Paco Ignacio Taibo II: "Hay que decirles a los jóvenes algo que ignoran: que leer es muy divertido"

El escritor hispanomexicano acaba de recibir el homenaje de la Semana Negra de Gijón que él echó a andar hace 36 años y dirigió durante 25.

Paco Ignacio Taibo II, el jueves pasado, en Gijón.
Paco Ignacio Taibo II, el jueves pasado, en Gijón.
ARNALDO GARCIA

Escritor combativo, apasionado y entusiasta nacido en Gijón en 1949 y que siendo un niño emigró con su familia a México, Paco Ignacio Taibo II tiene entre sus méritos haber vendido un millón de ejemplares de la biografía del Che Guevara, haber creado al detective Belascoarán que ahora se deja querer en Netflix y, por encima de todo, haberse inventado un buen día más de 36 años atrás la Semana Negra de Gijón, el festival pionero del género en España que este domingo echó el cierre en la ciudad asturiana. A este amigo íntimo de López Obrador que no es ministro de Cultura de México porque no quiere, que dirige el Fondo de Cultura Económica, la mayor editorial de Latinoamérica, le dedicó el festival un homenaje el sábado.

No le gustan los homenajes, pero este había que aceptarlo.

No me gustan mucho, me descolocan. La Semana Negra fue un hito importante en mi vida, aquí aprendí y enseñé cómo hacer festivales de otro tipo. Cuando nace, el festival literario era algo de salón, muy elitista y distante del público llano, y aquí inventamos la fiesta festival, que es todo lo contrario, es la absoluta falta de distancia entre los escritores y la parranda e incluso dijimos 'no es pecado comer un churro con la mano derecha y leer un libro con la izquierda'.

¿Recuerda cómo fue el momento exacto en que nació el festival?

Seguro que miento, porque la memoria es tramposa, es un aparato para mejorar el pasado. Supongo que en una larga conversación con Tini (Vicente Álvarez Areces), que era alcalde de Gijón. Me decía: «¿Por qué te vas a llevar un encuentro literario a Barcelona si lo puedes hacer aquí?» Entonces la idea de un encuentro literario ya me sabía a poco y dije «lo que hay que hacer es un festival de nuevo tipo, en el que no tiene que darnos miedo que se contamine de lo festivo». Tenía unas referencias muy raras: esa idea de cultura popular asturiana proletaria de los años veinte, la Fiesta de la Cultura. El material nutritivo era ese y que la novela negra estaba viviendo un gran momento desde el punto de vista autorial, se estaba editando mucho en España, en Europa iba muy bien y eran autores todos ellos muy ingeniosos, nada pedantes, nada figuritas, gente de infantería, que sabía que el camino de la literatura es el de la búsqueda del lector.

Decía Vázquez Montalbán que el género negro en España se lo inventó usted en la Semana Negra.

Manolo casi siempre acertaba en sus juicios. Lo que hicimos fue darle difusión masiva y amarre, pero no había que inventar. Estaban Manolo, González Ledesma, Andreu Martín, Juan Madrid, Julián Ibáñez... Había una producción de muy buen nivel y que empezaba a calar entre los lectores fuerte.

¿Qué hay ahora?

Curiosamente, ahora que estoy dirigiendo una editorial en México no tengo la medida de qué está pasando con el género negro. Creo que se popularizó tanto, tanto, que hoy todo el que quiere triunfar que hace novela rosa escribe negra para disimular.

¿Pero el género negro puro tampoco existe ya?

Afortunadamente. Dígamelo a mí que cada vez contamino más mis novelas.

Vox en el Ayuntamiento de Gijón y un montón de Gobiernos e instituciones en España.

La verdad, la verdad, la verdad es que el promedio de bobos en España es muy alto. Que alguien pueda pensar que la salida para una sociedad pueda estar en formas retrógradas de pensamiento, habla mal de una parte de esa sociedad. Pero está bien, porque va a ser reactivo. Deja que sigan prohibiendo obras de teatro, festivales, deja que metan la pata siendo como son.

¿No hay que hacer nada pues?

Sí hay que hacer. Si dejas que te censuren una obra estás jodido. Además, el debate político en los próximos años va a ser cultural.

Dirige la editorial más grande de Latinoamérica. ¿Le da tiempo a escribir?

Un rato por las noches. Dirigir una editorial es de una riqueza notable. Publicamos un libro y medio al día, pero es que además tenemos 120 librerías en México y otras treinta más en países hispanoparlantes, contamos con librerías móviles, con 12.000 clubes de lectura. Es una editorial muy fiesta, muy festival.

¿Le gusta la gestión? No le veo sentado en un despacho.

Es que logré no tener un despacho. Cambio todos los días. Tengo en la Ciudad de México una docena de lugares de trabajo y despacho donde me da la gana, como en la puerta de una librería. Hago oficina abierta en México y en otras partes de América. Me lo paso bien porque puedo trabajar como yo entiendo la cultura, como un un servicio a la sociedad. Cada vez que gano un lector es un día de fiesta y gano lectores continuamente, muchos de ellos adolescentes.

¿Son compatibles la lectura y el reguetón?

¿Por qué no? El problema es decirle a una generación entera de jóvenes algo que ignoran: leer es muy divertido.

Y leen poco.

Sí, y van hacia formas de diversión más rápidas y superficiales. Es lo que hay. Yo estoy en conflicto con eso de 'apaga la tele y abre un libro', es 'enciende la tele y lee un libro'.

¿Qué pasa cuando enciende la tele y se encuentra a su detective Belascoarán en Netflix?

Desconcierto. Al final me gustó. Tenía mis dudas y tuve que adoptar una posición: 'Es su película y es mi novela, déjalos que lo hagan como le dé la gana'.

Se está forrando...

No, gané mucho más con un millón de ejemplares vendidos de la biografía del Che y 300.000 de Pancho Villa.

¿Qué está escribiendo?

Terminé una novela la semana pasada. Se va a llamar 'Los alegres muchachos de la lucha de clases' y es una memoria generacional que empieza con un niño de cinco años en Gijón y termina anteayer. Es una novela que no es novela, es un testimonio que no es testimonio, es un libro de historia de una generación que lo es y no lo es.

Pero es realidad, no ficción.

Es no ficción al 90%, prácticamente una autobiografía. En noviembre estará en la calle en México. Y estoy con otro libro muy avanzado, porque siempre escribo varias obras al mismo tiempo, una novela que tiene a Pelayo como personaje.

Es amigo de López Obrador...

Somos cuates, sí.

En muchos jardines se mete con España. ¿Está de acuerdo?

En algunas polémicas entro y en otras paso. No es mi tema central ese tipo de cosas.

¿Por qué no quiso ser su ministro de Cultura?

Porque uno tiene que saber cuáles son sus límites. Yo puedo ser útil dirigiendo una editorial, que es como ser viceministro de Cultura pero más divertido, porque tienes menos ataduras. Ahora que vamos a volver a ganar las elecciones a ver cómo me escapo de la oferta. Quiero seguir dirigiendo el Fondo otros seis años.

¿Qué le queda por hacer?

Seguir escribiendo y procurar que no me hagan homenajes en los próximos años porque me demuestran lo viejo que me estoy volviendo.

Más viejo, más sabio.

Quiero ser sabio sin ser viejo.

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