.
Paco Paricio.
O. D.

En la parte baja de la pequeña casa había un cuartico fresco con un pequeño ventanuco, cerca del corral, al lado de un pequeño patio…, ese era mi paraíso del verano, lo he sabido más tarde, lo sé ahora cuando HERALDO me pregunta. Tal vez, antes de que llegáramos nosotros, los familiares de Huesca, en aquel espacio fresco se echaba la siesta mi primo o mi tío, y nos cedían el lugar para que nos libráramos de las tórridas horas de digestión.

Me parecía un privilegio… Ahora lo recuerdo como lugar verdadero y sustancial pues allí se daba cita la verdad del terruño y del trabajo, la sustancia de tantas cosas que ahora sé medulares. Al fresco, recostados en la cama, mis hermanos y yo escuchábamos las conversaciones de los adultos en el patio contiguo, anécdotas del pastor que conoce bien el monte, sus veredas y simas, del minero al que cambian turnos y trabajos, del vendedor de coches, que era nuestro padre, y sus negocios y cuitas; de vez en cuando comparecía mi tía Pilar, que llegó a Ariño desde Oliete, ella ponía la vida en su sitio. Al caer la tarde, la prima Pili nos acompañaba a recorrer eras y rebuscar truchas en el río con nombre de pájaro pescador. No sabía entonces que lo que estaba recibiendo, en aquellos veranos turolenses, me iba a permitir luego vivir, me estaba dotando de una «escucha» tan necesaria como el pan, tan dulce como la miel.

Voy poco pero voy. El alcalde me nombró pregonero de las fiestas hace cuatro o cinco años porque a menudo en las funciones de Los Titiriteros de Binéfar nombro al pueblo.

Me marcó especialmente la personalidad de mi tío Sebastián, el pastor. Sabía mucho del monte, nos llevaba a veces a buscar fósiles por las laderas del monte. Mi padre y mi tío crearon un rito gracioso: cada año nos llevaban al río Martín y nos echaban agua y nos bautizaban. Decían que era "el bautizo en la tierra de la leche y de la miel".

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