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Zaz: "Mis canciones son lo que soy, donde expreso mi camino en la vida"

La cantante francesa Zaz cierra este sábado el festival oscense Pirineos Sur, en Lanuza, con el vibrante espectáculo de su gira ‘Organique tour’.

La francesa ZAZ se presenta el próximo viernes 24 de julio en el Madgarden de la Complutense.
La francesa ZAZ se presenta el próximo viernes 24 de julio en el Madgarden de la Complutense.
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La cantante francesa Zaz cierra este sábado el festival oscense Pirineos Sur, en Lanuza, con el vibrante espectáculo de su gira ‘Organique tour’, en el que hace un repaso de sus canciones, una muestra de lo que es y donde expresa su “camino en la vida”.

Isabelle Geffroy (Tours, Francia, 1980) reflexiona en una entrevista sobre la importancia de encontrar ese recorrido vital en el interior de uno mismo para acercarse al amor y la felicidad a los que canta en el estribillo de su popular tema ‘Je veux’, que hizo que en 2010 saltara a la fama mundial.

Si todavía queda en España alguna persona a la que no le suene el nombre de Zaz, cuando escuchan tararear la melodía de ‘Je veux’, enseguida la reconocen. ¿Qué significa esta canción para usted?

El público de todo el mundo me ha conocido con esta canción. Expresa que poco importa todo lo que nos prometan, el lujo, el confort y todo lo que podemos tener si en el interior de nosotros mismos no tenemos este amor.

De hecho, cuando conocí a la persona que me propuso grabar un disco trabajaba en un sitio en el que ganaba dinero -no suficiente-, y la gente no me respetaba. Así que un día decidí marcharme. No tenía seguridad sobre el futuro, no sabía lo que estaba por venir ni cómo lo iba a hacer pero dije: “Yo me respeto”.

Me fui y esta canción expresa justo eso, que el dinero no va a servir de seguridad para nuestro interior. Porque, si no, nos enfermamos. Y, aunque es agradable tener una buena vida e ir a lugares bonitos, si eres infeliz en el interior, no funcionará nunca tampoco.

Así que habla de que hay que respetarse, cuidarse y no dejar que nos definan los otros. Si las cosas del exterior no nos gustan, nos toca tomar partido y decir no, yo no quiero eso, yo quiero ser libre.

El sábado 29 de julio cerrará el Pirineos Sur, conocido como Festival Internacional de las Culturas. ¿Cómo se enriquece usted de la aportación de las músicas del mundo?

Soy tan empática y tan esponja, que me encanta justo eso: viajar, encontrar, cuando algo es diferente, cuando es ecléctico… Precisamente, en mi música hay muchos estilos musicales muy diferentes.

Cada vez que vamos al extranjero a hacer conciertos, tratamos de visitar también las ciudades y los países. El simple hecho de ir y de encontrarnos forma parte de mí después, es algo que va a colorearme por dentro y se transmite de una forma u otra en mi manera de ser y, por tanto, en mi música.

Su madre era profesora de español y, de vez en cuando, este idioma se cuela en sus canciones, ¿tiene usted cariño por el país vecino?

Mi madre era amiga de dos mujeres que vivían en España que estaban casadas y que tenían hijos y, entonces, cada vez que íbamos (a España), íbamos a Tortosa. Recuerdo los naranjos y que hacía tanto calor que nos bañábamos en una especie de depósito de agua y que nos escorchábamos las rodillas.

Una de las cosas que me marcó es que una de las abuelas, que bordaba pañuelos, cuando hablaba, me hablaba a mí. Allí tenía la impresión de que cuando hablaban al niño no hablaban al pequeño, sino a la persona. Me gustaba eso porque era muy directo, muy auténtico y muy vivo.

Su último álbum, ‘Isa’, se creó durante el confinamiento. ¿Qué significó para usted esta etapa lejos del foco mediático?

Ya había decidido parar antes del confinamiento, porque nunca había parado. Era siempre: ¡Zaz, Zaz, Zaz! Acababa de conocer a alguien y pensé, tengo que ocuparme de Isa porque hacía un tiempo que no me ocupaba de mi vida personal. Luego, llegó el confinamiento y no tuve opción.

Fue genial en el sentido de que fue algo que yo no habría hecho y, al mismo tiempo, fue muy duro. Para mí, fue como la muerte y el renacimiento. La canción de ‘Tout là-haut’ es eso, un bautismo, una forma de morir y renacer. Cumplí cuarenta años durante el confinamiento y además dejé de fumar, de beber alcohol y café, de comer animales… Miré realmente todo lo que había en el espejo y que no había mirado desde hacía mucho tiempo. Me ocupé de Isabelle y, por eso, llamé al último álbum ‘Isa’.

¿Es muy diferente la Isa de su diminutivo a la Zaz que se sube a los escenarios?

Sí. La Zaz que vemos en el escenario es muy explosiva; hay una intención particular cuando estoy en el escenario. Luego, soy la misma igualmente. Es solo que es Isa la que nutre a Zaz, e Isa puede ser a veces más tímida, más introvertida, incluso agorafóbica, porque cuando hay mucha gente a veces no puedo hacerlo.

Es la misma persona, pero Zaz brilla más, al fin y al cabo, está sobre el escenario. Es como si tuviera un montón de superpoderes. Es como si Zaz fuera el paquete regalo de Isa, los colores, las texturas…

Sus canciones están cargadas de esperanza, ¿cómo cree que pueden ayudar a quien las escucha?

Hay mucha gente que me dice que les ha permitido avanzar en la vida en función de sus valores. Mis canciones son lo que soy, donde expreso mi camino en la vida.

Antes no era muy consciente, me dejaba llevar más por el poder de la sociedad, por lo que habíamos aprendido; no lo entendía y estaba muy enfadada. Ahora, he escogido un camino que es más interior: de cuidarme, de darme todo lo que necesito. A veces llego; otras veces, no. La consciencia tiene varios estratos y conforme avanzamos en la vida y maduramos es como si descubriéramos más ángulos.

Para mí, el poder está en nuestro interior, no en el exterior y si confiamos en nosotros mismos, nos nutrimos, nos acogemos… Finalmente, si nos respetamos, la gente nos va a respetar; si sembramos, la gente nos muestra su afecto… Y es ese el mensaje que traslado: todo viene del interior. 

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