La mejor actuación de Michael J. Fox

Apple TV+ estrena un documental sobre el actor de ‘Regreso al futuro’, diagnosticado de párkinson antes de cumplir los treinta años.

Michael J. Fox y su mujer, Tracy Pollan, en un fotograma del documental.
Michael J. Fox y su mujer, Tracy Pollan, en un fotograma del documental.
Colpisa

Fue en Florida, en 1990. Un sol abrasador se filtraba entre las cortinas del hotel en el que se hospedaba Michael J. Fox (Edmonton, 62 años), en aquellos momentos una de las grandes estrellas de Hollywood. El actor acababa de despertarse con una importante resaca. El día antes había estado cerrando el bar con Woody Harrelson, pero no recordaba si la juerga había acabado en discusión, como otras tantas veces, o no. Cuando levantó la mano hasta su nariz para protegerse de la brillante luz, vio cómo una molesta polilla no dejaba de agitarse frente a su rostro. Intentó apartarla y entonces se dio cuenta de que era su meñique el que había perdido el control. Fue el primer síntoma del párkinson, la enfermedad que cambió su vida para siempre.

Así empieza ‘La vida de Michael J. Fox’, el estupendo documental que acaba de estrenar Apple TV+ y que repasa la trayectoria de quien fuera uno de los jóvenes prodigio en la meca del cine en la década de los ochenta. Davis Guggenheim dirige este largometraje, vertebrado en torno a varias horas de entrevista con el actor de ‘Regreso al futuro’ que, en primerísimo plano, muestra las dificultades de su día a día -usar el móvil, cepillarse los dientes o caminar son toda una odisea- al tiempo que desgrana su vida, apoyado por un eficaz montaje que mezcla hábilmente secuencias de sus películas con exquisitas recreaciones para contar su periplo vital y laboral.

Nacido en 1961, Michael J. Fox nunca destacó por sus dotes estudiantiles. Aquel «retaco escurridizo», como él mismo dice, acabó en el grupo de teatro del instituto para «refugiarse» de los grandullones que le querían pegar y «estar con las chicas». «Era un elfito adorable», apostilla. Hijo de un oficial de policía, miembro de las Fuerzas Canadienses, y de una actriz y contable, las malas notas y la falta de disciplina del joven Fox -llegó a estrellar varios coches debido a las borracheras que se pillaba- estaban empezando a hacer mella en casa, pero un papel en la serie ‘Leo and Me’ lo cambió todo.

Michael J. Fox, en un fotograma del documental.
Michael J. Fox, en un fotograma del documental.
Colpisa

Cuando cumplió los 18 lo tuvo tan claro que se mudó a Los Ángeles. Pasaba los días en un cuchitril de veinte metros cuadrados en la zona pobre de Beverly Hills, zampando hamburguesas y lavando los platos con champú. Hacía un papel aquí, otro allá, cientos de audiciones -cuenta que en la de ‘Gente corriente’, Robert Redford se pasó toda la prueba limpiándose los dientes con hilo dental-, pero no tenía un duro y acababa robando para poder llevarse algo a la boca.

En la primavera de 1982 Fox ya estaba dispuesto a renunciar a su sueño, pero lo intentó por última vez. Paramount preparaba una ‘sitcom’ de la mano de Gary David Goldberg llamada ‘Enredos de familia’ y buscaban a alguien que diera vida a Alex P. Keaton. Cuando Fox leyó sus frases, el equipo cayó rendido a sus pies. No podían parar de reír. «No hay alcohol, droga o mujer que pueda equipararse a ese momento», dice. Su carisma arrollador y su talento innato para la comedia lo convirtieron en la estrella del show.

Luego llegaría la trilogía que marcaría su vida, ‘Regreso al futuro’. Estrenada en el verano de 1985, a la película llegó de rebote, después de que Eric Stolz rodara algunas secuencias, a pesar de que había estado en el punto de mira de la producción desde el principio. El titánico esfuerzo -compaginaba el rodaje de ‘Enredos de familia’ con el de la película- mereció la pena. De la noche a la mañana, Fox era una estrella que disfrutaba del cliché, con sus lujosos deportivos y su vida a todo trapo.

"Sobreactuaba menos"

Todo se tambaleó en 1991, cuando le diagnosticaron párkinson. Decidido a seguir trabajando hasta que el cuerpo aguantara, Fox solo lo compartió con su familia. Entre los síntomas, además de los temblores, estaban la disminución del parpadeo y la rigidez en la expresión. «Decían que sobreactuaba menos -rememora Fox-, pero no era que actuara mejor, era que la enfermedad progresaba».

Aprendió a dosificar las pastillas con las que detenía los temblores para que actuaran justo cuando el director gritaba ¡acción! o cuando debía salir al plató de un programa de televisión. Como los movimientos involuntarios comenzaban cuando los miembros afectados estaban descansados, mantenía sus manos ocupadas constantemente con bolis, pelotas, teléfonos, relojes... «Me dolía el cuerpo porque lo retorcía en posturas incómodas para ocultar los temblores», dice. Estaba haciendo la mejor actuación de su vida y el público ni siquiera era consciente de ello. «Lo peor era la limitación, sentirme confinado y no tener escapatoria», describe Fox mientras el documental pasa secuencias del actor corriendo como un galgo.

En 1998, después de llevar dos años en ‘Spin City: loca alcaldía’, el actor desveló su diagnóstico. Aquello, lejos de terminar con su carrera, volvió a darle alas. Podía ser él mismo. Fox puso en marcha una fundación para luchar contra el párkinson que hasta el momento ha recaudado más de 1.840 millones de euros.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión